Archivo del blog

martes, 10 de diciembre de 2019

Los gurús del coach

Madre mía qué urticaria severa me dan los gurús del dinero y del coaching empresarial.
Cada pocos días alguno de estos personajes me hace un follow en Twitter para que yo le haga otro follow basado en el yo-te-sigo-tú-me-sigues y así todos prosperamos en la vida.
Esa gente que habla de crear tu  marca personal, de encajar los fracasos como una oportunidad, que mezclan todos esos conceptos que han aprendido en Icade con 4 libros de autoayuda baratos me enferma.
Estos seres dan consejos puestos hasta las cejas de complejos vitamínicos y saludos al sol , batidos détox y vidas equilibradas.  Practicantes de mindfulness y hacedores de un "mundo mejor", la filosofía del éxito y del “tú puedes lograr tu sueño de hacerte rico” es una suma de lo más ingenuo de la autoayuda de saldo con lo más retorcido del capitalismo feroz.
Una sarta de estupideces que mezclan superstición new age con toda la maldad de un sistema que engulle a sus miembros, los mastica y luego los caga. Este supuesto pensamiento positivo es capitalismo disfrazado de espiritualidad banal y generador de despolitización y estupidez.
Esos cursos impartidos por tunantes que llevan por título: "ganar dinero es fácil"  viene a decirte en tu careto que si eres pobre es culpa tuya porque te falta optimismo.
No digo esto porque soy envidiosa y pobre y odio a los ricos; en absoluto. De hecho vivo la mar de bien y encima me pagan por hacer cosas que amo, pero me mosquea muchísimo la gente que ningunea cualquier visión compleja de la vida en la que se tienen en cuenta factores socioeconómicos, dejando toda responsabilidad política al "si de verdad quieres; puedes"  o en su defecto "la magia que todo lo inunda".
Esta gente utiliza la palabra universo para hablar del dios de de toda la vida, un ente al que se le suponen poderes y que además nos va a escuchar y mandar dinerito  si le hablamos alto y claro  con una sonrisa de oreja a oreja.
Esta gente cuqui, super morena y con los dientes mega blancos aseguran en sus páginas, cursos y canales de youtube que todo lo que tienes y eres depende exclusivamente de ti y de tu alineación con el " Universo" (dios, vamos).
Debajo de esa filosofia barata se esconde una realidad  mucho más dura y es que la vida amiguitos, no es igual para todos, la libertad es un concepto inventado, la meritocracia son los padres,  y sobre todo que la fantasía de control que te hace creer que todo en tu vida depende de ti es sólo eso, UNA FANTASÍA DE CONTROL.
Que la vida es impredecible y puñetera y que también se pierde.
Sí, se pierde y no todo depende de ti. No todos los fracasos son oportunidades y tu radio de acción es el que es.
Hay fracasos y hostias, y desigualdad y caca.
Y  la vida no es cuqui, la vida es lo que es.

Virginia Rodrigo
Percuautora

domingo, 8 de diciembre de 2019

Historia de un matrimonio

¿Cuándo se quiebra una pareja? ¿Cuándo se produce ese momento de no retorno que acaba con todo y hace que ya nada vuelva a ser igual? Es triste admitir que ese instante no existe. El amor siempre muere de forma gradual, tal y como nosotros envejecemos. El final no es más que la consecuencia de un conjunto de costumbres, hechos y banalidades, que acaban esculpiendo el fracaso sentimental.

En cambio, el comienzo del romance es instantáneo. Amamos aquello que aparece en mitad de la nada para cambiarlo todo. Es sencillo rendir pleitesía y adoración por ese sentimiento que no sabemos explicar y transforma nuestros días de una forma salvaje. Pero es tortuoso y cansado aceptar y rendirse a la letanía y racionalidad de la costumbre y de lo previsible. Nos sentimos especiales cuando nos enamoramos. Pero no nos reconocemos cuando llega el desamor.

Proust decía: "El amor es la más bella de las mentiras que vive atrapada por la más terrible de las verdades: el paso del tiempo. Lo sabemos, y aún así queremos seguir creyendo en la mentira y convertimos nuestros días en una constante lucha por negar la verdad".

miércoles, 4 de diciembre de 2019

A vos te gustan los pobres


A vos te gustan los pobres.
A vos nadie puede acusarte de ser mala persona, o discriminador si a vos te gustan los pobres.

