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lunes, 6 de enero de 2020

Abriré la ventana a la alegría

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana,
quiere avisarme que está ahí esperando,
pero me siento calmo
casi diría ecuánime.

Voy a guardar la angustia en un escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas

Quién sabe dónde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada,
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y qué atajo hallaré para no seguirlos

Está bien, no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos,
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca.

Está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas.

Abriré la ventana
Abriré la ventana.

M. Benedetti

Volverse océano

Dicen que antes de entrar en el mar, el río tiembla de miedo: mira para atrás, para ver su recorrido, para ver las cumbres y las montañas, para ver el largo y sinuoso camino que abrió entre selvas y poblados; y ve frente a sí un océano tan extenso que entrar en él solo puede significar desaparecer para siempre. 
Pero no hay otra manera: el río no puede volver, nadie puede volver, volver atrás es imposible en la existencia. 
El río precisa arriesgarse y entrar en el océano. 
Al entrar, el miedo desaparecerá, porque en ese momento sabrá que no se trata de desaparecer en él, sino de volverse océano.

K. Gibran