El oxido se posó en mi lengua como el sabor de una desaparición.
El olvido entró en mi lengua y no tuve otra conducta que el olvido,
y no acepté otro valor que la imposibilidad.
Como un barco calcificado en un país del que se ha retirado el mar,
escuché la rendición de mis huesos depositándose en el descanso;
escuché la huida de los insectos y la retracción de la sombra
al ingresar en lo que quedaba en mí;
escuché hasta que la verdad dejó de existir en el espacio y en
mi espíritu,
y no pude resistir la perfección del silencio.”
A. Gamoneda
No hay comentarios:
Publicar un comentario