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jueves, 13 de julio de 2017

Ya basta de tragedias

Teatro del absurdo


En el segundo exacto en que aterrizó la bomba de Hiroshima

hubo alguien en algún lugar del mundo

que no podía abrir un bote de guisantes.

Mientras caen los cuerpos desde la planta 65 de las torres gemelas

en la planta 18 una mujer sale del baño y sonríe aliviada ante el espejo.

En el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau

se eleva cada jueves una columna de humo negro

mientras en el roble más cercano es primavera

dos mariposas amarillas hacen el amor y son felices.

El mismísimo día del fin del mundo

se seguirán rompiendo los calcetines por el dedo gordo.

Pero bajemos a tu vida:

¿Recuerdas el momento en que comprendiste

que habían dejado de quererte?

La noche interminable

bajo el cielo intoxicado de septiembre

y aquel sabor a wiski y aquella horrible telaraña,

pues al día siguiente aunque ya no lo recuerdes

el sol saltó del horizonte como un niño de la cama

te cepillaste los dientes como siempre

y luego pisaste un chicle de camino al metro.

Después de tu muerte o de la mía,

ojalá que sea dentro de muchos años,

ese mismo día por la noche

seguirá estando rica la tortilla de patata

alguien que nos quiso con locura volverá del tanatorio

se rascará la espalda y encenderá la tele a ver qué ponen.

Detrás de cada aquíyahora

siempre hay un allídespués agazapado

unos metros más allá de lo terrible

habrá alguien que silbe

dé una patada a alguna piedra

y siga caminando.

Empezamos a intuirlo

la gran tragedia humana

no es que echemos de menos un guión bien construido

ni un teatro mejor iluminado

ni siquiera que nos falte el Director de escena

la verdadera gran tragedia es sencillamente eso

que no hay tragedia.




Miguel Martínez López

En 'Viajes a una fresa', 2015.

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