Archivo del blog
sábado, 13 de noviembre de 2010
martes, 9 de noviembre de 2010
Revolutionary Road/ Sam Mendes
Mucha gente vive en un vacío, pero hay que tener mucho valor para ver la desesperanza.
Saber lo que tenemos. Saber lo que necesitamos. Saber de lo que podemos prescindir.
Si estar loco significa vivir la vida como si importara, entonces no me importa que estemos locos de atar.
Valor es lo que hay que tener para vivir como uno quiere.
¿Sabes qué tiene de bueno la verdad? Que todos sabemos reconocerla por mucho que llevemos viviendo sin ella. Nadie olvida qué es la verdad. Sólo nos volvemos más diestros mintiendo.
sábado, 30 de octubre de 2010
miércoles, 20 de octubre de 2010
Dudas
Heme aquí, eterna duda.
Dudo.
Duda.
Dudoso carácter, dudosa conducta.
Qué duda cabe sin duda,
dudar de mi propio padre?
Más dudando de mí dudo,
si seré yo la culpable.
No dudo ser mujer razonable,
pero que dudo, ¡es indudable!
lunes, 18 de octubre de 2010
El lado oscuro del corazón/ El amor
sábado, 16 de octubre de 2010
Una mirada atrás / Edith Wharton
martes, 5 de octubre de 2010
Te quería, lo sé
Lo supe luego, cuando tu ausencia reposó mi sangre.
Pero andaba la lepra del deseo tan aína en el labio
que iba a decir -estrella-,
y se trocaba en madrugada de coñac y sombra...
Y ahora que vuelve el viento de las cinco
a levantar castillos en mi frente,
y las nubes de otoño arremolinan tu recuerdo
en el cuenco de mi mano,
necesito vestir mi voz de tarde
con citas y alamedas de domingo,
para decirte, amor, cómo te quise,
cómo te quiero todavía,
aunque sé que mi voz ha de perderse
en el largo sahara de tu olvido... "
Julio Mariscal Montes
domingo, 3 de octubre de 2010
La vida debería ser una tarde de domingo
viernes, 1 de octubre de 2010
Ser / Paul Eluard
martes, 28 de septiembre de 2010
Ventana sobre la memoria
" A orillas de otro mar, otro alfarero se retira en sus años tardíos.
Se le nublan los ojos, las manos le tiemblan, ha llegado la hora del adiós.
Y el alfarero joven no guarda esa vasija perfecta para contemplarla y admirarla, sino que la estrella contra el suelo, la rompe en mil pedacitos, recoge los pedacitos y los incorpora a su arcilla.
(...)
¿Un refugio?
Eduardo Galeano
Ventana sobre la memoria, de Las palabras andantes
domingo, 26 de septiembre de 2010
Besos de cine
"Luego tuve relaciones profundas. Supe muchas cosas. Entre ellas, que los besos eran un placer exquisito." Rubén Darío.
Me, my fight, my problem, tonight
Bold Native (2010)
viernes, 24 de septiembre de 2010
SMS
Para mi Mat.
jueves, 2 de septiembre de 2010
Poema persa II
hasta donde alcanza tu mirada
como el mar silencioso de tus ojos.
Más allá las tinieblas,
los pueblos sin nombre,
las ciudades que sólo brillan
en la imaginación de las piedras.
Y cuando tú te muevas
toda la bóveda celeste
girará conmigo.
Paris by night
domingo, 15 de agosto de 2010
Poquita cosa / Antón Chéjov
Hace unos día invité a Yulia Vasilievna, la institutriz de mis hijos, a que pasara a mi despacho. Teníamos que ajustar cuentas.
- Siéntese, Yulia Vasilievna -le dije-. Arreglemos nuestras cuentas. A usted seguramente le hará falta dinero, pero es usted tan ceremoniosa que no lo pedirá por sí misma… Veamos… Nos habíamos puesto de acuerdo en treinta rublos por mes…
- En cuarenta…
- No. En treinta… Lo tengo apuntado. Siempre le he pagado a las institutrices treinta rublos… Veamos… Ha estado usted con nosotros dos meses…
- Dos meses y cinco días…
- Dos meses redondos. Lo tengo apuntado. Le corresponden por lo tanto sesenta rublos… Pero hay que descontarle nueve domingos… pues los domingos usted no le ha dado clase a Kolia, sólo ha paseado… más tres días de fiesta…
A Yulia Vasilievna se le encendió el rostro y se puso a tironear el volante de su vestido, pero… ¡ni palabra!
- Tres días de fiesta… Por consiguiente descontamos doce rublos… Durante cuatro días Kolia estuvo enfermo y no tuvo clases… usted se las dio sólo a Varia… Hubo tres días que usted anduvo con dolor de muela y mi esposa le permitió descansar después de la comida… Doce y siete suman diecinueve. Al descontarlos queda un saldo de… hum… de cuarenta y un rublos… ¿no es cierto?
El ojo izquierdo de Yulia Vasilievna enrojeció y lo vi empañado de humedad. Su mentón se estremeció. Rompió a toser nerviosamente, se sonó la nariz, pero… ¡ni palabra!
- En víspera de Año Nuevo usted rompió una taza de té con platito. Descontamos dos rublos… Claro que la taza vale más… es una reliquia de la familia… pero ¡que Dios la perdone! ¡Hemos perdido tanto ya! Además, debido a su falta de atención, Kolia se subió a un árbol y se desgarró la chaquetita… Le descontamos diez… También por su descuido, la camarera le robó a Varia los botines… Usted es quien debe vigilarlo todo. Usted recibe sueldo… Así que le descontamos cinco más… El diez de enero usted tomó prestados diez rublos.
- No los tomé -musitó Yulia Vasilievna.
- ¡Pero si lo tengo apuntado!
- Bueno, sea así, está bien.
- A cuarenta y uno le restamos veintisiete, nos queda un saldo de catorce…
Sus dos ojos se le llenaron de lágrimas…
Sobre la naricita larga, bonita, aparecieron gotas de sudor. ¡Pobre muchacha!
- Sólo una vez tomé -dijo con voz trémula-… le pedí prestados a su esposa tres rublos… Nunca más lo hice…
- ¿Qué me dice? ¡Y yo que no los tenía apuntados! A catorce le restamos tres y nos queda un saldo de once… ¡He aquí su dinero, muchacha! Tres… tres… uno y uno… ¡sírvase!
Y le tendí once rublos… Ella los cogió con dedos temblorosos y se los metió en el bolsillo.
- Merci -murmuró.
Yo pegué un salto y me eché a caminar por el cuarto. No podía contener mi indignación.
- ¿Por qué me da las gracias? -le pregunté.
- Por el dinero.
- ¡Pero si la he desplumado! ¡Demonios! ¡La he asaltado! ¡La he robado! ¿Por qué merci?
