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sábado, 10 de julio de 2010

Zanahorias, huevos y café

Una hija se quejaba a su padre acerca de cuan difíciles le resultaba la vida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias, y las colocó en un bol. Sacó los huevos, y los colocó en otro bol. Coló el café y lo puso en un tercer bol.
Mirando a su hija le dijo: - "Querida, ¿qué ves?" - "Zanahorias, huevos y café” fue su respuesta. La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias.
Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Luego, le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Luego de sacarle la cáscara, observó el huevo duro. Luego le pidió que probara el café.
Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
La hija preguntó: -"¿Qué significa esto, padre?" Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado en forma diferente.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, estaba hecha pulpa, casi deshecha.
El huevo había llegado al agua frágil. La cáscara fina protegía su interior. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos.
Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
El padre preguntó:
-"Y ahora dime, ¿cual eres tú?"

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