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martes, 12 de agosto de 2014

Oh capitán! Mi capitán!




¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha concluido,

El barco ha sorteado todos los escollos, el precio que pedimos

lo hemos ganado,

El puerto está a la vista, escucho las campanas, todo el

mundo se exulta,

Mientras que las miradas siguen la firme carena, el

valiente y audaz navío.

Pero, ¡oh corazón, corazón!

¡Oh, las sangrientas gotas rojas,

Allí sobre el puente donde yace mi capitán,

Tendido, helado y muerto.

¡Oh, capitán! ¡Mi capitán! Levántate y escucha las campanas;

Levántate; para ti la bandera se ha izado;

para ti el clarín resuena,

Para ti los ramos y las coronas encintadas,

para ti los muelles colmados de gente,

Es a ti al que aclama la multitud movediza, volviendo

hacia ti sus rostros encendidos:

¡Mira, capitán! ¡Padre querido!

¡Yo paso mi brazo debajo de tu cabeza!

Es como una pesadilla que sobre el puente

Tú permanezcas helado y muerto.

Mi capitán ya no responde; sus labios están pálidos e

inmóviles,

Mi padre no siente más mi brazo, no tiene pulso ni energía.

El barco está anclado, sano y salvo, su viaje ha concluido,

terminado.

De la espantosa travesía el barco regresa vencedor; cumplida

su misión;

Exultad, ¡Oh, riberas!, y sonad, ¡oh, campanas!,

Pero yo, con paso vacilante,

Abandono el puente donde descansa mi Capitán,

Yacente, muerto y helado.


Walt Whitman escribió este poema para Lincoln después de su asesinato en 1865.

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