- En otros sitios ni siquiera me daban…
- ¿No le daban? ¡Pues no es extraño! Yo he bromeado con usted… le he dado una cruel lección… ¡Le daré sus ochenta rublos enteritos! ¡Ahí están preparados en un sobre para usted! ¿Pero es que se puede ser tan tímida? ¿Por qué no protesta usted? ¿Por qué calla? ¿Es que se puede vivir en este mundo sin mostrar los dientes? ¿Es que se puede ser tan poquita cosa?
Ella sonrió débilmente y en su rostro leí: “¡Se puede!”
Le pedí disculpas por la cruel lección y le entregué, para su gran asombro, los ochenta rublos. Tímidamente balbuceó su merci y salió… La seguí con la mirada y pensé: ¡Qué fácil es en este mundo ser fuerte!
La Tristeza / Antón Chéjov
El cochero Yona está todo blanco, como un aparecido. Sentado en el pescante de su trineo, encorvado el cuerpo cuanto puede estarlo un cuerpo humano, permanece inmóvil. Diríase que ni un alud de nieve que le cayese encima lo sacaría de su quietud.
Su caballo está también blanco e inmóvil. Por su inmovilidad, por las líneas rígidas de su cuerpo, por la tiesura de palos de sus patas, parece, aun mirado de cerca, un caballo de dulce de los que se les compran a los chiquillos por un copec. Hállase sumido en sus reflexiones: un hombre o un caballo, arrancados del trabajo campestre y lanzados al infierno de una gran ciudad, como Yona y su caballo, están siempre entregados a tristes pensamientos. Es demasiado grande la diferencia entre la apacible vida rústica y la vida agitada, toda ruido y angustia, de las ciudades relumbrantes de luces.
Hace mucho tiempo que Yona y su caballo permanecen inmóviles. Han salido a la calle antes de almorzar; pero Yona no ha ganado nada.
Las sombras se van adensando. La luz de los faroles se va haciendo más intensa, más brillante. El ruido aumenta.
- ¡Cochero! -oye de pronto Yona-. ¡Llévame a Viborgskaya!
Yona se estremece. A través de las pestañas cubiertas de nieve ve a un militar con impermeable.
- ¿Oyes? ¡A Viborgskaya! ¿Estás dormido?
Yona le da un latigazo al caballo, que se sacude la nieve del lomo. El militar toma asiento en el trineo. El cochero arrea al caballo, estira el cuello como un cisne y agita el látigo. El caballo también estira el cuello, levanta las patas, y, sin apresurarse, se pone en marcha.
- ¡Ten cuidado! -grita otro cochero invisible, con cólera-. ¡Nos vas a atropellar, imbécil! ¡A la derecha!
- ¡Vaya un cochero! -dice el militar-. ¡A la derecha!
Siguen oyéndose los juramenitos del cochero invisible. Un transeúnte que tropieza con el caballo de Yona gruñe amenazador. Yona, confuso, avergonzado, descarga algunos latigazos sobre el lomo del caballo. Parece aturdido, atontado, y mira alrededor como si acabara de despertar de un sueño profundo.
- ¡Se diría que todo el mundo ha organizado una conspiración contra ti! -dice con tono irónico el militar-. Todos procuran fastidiarte, meterse entre las patas de tu caballo. ¡Una verdadera conspiración!
Yona vuelve la cabeza y abre la boca. Se ve que quiere decir algo; pero sus labios están como paralizados, y no puede pronunciar una palabra.
El cliente advierte sus esfuerzos y pregunta:
- ¿Qué hay?
Yona hace un nuevo esfuerzo y contesta con voz ahogada:
- Ya ve usted, señor... He perdido a mi hijo... Murió la semana pasada...
- ¿De veras?... ¿Y de qué murió?
Yona, alentado por esta pregunta, se vuelve aún más hacia el cliente y dice:
- No lo sé... De una de tantas enfermedades... Ha estado tres meses en el hospital y a la postre... Dios que lo ha querido.
- ¡A la derecha! -óyese de nuevo gritar furiosamente-. ¡Parece que estás ciego, imbécil!
- ¡A ver! -dice el militar-. Ve un poco más aprisa. A este paso no llegaremos nunca. ¡Dale algún latigazo al caballo!
Yona estira de nuevo el cuello como un cisne, se levanta un poco, y de un modo torpe, pesado, agita el látigo.
Se vuelve repetidas veces hacia su cliente, deseoso de seguir la conversación; pero el otro ha cerrado los ojos y no parece dispuesto a escucharle.
Por fin, llegan a Viborgskaya. El cochero se detiene ante la casa indicada; el cliente se apea. Yona vuelve a quedarse solo con su caballo. Se estaciona ante una taberna y espera, sentado en el pescante, encorvado, inmóvil. De nuevo la nieve cubre su cuerpo y envuelve en un blanco cendal caballo y trineo.
Una hora, dos... ¡Nadie! ¡Ni un cliente!
Mas he aquí que Yona torna a estremecerse: ve detenerse ante él a tres jóvenes. Dos son altos, delgados; el tercero, bajo y chepudo.
- ¡Cochero, llévanos al puesto de policía! ¡Veinte copecs por los tres!
Yona coge las riendas, se endereza. Veinte copecs es demasiado poco; pero, no obstante, acepta; lo que a él le importa es tener clientes.
Los tres jóvenes, tropezando y jurando, se acercan al trineo. Como sólo hay dos asientos, discuten largamente cuál de los tres ha de ir de pie. Por fin se decide que vaya de pie el jorobado.
- ¡Bueno; en marcha! -le grita el jorobado a Yona, colocándose a su espalda-. ¡Qué gorro llevas, muchacho! Me apuesto cualquier cosa a que en toda la capital no se puede encontrar un gorro más feo...
- ¡El señor está de buen humor! -dice Yona con risa forzada-. Mi gorro...
- ¡Bueno, bueno! Arrea un poco a tu caballo. A este paso no llegaremos nunca. Si no andas más aprisa te administraré unos cuantos sopapos.
- Me duele la cabeza -dice uno de los jóvenes-. Ayer, yo y Vaska nos bebimos en casa de Dukmasov cuatro botellas de caña.
- ¡Eso no es verdad! -responde el otro- Eres un embustero, amigo, y sabes que nadie te cree.
- ¡Palabra de honor!
- ¡Oh, tu honor! No daría yo por él ni un céntimo.
Yona, deseoso de entablar conversación, vuelve la cabeza, y, enseñando los dientes, ríe atipladamente.
- ¡Ji, ji, ji!... ¡Qué buen humor!
- ¡Vamos, vejestorio! -grita enojado el chepudo-. ¿Quieres ir más aprisa o no? Dale de firme al gandul de tu caballo. ¡Qué diablo!
Yona agita su látigo, agita las manos, agita todo el cuerpo. A pesar de todo, está contento; no está solo. Le riñen, lo insultan; pero, al menos, oye voces humanas. Los jóvenes gritan, juran, hablan de mujeres. En un momento que se le antoja oportuno, Yona se vuelve de nuevo hacia los clientes y dice:
- Y yo, señores, acabo de perder a mi hijo. Murió la semana pasada...
