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viernes, 9 de octubre de 2020

Querido mundo



Querido mundo,
mis hijos quisieran conocerte,
mas no sé cuánto tiempo
le queda a tu hermosura.

He reservado un viaje por tu espalda
para que no se pierdan tus desiertos.
Quiero que lleguen hasta tus orejas
y se deslicen por tus pabellones
hasta llegar al corazón del eco,
que griten un “te quiero”
que tiemble el universo.

Quisiera que escalaran a tu cima
agarrando la trenza de tu pelo
y que se bañen en el lago nocturno de tus ojos,
antes de que se seque.

Querido mundo,
ojalá puedan adentrarse en la cueva de tu boca,
bajar por tu garganta
y llegar al cañón del colorado,
que oigan tu digestión desde su orilla.
Enséñales a trabajar la tierra,
que labren el bancal de tus mejillas.

Querido mundo,
quisiera que mis hijos naveguen algún día
por tus arterias,
que desemboquen en el mar del plata
y acaricien el lomo a las ballenas,
si quedan cuando lleguen.

Querido mundo,
tengo previsto para ellos
una excursión andando hasta tu ombligo.
Y si el humo no vence a las estrellas,
que se tumben un rato panza arriba,
en el suave colchón de tu barriga
y conversen con ellas.
Van a crecer corriendo,
les he dicho que hay prisa
quieren irse a las guerras
como glóbulos blancos
a ver si las detienen.

Querido mundo,
como me gustaría
que mis hijos llegaran a tus montañas blancas
para que soliciten audiencia a los pingüinos
Y antes de que te vistan de asfalto por completo,
busquen la soledad de tus caminos
y entiendan que esquivar a las hormigas
es una obligación del ser humano.

Querido mundo,
llévalos a la cuna de los lobos,
De los lobos que aúllan la paz en las colinas.
Que acaricien el pelo de los osos,
que se estremezcan
con la mirada azul de los gorilas.
A ver si diera tiempo
a que el Sol les caliente desde arriba…

Magdalena S. Blesa


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