Te gustan los pobres cuando son ubicados, cuando agradecen la limosna con un "Dios la bendiga señora", "que Dios se lo pague, patrón", y se alejan con la cabeza gacha.

Te gustan los pobres que te ofrecen cortarte el pasto del cantero o limpiarte la vidriera del local, y te dicen deme lo que quiera, porque ya sabemos que trabajo hay, que no trabaja el que no quiere. O el que quiere un pago justo.

A vos te gustan los pobres que reciben, sin quejarse, la ropa rota y sucia que llevás a las caridades, porque ya no te sirve ni de trapo de cocina, pero seguro que a ellos, pobrecitos, les va a servir, aunque sean medias rotas, remeras manchadas, y hasta calzones usados.

Te gustan los pobres que no se animan a desear el asado de los domingos, ni el Samsung Galaxy S9, ni las zapatillas de marca, porque eso no es para ellos. La antena del DTV en un ranchito te ofende, igual que la piba sacándose fotos en una pieza sin revoque.

Los pobres en la calle, gritando justicia, exigiendo derechos, pasan automáticamente de la categoría de "pobre gente" a la de "negros de mierdx".

Porque, como se atreven los pobres a desear, y peor aún, a exigir? ¿Cómo van a querer mirar la misma película que vos, tener el mismo teléfono que tu hija, las mismas zapatillas que tu hijo si ellos son pobres y vos no.

Hace tiempo, una mujer a la que ni quería ni respetaba, me dijo que desde que salieron "los planes" ya no conseguías una chica que te barra la vereda. Lo que no dijo fue que su vereda era de media cuadra, y que les daba diez pesos y una bolsita con pan viejo y desmigajado, ese que queda en la mesa después de comer. Porque el que tiene hambre, come lo que sea. Más o menos lo mismo que dijo la senadora riojana por Cambiemos, la señora Olga Brizuela, cuando propuso que la sociedad civil se organice para darles los desperdicios a los más necesitados, o lo que pensó la gobernadora Vidal, cuando mandó lechuga podrida, y flancitos con la fecha de vencimiento borrada a las y los pibitos del jardín 970, en La Plata.

A vos nadie puede acusarte de no ser caritativo. Eso sí, no con todos, solo con los que no andan cortando calles y levantando ollas revolucionarias para toda la comunidad, solo con los que no exigen, sino que vienen, calladitos y humildes a pedir tus desperdicios, y después agradecen.

A vos te gustan los pobres, pero no todos.
Sólo los que te hacen sentir rico.


(Un texto de Cecilia Solá
(Publicado por Revista Livertá!)
#RevistaSudestada

lunes, 2 de diciembre de 2019

El crujido/ Charles Bukowski

Demasiado, muy poco
muy gordo
muy delgado
o nadie.
Risa o lágrimas
rivales o amantes.

Extraños con rostros
como el reverso
de dedos pulgares

Ejércitos corriendo entre
calles sangrientas
agitando botellas de vino
acuchillando
y cogiendo con vírgenes

Un viejo en un cuarto barato
con una fotografía de M. Monroe

Hay una soledad tan grande en este mundo
que puedes verla en el lento movimiento
de las manecillas de un reloj.

La gente está cansada
mutilada
por el amor o el desamor
la gente no es buena con los demás
el uno al otro

El rico no es bueno con el rico
el pobre no es bueno con el pobre.
Tenemos miedo.

Nuestro sistema educativo nos dicebque todos podemos
llegar a ser
ganadores de culo grande

No se nos dijo
de los atrevidos
o los suicidas
o del terror de una persona
adolorida, 
en un lugar solitario
intocable
indecible.

Regando una planta

La gente no es buena con la demás
La gente no es buena con la demás
La gente no es buena con la demás
y supongo que nunca lo serán
y no les pido que lo sean.

La cuenta suspenderá
las nubes nublaran,
el asesino decapitará al niño
como si diera una mordida a un cono de helado.

Demasiado, muy poco
muy gordo
muy delgado o nadie.

Más rivales que amantes
La gente no es buena con la demás
tal vez si lo fueran
nuestras muertes no serían tan malas
mientras tanto, miro a las jovencitas
codiciadas
flores de oportunidad.

Debe haber una manera
seguramente debe haber una manera
en la que todavía no hemos pensado
¿quién puso este cerebro en mí?