- ¡Todos nos hemos de morir!-contesta el chepudo-. ¿Pero quieres ir más aprisa? ¡Esto es insoportable! Prefiero ir a pie.
- Si quieres que vaya más aprisa dale un sopapo -le aconseja uno de sus camaradas.
- ¿Oye, viejo, estás enfermo?-grita el chepudo-. Te la vas a ganar si esto continúa.
Y, hablando así, le da un puñetazo en la espalda.
- ¡Ji, ji, ji! -ríe, sin ganas, Yona-. ¡Dios les conserve el buen humor, señores!
- Cochero, ¿eres casado? -pregunta uno de los clientes.
- ¿Yo? !Ji, ji, ji! ¡Qué señores más alegres! No, no tengo a nadie... Sólo me espera la sepultura... Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.
Y vuelve de nuevo la cabeza para contar cómo ha muerto su hijo; pero en este momento el chepudo, lanzando un suspiro de satisfacción, exclama:
- ¡Por fin, hemos llegado!
Yona recibe los veinte copecs convenidos y los clientes se apean. Les sigue con los ojos hasta que desaparecen en un portal.
Torna a quedarse solo con su caballo. La tristeza invade de nuevo, más dura, más cruel, su fatigado corazón. Observa a la multitud que pasa por la calle, como buscando entre los miles de transeúntes alguien que quiera escucharle. Pero la gente parece tener prisa y pasa sin fijarse en él.
Su tristeza a cada momento es más intensa. Enorme, infinita, si pudiera salir de su pecho inundaría al mundo entero.
Yona ve a un portero que se asoma a la puerta con un paquete y trata de entablar con él conversación.
- ¿Qué hora es? -le pregunta, melifluo.
- Van a dar las diez -contesta el otro-. Aléjese un poco: no debe usted permanecer delante de la puerta.
Yona avanza un poco, se encorva de nuevo y se sume en sus tristes pensamientos. Se ha convencido de que es inútil dirigirse a la gente.
Pasa otra hora. Se siente muy mal y decide retirarse. Se yergue, agita el látigo.
- No puedo más -murmura-. Hay que irse a acostar.
El caballo, como si hubiera entendido las palabras de su viejo amo, emprende un presuroso trote.
Una hora después Yona está en su casa, es decir, en una vasta y sucia habitación, donde, acostados en el suelo o en bancos, duermen docenas de cocheros. La atmósfera es pesada, irrespirable. Suenan ronquidos.
Yona se arrepiente de haber vuelto tan pronto. Además, no ha ganado casi nada. Quizá por eso -piensa- se siente tan desgraciado.
En un rincón, un joven cochero se incorpora. Se rasca el seno y la cabeza y busca algo con la mirada.
- ¿Quieres beber? -le pregunta Yona.
- Sí.
- Aquí tienes agua... He perdido a mi hijo... ¿Lo sabías?... La semana pasada, en el hospital... ¡Qué desgracia!
Pero sus palabras no han producido efecto alguno. El cochero no le ha hecho caso, se ha vuelto a acostar, se ha tapado la cabeza con la colcha y momentos después se le oye roncar.
Yona exhala un suspiro. Experimenta una necesidad imperiosa, irresistible, de hablar de su desgracia. Casi ha transcurrido una semana desde la muerte de su hijo; pero no ha tenido aún ocasión de hablar de ella con una persona de corazón. Quisiera hablar de ella largamente, contarla con todos sus detalles. Necesita referir cómo enfermó su hijo, lo que ha sufrido, las palabras que ha pronunciado al morir. Quisiera también referir cómo ha sido el entierro... Su difunto hijo ha dejado en la aldea una niña de la que también quisiera hablar. ¡Tiene tantas cosas que contar! ¡Qué no daría él por encontrar alguien que se prestase a escucharlo, sacudiendo compasivamente la cabeza, suspirando, compadeciéndolo! Lo mejor sería contárselo todo a cualquier mujer de su aldea; a las mujeres, aunque sean tontas, les gusta eso, y basta decirles dos palabras para que viertan torrentes de lágrimas.
Yona decide ir a ver a su caballo.
Se viste y sale a la cuadra.
El caballo, inmóvil, come heno.
- ¿Comes? -le dice Yona, dándole palmaditas en el lomo-. ¿Qué se le va a hacer, muchacho? Como no hemos ganado para comprar avena hay que contentarse con heno... Soy ya demasiado viejo para ganar mucho... A decir verdad, yo no debía ya trabajar; mi hijo me hubiera reemplazado. Era un verdadero, un soberbio cochero; conocía su oficio como pocos. Desgraciadamente, ha muerto...
Tras una corta pausa, Yona continúa:
- Sí, amigo..., ha muerto... ¿Comprendes? Es como si tú tuvieras un hijo y se muriera... Naturalmente, sufrirías, ¿verdad?...
El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido.
Yona, escuchado al cabo por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo.
martes, 10 de agosto de 2010
lunes, 9 de agosto de 2010
viernes, 6 de agosto de 2010
Una palabra tuya / Elvira Lindo
Mi madre solía decirme, hija mía, es que tú tiendes a ver siempre la vida por el lado más desagradable. Y si tu madre te machaca con esa idea de ti misma desde pequeña, te lo crees, porque, cuando eres niño te crees todo lo que te diga tu madre, aunque vaya en contra de tu autoestima, aunque te deje para siempre hundida en el barro, aunque te coma las entrañas, como un alien, la sospecha de que tal vez tenga razón, que puede que la vida sea de otra manera pero que hay algo en ti, como una tara de nacimiento, que hace que la veas por el lado más miserable.
No tengo ningún interés en ver la vida negra, mamá, te lo juro, le decía, ningún interés, pero cualquier persona con dos dedos de frente se plantea así de crudamente la realidad. Esto es lo que Dios le concedió a estos y esto es lo que me concedió a mí esto es lo que te concedió a ti. Y no hay más verdad en la vida que esa, mamá. Ella decía que mis creencias eran incompatibles con la palabra de Dios, que Dios nos manda pruebas y hay que intentar superarlas y que en ese afán se puede encontrar también la felicidad. Y yo le decía que desde hacia tiempo se sabía que marxismo y religión eran compatibles. Y es extraordinario que aunque mi madre no tenía ninguna noción de marxismo, era escucharme decir eso y echarse a llorar. Nunca llegué a entender por qué.
Como ejemplo de esa resignación cristiana que practicaba mi madre y que yo no compartía (para nada) está el hecho de que a mi madre se le caía la baba con los niños de las Infantas. Yo creo que hay madres que acaban queriendo más a los hijos de las Infantas que a los suyos propios. O a los de Carolina, que encima es de otro país. Mi madre puede servir de ejemplo de ese disparate.
Sí, creo en Dios. No veo por qué, no me importa volver a repetirlo, eso tiene que ser incompatible con todo lo que he dicho. Creo en Dios, hablo con él y muchas veces le he preguntado: por qué a mí. Y me ha costado muchos años encontrar la respuesta. Creo que la he encontrado.
