En 1992, mientras se celebraban los cinco siglos de algo así como la salvación de las Américas, un sacerdote católico llegó a una comunidad metida en las hondonadas del sureste mexicano. Antes de la misa, fue la confesión.
En lengua tojolobal, los indios contaron sus pecados.
Carlos Lenkersdorf hizo lo que pudo traduciendo las confesiones, una tras otra, aunque él bien sabía que es imposible traducir esos misterios:
–Dice que ha abandonado al maíz –tradujo Carlos–. Dice que muy triste está la milpa. Muchos días sin ir.
–Dice que ha maltratado al fuego. Ha aporreado la lumbre, porque no ardía bien.
–Dice que ha profanado el sendero, que lo anduvo macheteando sin razón.
–Dice que ha lastimado al buey.
–Dice que ha volteado un árbol y no le ha dicho por qué.
El sacerdote no supo qué hacer con esos pecados, que no figuran en el catálogo de Moisés.
E. Galeano.
Para Josu Sein.. él ya sabe porqué.
2 comentarios:
Texto ideal para tu nombre.
Merci Maya!
Para los blancos católicos pecadores son todos aquellos que no se someten, y virtuosos son los dominadores.
Han desvirtuado el sentido de la vida y el respeto.
Aqui estoy leyendo... tus Galeano...
...Primero confesar y después comulgar (entrar en contacto con el "Señor") ???
Y el sacerdote buscando en el manual... aún debe estar mirando.
Comulgar podríamos todos, quizá si apartaran las ruedas del molino..
Precioso blog!
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