él llora
él pide
él dice que hay oportunidad
ésta no dirá no.



miércoles, 27 de noviembre de 2019

La muerte en vida

No hay que lamentarse por la muerte, como no hay que lamentarse por una flor que crece. Lo terrible no es la muerte, sino las vidas que la gente vive o no vive hasta su muerte. No hacen honor a sus vidas, les mean encima. Las cagan. Estúpidos gilipollas.
Se concentran demasiado en follar, ir al cine, el dinero, la familia, follar. Sus mentes están llenas de algodón.
Se tragan a Dios sin pensar, se tragan la patria sin pensar.
Muy pronto se olvidan de cómo pensar, dejan que otros piensen por ellos. Sus cerebros están rellenos de algodón. Son feos, hablan feo, caminan feo. Ponles la gran música de los siglos y no la oyen.
La muerte de la mayoría de la gente es una farsa. No queda nada que pueda morir.

Charles Bukowski. “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco”.

Comer mierda/ David Torres


Decía Gandhi que el progreso y la grandeza moral una civilización podían ser juzgados por el modo en que trata a sus animales. Me parece -como decía George Bernard Shaw sobre la noticia de su propia muerte- un lujo exagerado y prematuro. Creo que fijarse en los perros cojos, los gatos apedreados, los caballos famélicos y los galgos ahorcados después de las cacerías es apuntar demasiado alto. Hoy, casi un siglo después, nos conformaríamos con juzgar nuestra civilización por el modo en que trata a los seres humanos más débiles: a los parados, a los mendigos, a los desahuciados por los bancos, a los enfermos sin recursos y a los dependientes. Sobre todo, a los dependientes, esa palabra de la que dependen tantas cosas.

Hace unos meses, diversas asociaciones de Servicios Sociales alertaron de que en 2018 murieron 30.400 personas apuntadas en las listas de dependencia, más de ochenta muertos al día esperando una ayuda que tenían reconocida por ley. Hoy día, según ese mismo informe, son más de un cuarto de millón de españoles los que aguardan a recibir prestaciones o servicios a los que tienen derecho. El dinero público en España, ya se sabe, está para salvar cajas de ahorros, las mismas que hipotecan la vida de los moribundos y luego los echan a la puta calle; para rescatar autopistas arruinadas por millonarios y que luego puedan volver a comprarlas por diez céntimos; para pagar a los florentinos las prospecciones petrolíferas que les salen rana y los negocios inmobiliarios que les salen pez; para fabricar aeropuertos en Ciudad Real, Castellón y otros destinos turísticos con un tráfico aéreo de medio avión al mes; para comprarles flores y adornos a la familia real, no vayan a quedarse sin un ramo de rosas que poner en el jarrón, pobrecillos.

Uno de los mantras más repetidos de la ultraderecha es “los españoles primero”, aunque, claro está, no se refieren a los dependientes, a la anciana que agoniza sola en su cama, al inválido que malvive prisionero en un quinto sin ascensor y ni siquiera puede bajar las escaleras. Tampoco se refieren a los vagabundos que duermen en los cajeros automáticos como antes dormían en los atrios de las iglesias, tapándose con cartones y mantas raídas; ni a la gente que rebusca en la basura; ni a las familias a las que no les alcanza el sueldo para llegar a fin de mes. Ésos, los pobres, como si fueran extranjeros, inmigrantes sin papeles, refugiados de la mala suerte, españoles del otro bando, de los que siguen enterrados en las cunetas, pudriéndose en osarios sin nombre, esperando un ramo de rosas.

Antes de Cien años de soledad, García Márquez escribió El coronel no tiene quien le escriba, una novela en la que un militar jubilado y su esposa aguardan en vano, sin desesperación y sin esperanza, la pensión que el gobierno le tiene prometida desde hace años, alimentándose de sobras, raspando el óxido de la lata vacía para fingir que se toman un café por la mañana. Es, probablemente, el único libro en nuestro idioma que concluye con un taco malsonante, el mismo que los dependientes españoles escuchan día a día de las altas instancias mientras van falleciendo al ritmo de tres y pico por hora, el mismo que resume la conciencia social de nuestros sucesivos gobernantes. La mujer le pregunta al coronel qué van a comer ahora, dime tú qué comemos, y el coronel se siente “puro, explícito, invencible” en el momento de responder: “Mierda”.

martes, 26 de noviembre de 2019

La carga del hombre blanco. 500 años de tristeza


Vinieron por el litio y el gas en Bolivia.
Antes por el oro del Perú y la plata de Potosí.
Las bananas de centroamérica.
El caucho del amazonas, el petróleo de Venezuela
El azúcar y el tabaco de cuba.
El café de Colombia.
El cobre de Chile
Los peces de la plataforma.
Las ovejas de la patagonia trágica.
Los lagos y el paraíso del sur con un millón de hectáreas.