Me acuerdo de un libro que me trajeron los Reyes cuando tenía diez años. Se llamaba Pollyana y era de una niña pobre y huérfana de madre que vive con su padre; resulta que cuando llegan las Navidades la tal Pollyana tiene que ir a por su regalo a la beneficencia, porque en su casa no hay dinero ni para eso, y la niña se encuentra con que Papá Noel ( en este caso las señoras de la beneficencia), por un error organizativo, le ha dejado unas muletas. La niña, Pollyana, se va llorando a casa, natural, pero creo recordar que es su padre, que en cuento estaba retratado como un santo pero que para mí era un cínico porque si no es que no me lo explico, quien viendo a la niña llorar tan amargamente con las muletas en la mano le enseña a jugar al Juego de la Alegría. El Juego de la Alegría consiste en buscar un motivo de alegría a cualquier acontecimiento de tu vida, por mucho que te joda un acontecimiento. El padre de la niña, San Cínico, le propone que jueguen al juego de la alegría con las putas muletas y Pollyana de momento se queda sin habla, con los ojos a cuadros, como se hubiera quedado cualquier criatura ante una propuesta tan ridícula, pero luego de pronto a Pollyana, que hasta el momento parecía un ser inteligente, se le enciende una luz espiritual en el cerebro ( es un libro de ficción, evidentemente) y siente que hay razones para ser feliz porque, dentro de las innumerables desgracias que le han ocurrido (muerte de la madre, padre enfermo, pobreza, embargo de la casa, etc.), piensa Pollyana, ya absolutamente contagiada de la locura de San Cínico, ese beato, dentro de la tragedia que marcó su vida desde el primer día en que sus ojos se abrieron al mundo, hay un motivo de celebración: ha recibido unas muletas, de acuerdo, ¡pero no tiene que usarlas, sus piernas están sanas!
Fíjate que yo sólo tenía diez años cuando leí el libro y ya a esa edad anduve varios días cabreada y deprimida. Si no llega a ser porque no quería ofender a mi madre, lo hubiera tirado por la ventana. A mi madre le gustaba. Para ser exactos, le gustaba la teórica: esa niña, la felicidad que provoca el saber resignarse, la superación de contratiempos. Pero en la práctica, ya lo ves, en la práctica mi madre no quería verme limpiando. Los beatos siempre andan en el terreno de la especulación. Ah, la vida real es otra cosa. ¿ Qué hubiera pasado si yo le hubiera dicho: madre, mira a tu hija, soy barrendera, soy marmota municipal, así me gano la vida y así creo que me la voy a ganar hasta que me jubile? Madre, ¿ahora qué me dices?, ¿no crees que este es el momento de poner en práctica el juego de la alegría de Pollyana? Me puedo imaginar perfectamente cuál hubiera sido su reacción, ay, hija mía, no seas cruel conmigo, no me castigues, por qué me dices esas cosas. Conclusión: mi madre no se hubiera conformado con las muletas, como no se conformó con que yo no fuera más que tres meses a la universidad, igual que no quería que sus vecinas me vieran en paro, igual que nunca quiso que me vieran con la monstrua Milagros. Y seguro que había momentos en que le hubiera gustado borrarme del mapa para no tener que dar explicaciones a los demás, explicaciones en las que ella también introducía sus mentiras <>, pero todo ese poso de decepción que estaba en su interior lo transformaba en un estado de permanente preocupación por mí, de espíritu de sacrificio. Supongo que así entendía ella que debía ser la actitud correcta ante Dios, pero lo que yo me pregunto es, si Dios sabe lo que cada una de sus criaturas está pasando, si Dios todo lo ve, para qué representar una comedia cara a Dios. Eso es lo que me pregunto.
Por qué tenía que vivir esa vida, esa era mi pregunta íntima y desesperada al Señor. Por qué tenía que salir a las seis de la mañana con un cubo de basura en pleno invierno. No todo depende de Dios, eso está claro, también influye la voluntad, la fortaleza de las personas. Por qué entonces Dios me había dado a mí tan poca voluntad..."
Feel so different / Sinead O'Connor
God grant me the serenity
to accept the things
I can not change
Courage to change the things I can
And the wisdom to know the difference
I am not like I was before
I thought that nothing would change me
I was not listening anymore
Still you continued to affect me
I was not thinking anymore
Although I said I still was
I'd said "I don't want anymore"
Because of bad experience
But now I feel so different
I feel so different
I feel so different
I have not seen freedom before
And I did not expect to
Don't let me forget now I'm here
Help me to help you to behold you
I started off with many friends
And we spent a long time talking
I thought they meant every word they said
But like everyone else they were stalling
And now they seem so different
They seem so different
They seem so different
I should have hatred for you
But I do not have any
And I have always loved you
Oh you have taught me plenty
The whole time I'd never seen
All you had spread before me
The whole time I'd never seen
All I'd need was inside me
Now I feel so different
I feel so different
I feel so different
I feel so different
I feel so different.
----------------------------
Dios me concediò la serenidad
de aceptar las cosas
que no puedo cambiar
Valor para cambiar las cosas que puedo
Y sabiduría para saber la diferencia.
No soy como era antes
Pensé que nada me cambiaría
Ya no escuchaba
Aun así, continuaste afectándome
Yo ya no pensaba
Aunque yo dije que si lo hacía
Dije “Ya no quiero más”
Debido a malas experiencias
Pero ahora me siento tan diferente
Me siento tan diferente
Me siento tan diferente
No he visto la libertad antes
Y no esperaba hacerlo
No me dejes olvidar ahora que estoy aquí
Ayúdame a ayudarte a contemplar
Comencé con muchos amigos
Y pasamos largo tiempo hablando
Pensé que decían la verdad en cada palabra
Pero como todos los demás andaban con rodeos
Y ahora parecen tan diferentes
Parecen tan diferentes
Parecen tan diferentes
Debería sentir odio por ti
Pero no tengo ni un poco
Y siempre te he amado
Oh me has enseñado tanto
En todo este tiempo nunca he visto
Todo lo que habías desplegado ante mi
En todo este tiempo nunca he visto
Que todo lo que necesitaba estaba dentro de mí
Ahora me siento tan diferente
Me siento tan diferente
Me siento tan diferente
Me siento tan diferente
Me siento tan diferente.
jueves, 29 de julio de 2010
Dime/ Jose Luis Borges
en que rincón puedo no verte,
dónde puedo dormir sin recordarte
y dónde recordar sin que me duela.
Dime por favor dónde pueda caminar
sin ver tus huellas,
dónde puedo correr sin recordarte
y dónde descansar con mi tristeza.
Dime por favor cuál es el cielo
que no tiene el calor de tu mirada
y cuál es el sol que tiene luz tan sólo
y no la sensación de que me llamas.
Dime por favor cuál es el rincón
en el que no dejaste tu presencia.
Dime por favor cual es el hueco de mi almohada
que no tiene escondidos tus recuerdos.
Dime por favor cuál es la noche
en que no vendrás para velar mis sueños...
