En su jardín de Atenas, Epicuro hablaba contra los miedos.
Contra el miedo a los dioses, a la muerte, al dolor y al fracaso.
Es pura vanidad, decía, creer que los dioses se ocupan de nosotros. Desde su inmortalidad, desde su perfección, ellos no nos otorgan premios ni castigos. Los dioses no son terribles porque nosotros, efímeros, mal hechos, no merecemos nada más que su indiferencia.
Tampoco la muerte es terrible, decía. Mientras nosotros somos, ella no es; y cuando ella es, nosotros dejamos de ser.
¿Miedo al dolor? Es el miedo al dolor el que más duele, pero nada hay más placentero que el placer cuando el dolor se va.
¿Y el miedo al fracaso? ¿Qué fracaso? Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco, pero ¿qué gloria podría compararse al goce de charlar con los amigos en una tarde de sol? ¿Qué poder puede tanto como la necesidad que nos empuja a amar, a comer, a beber?
Hagamos dichosa, proponía Epicuro, la inevitable mortalidad de la vida...
Espejos. E. Galeano
2 comentarios:
No sé, me hace pensar, y no me convence. Es cierto que la mayoría de los miedos son irracionales, pero no me convence hacer dicha de la mortalidad...
¡Ay! La vida del individuo puede que sea mortal, pero la vida de la comunidad, de la especie, de las instituciones humanas no es tan mortal...
Me parece bien que todo tenga su fin. Hemos de dejar algo de espacio a los que llegan. Y no me interesa saber si morimos para nacer otra vez y otros finales felices con los que las religiones nos cantan la nana,
sólo sé que aquí y ahora.
Hagamos que sea bueno lo que nos quede por vivir o tal vez soñar
Abrazo
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