Vinieron por los aztecas, los mayas, los incas, los mapuches, los guaraníes, los quechua y aymaraes.

Por los negros de piel esclavizada, por los brazos de los blancos de un suburbio industrial de latinoamérica.

Quieren el agua de la Antártida y del acuifero guaraní.

Se llevaron la tierra, el agua, los lagos, los ríos, los mares, los arboles y TANTAS VIDAS.

Trajeron infiernos, explotación, llanto y hambre.

Explicadas por las posverdades de un mundo de pocos, los mefistofélicos, exultantes de odio y vanidad, de armas poder.

500 años de tristeza para un pueblo alegre, pleno de trabajo, deseo y esperanza. Perseguido, asesinado, humillado, desocupado, mal comido.

Temo por la condición humana. Por la identidad de nosotros. Por la persistencia del odio como sistema.

Están transformando a la tierra en un campo de exterminio violento y con armas , a veces, y sutil siempre sin pan para muchos.

Nicolás Guillén.

lunes, 18 de noviembre de 2019

Espectadores estúpidos

JOHN DE MOL, creador de Gran Hermano, dedicaba unas palabras que me causan tanto espanto como asco, al ser preguntado por la razón del longevo éxito de su formato en países como España o Argentina. La respuesta fue esta, y lo peor es que tienen un alto componente de verdad:
"La inmensa mayor parte de la gente es estúpida y no sabe que lo es. Creo que todos somos conscientes de eso y siempre lo hemos pensando. En lo que no ponemos el foco es en dos hechos esenciales: uno, la persona estúpida no solo no sabe que lo es sino que tiende a creer que es más inteligente que el resto y, dos, y mucho más importante: el ser humano siempre tiende, por una mera cuestión adaptativa, cultural y educativa, a tratar de empatizar con aquel que considera inferior. Son estudios que manejamos desde que creamos el programa, no es mera elucubración.
¿A que nos lleva eso? A que si yo meto en una habitación a 9 personas inteligentes y a un estúpido con alta autoestima, siempre, absolutamente siempre, la conversación grupal tenderá a ponerse a la altura del estúpido. Ese es el factor alrededor del cual gira el programa Gran Hermano.
Ahora volvamos al principio: "la inmensa mayor parte de la gente es estúpida". Después pensemos en las sociedad en la que vivimos, donde la gente viene a la vida sin cástings de ningún tipo. La opinión general, la voz de la gente, tiende, irremediablemente a la estupidez si no se imparte una educación crítica desde edades tempranas.
Eso explica por qué , en nuestro programa, podemos captar a todo tipo de personas, de todos los estratos sociales, pero jamás, jamás, seleccionamos a personas con capacidad de crítica y autocrítica, porque sencillamente tienden a conciliar y a encontrar caminos que permiten evitar el conflicto bajo los parámetros del diálogo y eso no nos interesa bajo ningún concepto.
Yo tengo que admitir que Gran Hermano, al principio, nunca fue un "experimento social" porque no representaba a toda la sociedad. Pero ahora, justo cuando más denostado es el programa, debo decir que GH sí que representa a la sociedad. Nuestros cástings son cada vez más sencillos, cada vez es más fácil encontrar a gente, inteligente o no, con una nula capacidad de empatizar o de ser crítica. Y eso es tan alarmante como lógico, dada la deriva educacional del mundo occidental."
(para BBC Radio)

domingo, 17 de noviembre de 2019

Una oda a la risa

"En una época de mi vida, pasé una depresión terrible. No quería salir de casa, no quería hacer absolutamente nada. Tenía el alma en ruinas. Llevaba meses metido en mi habitación, sin coger llamadas, total y absolutamente bloqueado.

Comencé a ver Curb Your Enthusiasm como una especie de terapia. Me tragué las seis temporadas en un fin de semana. Y no me preguntéis cómo, a partir de aquello comencé a construir un pequeño punto de inflexión que me catapultó de nuevo a una vida normal.

La risa es la razón esencial por la que estamos aquí. Olvidaros de la paz y una vida confortable. Sin risa no hay nada, absolutamente nada.