Que no puedo vivir porque te extraño
y no puedo morir porque te quiero"
Recuerda/ Christina Rossetti
cuando, bajo la tierra silenciosa
no me alcance tu mano temblorosa
ni pueda desandar lo recorrido.
Recuérdame sin más cuando perdido
el sueño que soñaste, cual la rosa,
se deshoje, pues ya ninguna cosa,
promesa o ruego, llegará a mi oído.
Mas si me olvidas por un tiempo, amado,
al reparar en ello no te aflijas.
Si la muerte y los vermes han dejado
algún vestigio de mi pensamiento,
prefiero que me olvides si contento
estás a que me evoques y te aflijas"
Charlas con Troylo/ Antonio Gala
Corrías sobre el césped del jardín, vivo y dichoso, abanderando el rabo. Corrías hacia mí, me reclamabas. Tu ladrido pequeño henchía la mañana.
He alargado la mano, todavía dormido, buscando por la cama a tientas tu cabeza. Sin encontrarte, Troylo.
He encendido la luz. No estabas, Troylo.
No volverás a estar...
Dicen que no se pierde sino lo que nunca se tuvo. Es mentira.
Yo te tuve: te tuve y no te tengo.
Al pie del olivo que juntos estrenamos, una calva en el césped indica dónde estás.
El césped que plantamos hace nada para que tú corrieras, divertido, sobre él; para que tú, al venir la primavera y su templado soplo, te revolcaras jugando sobre él.
Tú no tendrás más primaveras, Troylo.
Ahora eres tú quien abona ese césped. En esto acaba todo.
¿Quién puede hacerse cargo de tal contradicción?
¿Pueden morir del todo alguna vez unos ojos que se han mirado tanto, se han entendido tanto, se han consolado tanto?
Quizá tú ahora habitas con quien más has querido.
Quizá tú ahora eres —si es que eres— más feliz que conmigo.
Quizá tú trotas, moviendo la menuda grupa, por los verdes campos del Edén. Pero durante once años y medio anduviste enredado a mis piernas;
arrebujaste tu lealtad a mi vera;
me seguiste a dos pasos por este mundo que, sin ti, no es el mismo. Continuarán los pájaros y los amaneceres, el chorro de la fuente ascenderá en el aire, como la vida, sólo para caer.
Pero no estarás tú, Troylo, compañero irrepetible mío.
Nunca más, nunca más.
Ya no habrá que sacarte a la calle tres veces cada día,
ni tampoco habrá que sacarte las muelas de noviembre,
ni acercarás resoplando el hocico a los respiraderos de los coches,
ni te asomaras encantado por las ventanillas,
ni me recibirás —enloquecido el rabo, ladrando y manoteando— a la puerta de la casa.
Ya no habrá que secarte cuando llueva,
ni cepillarte por la mañana al salir de la ducha,
ni reñirte porque pides comida: ya no sabré qué hacer con el trocito último del filete...
Nunca más.
Y no me hago a la idea.
¿Qué es lo que has hecho, Troylo?
Quiero dormir para soñar contigo,
para jugar contigo y regañarte, para no comprobar que te he perdido.
Con la garganta apretada he mandado hoy retirar tus breves propiedades:
tu toalla, tu manta, tu cepillo, tu peine y tus correas...
Las he mandado retirar, pero no lejos.
Porque a lo mejor una mañana te veo regresar, alegre y frágil, cariñoso y sonoro.
(Acaso esta pesadilla es una broma tuya, y se abrirá una puerta y tú aparecerás. De mis oídos no se quita el ritmo de tus pasos, ni la impaciencia de tu cascabel.)
O a lo mejor soy yo el que se acerca una mañana a ti —quién sabe— y te silbo y te llamo y tú levantas la cabeza con el gesto de siempre.
No te preocupes, Troyio: si nada dura —ni el amor—, tampoco la muerte durará.
En donde sea, estaremos todos juntos de nuevo, riendo y bromeando.
Si no, no habría derecho.
Mientras entró y salió la gente de mi vida —de nuestra vida—,
tú permaneciste a mi lado, imperturbable, fiel, idéntico, amoroso.
Juntos pasamos por la compañía y por la soledad.
Llegaste, Troylo, a ser yo mismo de otro modo.
El infortunio o el gozo, siempre los compartimos.
Quien a mí me dejó, te dejó a ti, y te quería quien a mí me quiso.
Me hablaba yo, y era a ti a quien hablaba.
La muerte se ha interpuesto en la conversación una vez más, la muerte.
Ahora sí que envejezco, ahora si que estoy solo.
Es la primera vez que te has portado mal conmigo.
Desde la ventana veré y el olivo y a tí al pie del olivo.
Troylo, amigo mio, interminablemante bajo el césped.
La muerte ha interrumpido nuestras charlas.
Descansa en paz,
Nadie jamás podrá sustituirte.
Hasta luego.
Hasta después."
sábado, 10 de julio de 2010
Lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
hoy está más allá
de las nubes que elige
y más allá del trueno
y de la tierra firme
demorándose viene
cual flor desconfiada
que vigila al sol
sin preguntarle nada
iluminando viene
las últimas ventanas
lento pero viene
las últimas ventanas
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
ya se va acercando
nunca tiene prisa
viene con proyectos
y bolsas de semillas
con angeles maltrechos
y fieles golondrinas
despacio pero viene
sin hacer mucho ruido
cuidando sobre todo
los sueños prohibidos
los recuerdos yacentes
y los recién nacidos
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
ya casi está llegando
con su mejor noticia
con puños con ojeras
con noches y con días
con una estrella pobre
sin nombre todavía
lento pero viene
el futuro real
el mismo que inventamos
nosotros y el azar
cada vez más nosotros
y menos el azar
lento pero viene
el futuro se acerca
despacio
pero viene
lento pero viene
lento pero viene
lento pero viene
M. Benedetti.
Zanahorias, huevos y café
La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias, y las colocó en un bol. Sacó los huevos, y los colocó en otro bol. Coló el café y lo puso en un tercer bol.
Ella lo hizo y notó que estaban blandas.
Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.
La zanahoria llegó al agua fuerte, dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, estaba hecha pulpa, casi deshecha.
El huevo había llegado al agua frágil. La cáscara fina protegía su interior. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido.
Los granos de café, sin embargo, eran únicos.
Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
lunes, 24 de mayo de 2010
Por qué no quiero tener hijos/ Miquel Silvestre
Rousseu veía todo eso como toda una completa farse de serviedumbre y deshumanización. A él le debemos la idealización del hombre primitivo, del verdadero ser asocial, del no contaminado. Lo que dio en llamar "buen salvaje", libre de toda injerencia, de toda educación colectiva, de toda contaminación. Un ser bueno en suma, pues el hombre no asociado es generoso de por sí. Pero aun admitiendo como bueno semejante disparate, ¿dónde podríamos encontrar hoy en día un buen salvaje?
