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miércoles, 26 de febrero de 2020

Mujeres/ Elvira Sastre

Hay mujeres que son estaciones de (d)año,
tormentas torrenciales en agosto y estufa en un diciembre lleno de abandonos.

Hay mujeres que son pájaros sin alas en un cielo lleno de recuerdos,
fieras carnívoras al acecho de las ganas
y de esa falta de poder ante la tentación
que solo es deseo confundido.

Hay mujeres
que son mariposas abstraídas esperando a que cierres todas las puertas
para acariciarte las mañanas a través de la ventana,
para sacudirte la mirada en cualquier dirección ajena a tu rostro.

Hay mujeres que son animales en celo galopando sobre tu pecho abatido.

Hay mujeres de ojos castaños
con alma de gata.
Hay mujeres de ojos verdes
con alma de zorra.

Hay mujeres
que son signos de interrogación abierta,
tres exclamaciones siguiendo
una huida.
Un ladrido de madrugada.
Hay mujeres
que justifican el silencio.
Hay mujeres
que excusan la poesía.

Hay mujeres que son aeropuertos alejados
de los que solo salen aviones de mentira,
puertos marítimos en los que vuelves a ser otra vez tú,
estaciones de tren donde se cruzan tantas contradicciones
que encuentras paz.

Hay mujeres que suenan a herida al tocarlas
y te hacen desear la muerte antes que ellas.

Hay mujeres que huelen a limpio, a cuerpo inerte,
y te hacen desear invadirles el corazón y el pecho con la brutalidad de un ejército de flechas.

Hay mujeres
que desordenan tus huellas cuando aparecen
y te hacen desear encontrar tu camino
sobre su columna vertebral.

Hay mujeres que no se esconden, que quieren sin escarcha en los ojos,
que saben a sed,
y esas,
esas te hacen desear quererlas toda la vida.

Hay mujeres que esperas siempre
porque nunca llegan.
Hay mujeres que están en todos los lugares que ocupas
menos en tus manos.

Hay mujeres
que son primeras y únicas,
que sobrevuelan el suelo que pisan los demás,
que son azules y ocupan un sitio
diferente al resto.

Hay mujeres
que crees por encima de todo
y por encima de todo deshacen tus creencias,
que son tiernas, ciertas y dulces,
y con su ternura, certeza y dulzura
parten tu inocencia en dos.

Hay mujeres
que abren tus ojos con un soplido de magia
y en el siguiente truco desaparecen,
como la suerte.

Hay mujeres
que te enseñan la moneda por las dos caras:
te besan negándote,
se marchan mientras te nombran,
se quedan en silencio
y desde otros recuerdos te afirman.
Que solo conocen la palabra derrota en tu boca.
Que solo conoces la palabra victoria en su boca.
Que te aman mientras te olvidan
y olvidándolas las amas.

Hay mujeres
que quieres y no puedes,
que son tanto que no son bastante,
que dándote lo que necesitas olvidan lo que deseas.
Mujeres contra las que no hay razones
que encajen
y conviertes en huida
para darles un sentido.

Hay mujeres
que son aves de paso,
bodas de un día,
amores que salvan tu vida en una noche,
postres eternos en medio de una prisa carnal,
engaños a la rutina,
tu alma animal rendida al instinto de supervivencia.

Hay mujeres
que aparecen como los aciertos:
a tiempo y sin esperarlas.
Que se atreven y se quedan y tienen el pelo del color de tu almohada,
que se agitan y temes y dan la vuelta a tus excusas convirtiéndolas en motivos.
Que te aman sin evitarlo
y amas sobre todo por supuesto.

Y
estoy
yo.
Que soy una en todas esas mujeres.

Y
estás
tú.
Que eres todas esas mujeres en una.


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