Así que cuando critiquéis a Larry por su forma cínica de ver la vida, por su causticidad y negrura, entended que Larry no ha venido al mundo a traer desgracia, que es lo que hacéis vosotros. Vosotros sois los cáusticos, los cínicos. Vosotros sois los que tenéis el alma oscura como el carbón.

Los cómicos somos esa orquesta que toca mientras el barco se hunde. Algunos gilipollas decidís coger vuestro bote y hundiros en la negrura de la noche. Otros preferimos reír y morir ahogados con una sonrisa en la boca."

Chris Rock

martes, 12 de noviembre de 2019

Ser de derechas



A mi no me extrañan los resultados del domingo, porque en definitiva es mucho más fácil ser de derechas que ser de izquierdas.
Para ser de derechas lo único que tienes que hacer es dejar que el miedo natural que sientes como mamífero dirija tu vida y tus decisiones.
Es facilísimo conectar con un discurso del miedo, porque miedo a lo desconocido tenemos todos.
El miedo es la más básica de las emociones, lo tienen la rata, el caimán y tu perrete Alfredo. Lo difícil es trascender el miedo y elegir la empatía con el otro.
Lo fácil es agarrarte a tus privilegios y no hacer el esfuerzo de empatizar por el que está peor que tú.
Lo que nos hace humanos es precisamente la posibilidad de ir más allá del miedo.
Lo difícil es cuestionar tus privilegios y dejarle un hueco al que está jodido.
Así que ser de derechas es facilísimo: se trata de que prime el miedo y el egoísmo en tu vida Y A FUNCIONAR.
Esta gentuza innombrable con 52 escaños apela al miedo y a los más bajos instintos para convencernos de que el hombre es un lobo para el hombre.
SER DE DERECHAS ES TAN FÁCIL.
Yo a veces también me comporto como una persona de derechas: Cuando voy en coche y tengo prisa, cuando estoy muy cansada (digamos en mis horas bajas) sale lo peor de mi.
Yo también soy clasista, machista, racista, aporofóbica y si me apuras un poquito homofóbica a ratos, pero no soy tan gilipollas como para vanagloriarme de ello.
No se trata de buenismo, se trata de hacer el esfuercito de pasar por el mundo sin ser un trozo de mierda.

Resultados electorales del 10N.
Virginia Rodrigo 

domingo, 3 de noviembre de 2019

sábado, 2 de noviembre de 2019

Distinto/ Juan Ramón Jiménez

“Lo querian matar los iguales
porque era distinto.
Si veis un pájaro distinto, tiradlo
si veis un monte distinto, caedlo
si veis un camino distinto, cortadlo
si veis una rosa distinta, deshojadla
si veis un rio distinto, cegadlo.
si veis a un hombre distinto, matadlo.

¿Y el sol y la luna dando en lo distinto?
Altura, olor, largor,
frescura, cantar,
vivir distinto de lo distinto
lo que seas, que eres distinto.
(monte, camino, rosa, rio, pájaro, hombre)

Si te descubren los iguales,
huye a mi,
ven a mi ser, 
mi frente,
mi corazón distinto.”

https://youtu.be/thoQNZ4cLwI

martes, 29 de octubre de 2019

Balada del mal amor/ José Ángel Buesa

Qué lástima, muchacha,
que no te pueda amar...
Yo soy un árbol seco que sólo espera el hacha,
y tú un arroyo alegre que sueña con la mar.

Yo eché mi red al río...
Se me rompió la red...
No unas tu vaso lleno con mi vaso vacío,
pues si bebo en tu vaso voy a sentir más sed.

Se besa por el beso,
por amar el amor...
Ese es tu amor de ahora, pero el amor no es eso;
pues sólo nace el fruto cuando muere la flor.

Amar es tan sencillo,
tan sin saber por qué...
Pero así como pierde la moneda su brillo,
el alma, poco a poco, va perdiendo su fe.

¡Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar!
Hay velas que se rompen a la primera racha,
¡y hay tantas velas rotas en el fondo del mar!

Pero aunque toda herida
deja una cicatriz,
no importa la hoja seca de una rama florida,
si el dolor de esa hoja no llega a la raíz.

La vida, llama o nieve,
es un molino que
va moliendo en sus aspas el viento que lo mueve,
triturando el recuerdo de lo que ya se fue...