Sin duda, lo más próximo que el homo contemporaneus puede estar del buen salvaje (ese animal puro, no contaminado por los virus nefandos de la humanidad asociada) se encuentra en su estadio infantil. Así, el Niño es el ser humano más lejano al hombre, entendido éste como conglomerado de influencias, conciencias, complejos y perversiones colectivas, como producto perfecto del contrato social con otros hombres.
Dice Pascal Bruckner, el nuevo enfant terrible del ensayismo francés, que el hombre moderno quiere ser niño perpetuo y víctima ficticia con el propósito de reclamar para sí los privilegios de la irresponsabilidad y de la compensación sin cese.
Pero ¿desde cuándo los niños han empezado a ser mimados, a ser contemplados con arrobada sorpresa, maravillados todos ante la más mínima de sus muestras de animalidad? Porque eso es algo nuevo, radicalmente novedoso. De hecho, El Niño no existía en la antiguedad. El infante no era nada, sólo una cosa frágil que no merecía mucho cuidado, un mero proyecto con escasas probabilidades de sobrevivir debido a la altísima mortalidad infantil. De hecho, no será hasta el renacimiento cuando a Jesús se le represente como un niño. Hasta entonces era un hombre en miniatura en brazos de una Virgen triste.
Sin embargo, con la educación religiosa, ya en el XVII, en las clases acomodadas empieza a germinar la familia como centro de afectos privados, y la concepción de la infancia como un terreno fértil al que hay que proteger. Pero al crío se le tiene como folio en blanco, como madera joven que ha de ser enderezada, tutelada, dirigida.
Pero eso ha sido así hasta la época actual, en que se ha retomado con alborozo el concepto roussoniano de buen salvaje, aunque quizá deformado hasta la caricatura. Hoy, como consecuencia de un rechazo general por el propio sistema cultural y político de Occidente (pero inhábil, cobarde, irreal, ya que nadie quiere renunciar en realidad a su prosperidad de burgués acomodado y consumista, verdadera causa de la injusticia global), se adora a los niños, a los rebeldes, a los artistas y a los indígenas primitivos y atávicos como sujetos libres de prejuicios, y por tanto sabios de forma natural, indeducada, instintiva.
Lo que se ha acabado entendiendo como sabiduría real y verdadera.
Así, nuestro buen salvaje doméstico, el Niño, se ha convertido en el centro del universo, en sujeto de culto, en fierecilla indomable al que todo le está permitido. Donde antes había represión, disciplina y una sucesión interminable de negaciones, hoy hay cucamonas y carantoñas.
Alegría boba ante cualquier salida irreflexiva del monstruo.
Padres torturados por la mala conciencia, y envidiosos de la saludable espontaneidad de su retoño, toleran con una sonrisa todos los graznidos histéricos, todas las pataletas, todas las imposiciones, todas las demandas urgentes y perentorias.
Porque el Niño es ante todo y sobre todo un monstruo destructor, y un consumidor insaciable. Y todos queremos ser como él. Porque creemos que es puro.
Y sobre todo, porque obtiene protección y mimos permanentes.
Por eso yo no quiero tener hijos.
No es que no crea que el mundo es lugar espantoso, que todavía lo será más en el futuro, que la humanidad apesta y que el germen de todo mal se encuentra en el fondo de cada ser humano. Sin duda lo creo, pero eso no me impediría en absoluto traer un humano más a la ciénaga. Y no me importaría porque a mí nadie me preguntó, y porque si mi hijo considerase que la vida es insufrible, a él le correspondería ponerle fin.
En suma, porque desde un punto de vista biológico, la única misión clara que le veo a esta especie detestable es perpetuarse.
Como todas las especies.
No, si yo no quiero hijos no es por una angustia existencial superlativa, sino porque no quiero un monstruo a mi lado. Y menos un monstruo admirable. Y encima un monstruo consciente de sus privilegios. No quiero compartir mi espacio, mi vida, mis comodidades con un ser humano glotón, aullador, obeso y consumidor inagotable de gominolas, televisión basura y marcas deportivas, tan caras como uniformizantes.
No han faltado, sin embargo, quienes me han sugerido que la educación puede evitar ese resultado. Que un férreo control sobre amistades, programas televisivos, horarios, asignaturas, profesores,lugar de juego, de residencia, de vida en suma, podría alterar el natural destino monstruoso del infante.
Me proponen así, !nada menos!, que me convierta en esclavo de mi hijos para tratar de subvertir -ahí es nada- el orden natural del mundo, de la socieadad circundante, de la contemporaneidad pos-posmoderna para hacer del niño una especie de ser perfecto, silencioso, educado, pero aislado en una aséptica burbuja protectora de acero germánico. Me proponen que persiga todos los fantasmas colectivos que se puedan colar por las fisuras de la barrera a fin de conseguir un niño puro, disciplinado, valiente, firme, autosuficiente, sano y generoso.
Y yo digo no. Y mil veces no. Porque no es que me estén planteando un esfuerzo sobrehumano. Tan titánico, como inútil. Sino que aun si fuera factible, si realmente consiguiera ese aislamiento, saldría de esa burbuja un ser tan distanciado de sus congéneres contemporáneos, tan alejado de la normalidad compartida, tan excéntrico en suma, que sólo podría ser un adulto inadaptado.
Un monstruo, en definitiva.
Como su padre.
martes, 20 de abril de 2010
Si vas a intentarlo, ve hasta el final
De lo contrario, no empieces siquiera
Tal vez suponga perder novias, esposas, familia, trabajo
Y quizás la cabeza
Tal vez suponga no comer durante tres o cuatro días
Tal vez suponga helarte en el banco de un parque
Tal vez suponga la cárcel, tal vez suponga humillación
Tal vez suponga desdén, asilamiento.
El aislamiento es el premio.
Todo lo demás es para poner a prueba tu resistencia.
Tus auténticas ganas de hacerlo. Y lo harás.
A pesar del rechazo, además de las ínfimas probabilidades.
Y será mejor que cualquier cosa que pudieras imaginar.
Si vas a intentarlo, ve hasta el final.
No existe una sensación igual.
Estarás solo con los dioses
y las noches arderán en llamas.
Llevarás las riendas de la vida hasta la risa perfecta.
Es por lo único que vale la pena luchar.
Charles Bukowski
El Genio de la Multitud
necedad en el ser humano corriente
como para abastecer cualquier ejército o cualquier jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos que predican en su contra
y los que mejor odian son aquellos que predican amor
y los que mejor luchan en la guerra son _al final_ aquellos que predican paz.
Aquellos que hablan de Dios necesitan a Dios.
Aquellos que predican paz No Tienen Paz.
Aquellos que predican Amor No Tienen Amor.
Cuidado con los predicadores.
Cuidado con los que saben.
Cuidado con aquellos que Siempre están leyendo libros.
Cuidado con aquellos que detestan la pobreza o están orgullosos de ella.
Cuidado con aquellos de alabanza rápida, pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez, tienen miedo de lo que no conocen.
Cuidado con aquellos que necesitan constantes multitudes, no son nada solos.
Cuidado con el Hombre corriente, con la Mujer corriente, Cuidado con su Amor.
