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domingo, 21 de febrero de 2021

La tormenta de arena/H. Murakami


«A veces el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí solo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.»

«Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.»

sábado, 13 de febrero de 2021

El tiempo, gran escultor

 << Y sin embargo el amor a los animales es tan antiguo como la raza humana. Millares de testimonios escritos o hablados, de obras de arte y de gestos evidenciados, dan fe de ello. Amaba a su asno, aquel campesino marroquí que acababa de oírlo sentenciar a muerte porque él, durante semanas y semanas, había estado vertiendo sobre sus largas orejas cubiertas de llagas aceite para motores, por creerlo más eficaz, al ser más caro, que el aceite de oliva que abundaba en su pequeña granja. La horrible necrosis de las orejas había ido pudriendo poco a poco al animal entero, al que ya no le quedaban muchos días de vida, pero que seguiría hasta el final cumpliendo con su tarea, al ser el hombre demasiado pobre para consentir en sacrificarlo. Amaba a su caballo, aquel rico avaro, que llevaba a la consulta gratuita del veterinario europeo al hermoso animal de pelaje gris, orgullo de los días de fantasía, y cuya enfermedad se debía únicamente a un alimento no apropiado. Amaba a su perro, aquel campesino portugués, que llevaba en brazos, todas las mañanas, a su pastor alemán con la cadera rota, para tenerlo a su lado durante su largo día de trabajo como jardinero, y alimentarlo con los restos de la cocina. Aman a los pájaros, ese anciano o esa anciana de los desmedrados parques parisinos, que alimentan a las palomas y de los cuales se ríe la gente sin razón, puesto que gracias a ese batir de alas a su alrededor entran en contacto con el universo. Amaba a los animales el hombre del Eclesiastés cuando se preguntaba si el alma de las bestias desciende bajo la tierra; y Leonardo, que liberó a los pájaros presos en un mercado de Florencia, o también esa china de hará mil años que al encontrar, en un rincón del patio, una enorme jaula con un centenar de gorriones –pues su médico le recomendaba que comiese cada día los sesos de un pájaro aún tibios– abrió de par en par las puertas de la jaula: «¿Quién soy yo para preferirme a estas bestezuelas?». Las opciones que debemos tomar continuamente, las tomaron antes que nosotros. >>

Marguerite Yourcenar

jueves, 11 de febrero de 2021

Poems




 

domingo, 7 de febrero de 2021

Poliamor / Juan Solá


"Las camas están hechas para dos, incluso las más pequeñas.
Tres en una cama no se hace, no se dice, no se usa.
Elija a uno y que el otro duerma en el piso, en el patio, en otra casa. En otro corazón.
Porque al corazón se lo pueden romper en mil pedazos, porque eso es sano.
Está de moda.
Pero elegir dividir el corazón no se hace, no se dice, no se usa. Dividir es más barato que romper, pero romper es lo que se estila. Las camas están hechas para dos.
Uno es muy poco, pero tres son demasiados.
El código es binario. El código es estricto.
Quiere tener un hijo pero todavía no tiene con quién.
Tenerlo sola es muy poco, tenerlo de a tres es muchísimo.
Quiere formar una familia, pero todavía no tiene con quién.
Usted solo no es nada, pero tres son demasiados.
Tres son multitud, porque vienen acompañados de las armas de miles de soldados de la moral.
Armas como los cuchillos, que hacen más daño que ruido.
El amor es de a dos hasta que aparece alguna puta que no sabe contar, leí una vez.
Y usted no puede enamorarse también de la puta.
No vale amar a la puta.
El amor es de a dos porque digo yo, porque lo dice mi madre, porque lo dijo mi abuela y a mi abuela se lo dijo su madre que era una santa y jamás se atrevió a mirar a otro hombre o mujer.
Porque el matrimonio es de a dos, no de a tres ni de a cinco.
Así manda el Dios que me crio.
Ámense los unos a los otros, pero de a dos, porque los números impares incomodan (salvo que hablemos de pecados capitales.) Dígale Dios o como quiera, lo importante es que mande y que usted le crea y que no se anime.
Animarse es otra forma de pecado.
Los amores únicos también son como cuchillos que hacen más daño que ruido.
Elija a uno solo y ámelo para siempre.
Y mejor que elija bien, porque vas a ponerle sobre los hombros la carga de serlo todo.
Cantante y matemático, pintor y administrador, esposo y hermano, esposa y amiga, que cocine como una madre y coja como una puta y se vista como una princesa y lo defienda como una guerrera.
Todo ella sola.
¿Todo ella sola?
Si a mí me gusta cómo besa Sergio y cómo me abraza Rosario y cómo me sonríe Julián, pero tengo que elegir, porque las camas están hechas para dos.
Las camas y las leyes del imaginario colectivo.
Adán y Eva. Eva y Perón. Romeo y Julieta. Pinky y Cerebro.
El que cocina y el que lava.
Batman y Robin, hasta que apareció la puta de Batichica.
Amor de a tres no es amor, es lujuria.
Qué me importa lo que usted sienta.
No es amor porque yo digo.
Qué me importa que se necesiten.
Qué me importa que sean tres seres diferentes y que cada uno sea tan especial para los otros.
Elija, todo no se puede.
Porque yo digo. Yo mando.
Mando sobre su cama y sobre su corazón y sobre cómo entiende el amor.
Yo mando.
El problema con los que mandan es que sólo saben contar hasta dos.
¿A quién ama más, a su mamá o a su papá?
Tiene que elegir, no vale decir que a los dos por igual.
El amor es de a dos, ¿escuchó?
Tampoco vale decir que son dos personas distintas y que cada uno es hermoso a su manera.
Y ni se le ocurra hablar de lo que cada uno puede darle individualmente.
No puede tener a los dos. Quiero que elija a uno. ¿A quién quiere más, a su mamá o a su papá?
Escoja uno: un dios, un amigo, un solo hermano.
No puede amar a todos.
No puede amar, ni siquiera, a dos."

Microalmas. Juan Solá.