Su amor es corriente, busca lo corriente, pero es un genio al odiar.
Es lo suficientemente genial al odiar como para matarte, como para matar a cualquiera.
Al no querer la soledad, al no entender la soledad intentarán destruir cualquier cosa que lo difiera de lo suyo.
Al No Ser Capaces de Crear arte No Entenderán el Arte.
Considerarán su fracaso como creadores, sólo como un fracaso del mundo.
Al No Ser Capaces de Amar Plenamente, Creerán que tu Amor es Incompleto y entonces te odiarán.
Y su Odio será perfecto, como un diamante resplandeciente
Como una Navaja
Como una Montaña
Como un Tigre
Como una Cicuta
Su Mejor
ARTE.
"Charles Bukowski"
viernes, 19 de marzo de 2010
Los signos de la inmortalidad
ese puro destello que me deslumbraba.
Aunque ya nada pueda devolverme
las horas de esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos,
pues siempre, la belleza subsiste en el recuerdo..
Pues aunque el resplandor que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas,
aunque nada pueda hacer volver la hora
del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos, pues encontraremos
fuerza en el recuerdo,
en aquella primera simpatía
que habiendo sido una vez, habrá de ser por siempre,
en los sosegados pensamientos que brotaron
del humano sufrimiento
y en la fe que mira a través de la muerte,
y en los años, que traen consigo las ideas filosóficas.
...............
....................
Gracias al corazón humano, por el cual vivimos,
gracias a su ternuras, a sus alegrías, y a sus temores
la flor más humilde, al florecer, puede inspirarme
ideas que, a menudo, se muestran demasiado profundas para las lágrimas..
La insorportable levedad del ser
Milan Kundera
viernes, 12 de marzo de 2010
Unas manos
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre: era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío el mundo,
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez,
Descanso de ser hombre,
descanso de ser hombre.
A. Gamoneda
Las palmeras salvajes -William Faulkner-
La vieja carne al fin, por vieja que sea.
Porque si la memoria existiera fuera de la carne no sería memoria
porque no sabría de que se acuerda
y así cuando ella dejó de ser,
la mitad de la ceremonia dejó de ser
y si yo dejara de ser todo el recuerdo, dejaría de ser.
Sí, pensó.
Entre la pena y la nada elijo la pena.
Descripción de la mentira [Fragmento]
El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,
y no acepté otro valor que la imposibilidad.
Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,
escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;
escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra
al ingresar en lo que quedaba en mí;
escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en
mi espíritu,
y no pude resistir la perfección del silencio.”
A. Gamoneda
lunes, 8 de marzo de 2010
Esta tarde tuve un sueño
Estaba de viaje en algún lugar, no sé dónde, y me acompañaba mi hermana.
De repente, empiezo a sentir que mi visión es turbia, como si llevaras gafas y se hubiesen empañado los cristales. Sólo podía ver formas indefinidas. Agobiada le pido a mi hermana que nos alejemos de un centro bullicioso, lleno de turistas y de nativos que van de un lado a otro y que nos marchemos caminando a algún lugar a que me atiendan.
No sabemos bien hacia donde ir pero vamos caminando mientras hablamos de mil cosas.
Es extraño, a veces puedo recuperar por un momento la claridad, otras tengo delante de mis ojos como una nebulosa que me impide ver con nitidez.
Vamos por una calle llena de tráfico y un perro muy grande, de color canela y largo pelaje camina despacio por medio de la calzada. Está abandonado, debe de estar exhausto, con hambre.. parece que se arrastra sin dirección. De repente pasa un coche y le golpea las patas traseras. El coche sigue su camino y yo miro cómo el animal derribado en el suelo se queda quieto. Al cabo de un par de minutos se levanta y sigue unos pasos.. con una cojera aún más acentuada, pero resignado, como si no fuera la primera vez, como si estuviese habituado a la indiferencia de la gente y a los golpes.
Antes de poder reaccionar, giro la cabeza para decirle algo a mi hermana y oigo un golpe tan fuerte que cuando miro de nuevo a mi izquierda, compruebo que incluso ha arrancado de cuajo algunas piedras del asfaltado de la calle. El perro está tumbado a un lado, casi muerto. El hombre del coche baja y le grita porque el golpe le abolló la parte lateral de su coche. Luego, sube de nuevo al vehículo y se marcha. En ese momento soy consciente de que estoy viendo con toda claridad esa escena.
La gente pasa a su lado pero nadie se detiene a auxiliarlo. El perro se muere. Me voy hacia él y cuando lo tengo justo enfrente le tiendo la mano, él agacha la cabeza y cierra los ojos.. creo que tiene miedo. Pero él sabe que yo no le voy a hacer ningún daño y se acerca buscando mis caricias. De repente siento que me ahogan un montón de sensaciones en la garganta. Siento tanta rabia e impotencia que estallo en un grito horrible para caer al final derrumbada sobre mis rodillas al lado del perro. Con los ojos cerrados, poso la mano izquierda sobre la cabeza del animal que descansa encima de mis piernas mientras le acaricio su pelo.. su tacto es cada vez más suave.
Todo es confusión ahí fuera. Me parece oír gente pero como a lo lejos, creo adivinar luces de coches que me apuntan directamente a los ojos pero no puedo distinguirlos, no pueden pasar porque estamos justo en medio de la calle, pienso. No me importa, les odio a todos. Sigo con los ojos cerrados, mi propio grito me ha dejado en un estado de aislamiento en el que sólo existe la soledad de ese perro y yo.
Lloro deshecha.., es un llanto amargo que no deja escapar apenas lágrimas, porque no arranca de tanto que duele. Y no puedo concentrarme más que en los últimos estertores de ese animal, en su respiración y en cómo habrá sido su vida.. y sigo llorando porque me invade una pena infinita.. no puedo concebir que un ser vivo pueda conocer el amor y la compasión justo cuando está a punto de morir. Y sigo llorando y llorando porque creo que no merece la pena vivir en un mundo en el que te arrastras para ser golpeado una y otra vez mientras buscas ayuda a tu alrededor y no encuentras mas que indiferencia...
Y comprendo entonces por qué no puedo distinguir luces o personas, por qué no puedo reconocer los sonidos de la calle, por qué lo encuentro todo turbio, lejano y borroso..
Maya
miércoles, 3 de marzo de 2010
El Libro del Desasosiego
¿Quién sabe siquiera lo que piensa, o lo que desea?
sábado, 27 de febrero de 2010
Invisibilidad
el resto es silencio.
Sólo que el silencio no existe.
Las palabras no hacen el amor,
hacen la ausencia.
Si digo agua, ¿beberé?
Si digo pan, ¿comeré?
Lo que pasa con el alma es que no se ve.
Lo que pasa con el espíritu es que no se ve.
¿De dónde viene esa conspiración de invisibilidad?
Ninguna palabra es visible.
"El lado oscuro del corazón 2"
lunes, 15 de febrero de 2010
Déjame enredarme (Amante)
Déjame enredarme en cada mechón de tu placer desconocido. Anudándolo a mis pies cuando me sujeten las piernas a tus hombros. Abierta de par en par. Totalmente anegada. Rendida. Colmada. Préstalo a mi boca, que mi lengua lo recorra, que lo empape de mí. Dáselo a mis diez juguetes calientes, enmarañados en tu nuca, ensimismados con su premio. Arrástralo por cada punto cardinal. Barre con él mi latitud. Recréate en mis colinas, sin tiempo, sin prisa, mientras mi cuello te ofrece su sangre ardiente. Muévete tan dentro, tan hondo, tan duro… déjale volar en cada entrada, en cada salida. Prometo excitarlo. En un clímax sedoso, largo, oscuro, perfecto. Regálame tus labios húmedos, mientras tu pelo observa en mis caderas. Una vez solamente. Nada más un encuentro. No puedo esperar mucho más. Enrédame ahora.
AMANDO
Te enredo. A mi antojo.
AMADO
Tensos tus hombros me amarran, fuertes. Me invitas a lamer cada beso. Clavadas mis uñas en las sinuosas dunas de tu espalda. Tus muslos me provocan, me aprietan, me siembran. La brisa se excita… y gime. Las nubes descienden al tiempo que tú me elevas. Se dejan morder, tocar, rozar… y su sabor nos colma. Aquel que sólo tu y yo tenemos permiso para gozar. En secreto. Nunca en vano.
Un poema de Ana Arroyo
miércoles, 10 de febrero de 2010
Llorar a chorros
Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta. Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando. Festejar los cumpleaños familiares, llorando. Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuies y los cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien. Llorarlo con la nariz, con las rodillas. Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría. Llorar de frac, de flato, de flacura. Llorar improvisando, de memoria. ¡Llorar todo el insomnio y todo el día!
Oliverio Girondo
lunes, 8 de febrero de 2010
Lugares comunes
"El despertar de la lucidez puede no suceder nunca pero cuando llega, si llega, no hay modo de evitarlo. Y cuando llega, se queda para siempre. Cuando se percibe el absurdo, el sinsentido de la vida, se percibe tambien que no hay metas y que no hay progreso.
Se entiende, aunque no se quiera aceptar, que la vida nace con la muerte adosada;
que la vida y la muerte no son consecutivas, sino simultaneas e inseparables.
Si uno puede conservar la cordura y cumplir con normas y rutinas en las que no cree es porque la lucidez nos hace ver que la vida es tan banal que no se puede vivir como una tragedia..."
El dolor de la lucidez
"Me preocupa que tengan siempre presente que enseñar quiere decir mostrar. Mostrar no es adoctrinar, es dar información pero dando también, enseñando también, el método para entender, analizar, razonar y cuestionar esa información.
Si alguno de ustedes es un deficiente mental y cree en verdades reveladas, en dogmas religiosos o en doctrinas políticas sería saludable que se dedicara predicar en un templo o desde una tribuna.
Si por desgracia siguen en esto, traten de dejar las supersticiones en el pasillo, antes de entrar en el aula. No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, eso no sirve. Lo que se impone por la fuerza es rechazado y en poco tiempo se olvida. Ningún chico será mejor por saber de memoria el año en que nació Cervantes. Póngase como meta enseñarles a pensar, a que duden, que se hagan preguntas. No los valoren por sus respuestas. Las respuestas no son la verdad, buscan una verdad que siempre será relativa.
Las mejores preguntas son las que se vienen repitiendo desde los filósofos griegos. Muchas son ya lugares comunes, pero no pierden vigencia: qué, cómo, dónde, cuándo, por qué. Si en esto admitimos, también, eso de que "la meta es el camino", como respuesta no nos sirve. Describe la tragedia de la vida, pero no la explica. Hay una misión o un mandato que quiero que cumplan. Es una misión que nadie les ha encomendado, pero que yo espero de ustedes, como maestros, se la impongan a sí mismos: despierten en sus alumnos el dolor de la lucidez. Sin piedad. Sin límites".
lunes, 25 de enero de 2010
Arenas Movedizas/Sables Mouvants
Vientos y mareas
A lo lejos ya el mar se ha retirado
Y tú
Como un alga que el viento dulcemente acaricia
En las arenas del lecho te agitas soñando
Demonios y maravillas
Vientos y mareas
A lo lejos ya el mar se ha retirado
Pero en tus ojos entreabiertos
Dos diminutas olas se han quedado
Demonios y maravillas
Vientos y mareas
Dos diminutas olas para ahogarme.
Démons et merveilles
Vents et marées
Au loin déjà la mer s'est retirée
Démons et merveilles
Vents et marées
Et toi
Comme une algue doucement carressée par le vent
Dans les sables du lit tu remues en rêvant
Démons et merveilles
Vents et marées
Au loin déjà la mer s'est retirée
Mais dans tes yeux entrouverts
Deux petites vagues sont restées
Démons et merveilles
Vents et marées
Deux petites vagues pour me noyer.
Jacques Prévert
miércoles, 20 de enero de 2010
Tanto soñé contigo
¿Todavía hay tiempo para alcanzar ese cuerpo vivo y besar sobre esa boca el nacimiento de la voz que quiero?
Tanto soñé contigo que mis brazos habituados a cruzarse sobre mi pecho cuando abrazan tu sombra, quizá ya no podrían adaptarse al contorno de tu cuerpo.
Y frente a la existencia real de aquello que me obsesiona y me gobierna desde hace días y años, seguramente me transformaré en sombra.
Oh balances sentimentales.
Tanto soñé contigo que seguramente ya no podré despertar. Duermo de pie, con mi cuerpo que se ofrece a todas las apariencias de la vida y del amor y tú, la única que cuenta ahora para mí, más difícil me resultará tocar tu frente y tus labios que los primeros labios y la primera frente que encuentre.
Tanto soñé contigo, tanto caminé, hablé, me tendí al lado de tu fantasma que ya no me resta sino ser fantasma entre los fantasmas, y cien veces más sombra que la sombra que siempre pasea alegremente por el cuadrante solar de tu vida.
Robert Desnos
Los Amantes
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.
Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.
Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.
Julio Cortázar
lunes, 18 de enero de 2010
Poema persa
Momentos felices
Abrir nuestras ventanas, sentir el aire nuevo,
pasar por un camino que huele a madreselva,
beber con un amigo, charlar o bien callarse,
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro,
mirarse en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarte nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?
Gabriel Celaya.
La última cinta- Samuel Beckett
Extraído de El escriba sentado de Manuel V. Montalbán.
viernes, 8 de enero de 2010
Aún me quieres?
- qué?
- que si aún me quieres?
Sobrevino una breve pausa.
- qué clase de pregunta es esa?
- una pregunta.
- ya, pero...
- es por la hora o por la pregunta?
- por las dos cosas.
Hizo un movimiento que ella interpretó perfectamente.
- no enciendas la luz.
Diálogo de Jordi Sierra i Fabra.
Gracias, Rafa.