Ya lo mío fue mío,
y ahora voy al azar...
Si una rosa es más bella mojada de rocío,
el golpe de la lluvia la puede deshojar...

Tuve un amor cobarde.
Lo tuve y lo perdí...
Para tu amor temprano ya es demasiado tarde,
porque en mi alma anochece lo que amanece en ti.

El viento hincha la vela, pero la deshilacha,
y el agua de los ríos se hace amarga en el mar...
Qué lástima muchacha,
que no te pueda amar...

lunes, 28 de octubre de 2019

El miedo mata la mente

No conoceré el miedo.
El miedo mata la mente.
El miedo es el pequeño mal que conduce a la
destrucción total.
Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí
y a través de mí.
Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior
para escrutar su camino.
Allí por donde mi miedo haya pasado
ya no quedará nada, solo estaré yo.

Frank Herbert, Dune. 

domingo, 27 de octubre de 2019

Politizar la miseria. A propósito de Joker


Dudo mucho que el éxito de la película Joker fuese el mismo si se titulara Arthur Fleck, el nombre del triste protagonista al que su madre en la ficción llama Happy. Aunque me parece inteligente como estrategia comercial, que conste.

Ese título que hace alusión al gran villano de la saga de Batman ha conseguido seguramente atraer a las salas a multitud de seguidores del cine de superhéroes en todo el mundo. Pero lo que se han encontrado tiene muy poco que ver con una batalla épica del Bien contra el Mal y sí mucho que ver con el abandono al que esta sociedad de “libre” mercado somete a los enfermos mentales. 

En la película vemos a Arthur de un sitio a otro, movilizado por la urgencia de lograr algunos ingresos con los que sobrevivir en medio de una ciudad sórdida y fría donde tanto tienes, tanto vales. Asistimos al colapso afectivo de un desgraciado que ve cómo en la televisión aparece un popular millonario que hace campaña electoral despreciando a los “perdedores”, los losers de una constante guerra de clases en la que los únicos que parecen tener conciencia de que están librando una guerra forman parte de la élite del dinero. 
Por eso ganan, justamente por eso no han dejado nunca de ganar.

En un determinado momento, una trabajadora social negra —un detalle que nos señala la racialización del empleo público en los Estados Unidos— informa a Arthur de que, debido a los recortes en los servicios sociales, van a cerrar esa oficina y ya no podrá entregarle gratuitamente sus medicamentos. Y apostilla que a los que gobiernan les importan una mierda tanto él, un enfermo pobre, como ella, una trabajadora que atiende a los excluidos del banquete de los triunfadores. Con esta escena paro de desmenuzar la trama de una película que, en mi opinión, merece ser vista, pero, sobre todo, sentida.

Nosotros, usted y yo, quizá no estemos tan enfermos como Arthur Fleck, pero sí es muy probable, en cambio, que estemos igual de “movilizados” que él, yendo de acá para allá en busca del sustento. En mi caso concreto, tuve que alejarme de familia y amigos y atravesar un océano. Y eso duele. Nunca deja de doler a pesar de todo lo bueno que he encontrado en mi tierra de acogida. Duele porque yo no escogí irme. Duele porque acaba de suceder algo tan maravilloso como el nacimiento de un nuevo sobrino, pero sé que, si todo va como se espera, no lo podré tener en mis brazos hasta que el niño esté a punto de cumplir un año. Hace daño no poder olerlo porque los bebés desprenden un intenso olor a vida.

El teórico italiano Franco “Bifo” Berardi nos advierte de que el capitalismo tardío convertido en “capitalismo absoluto” —y terminal, añado—, este sistema que se empeña en proclamar que no hay alternativa, ha volcado la lógica militar de la movilización total en el campo de las necesidades materiales: “el trabajo, la producción y el intercambio se han transformado en un campo de batalla cuya única regla es la competencia. Toda nuestra vida precaria está sometida a este imperativo: la competencia. Todas nuestras energías colectivas se alinean hacia la consecución de un único objetivo: luchar contra los demás para sobrevivir”. A nuestra manera de entender y vivir esta fase apocalíptica del capital, cuando nos resulta más fácil imaginar el fin del mundo que el fin de este particular modo de producción económica, el crítico cultural inglés Mark Fisher la llamaba “realismo capitalista”. Hemos naturalizado hasta tal punto esta comprensión de que la vida es una guerra que despreciamos cualquier verdadero cambio social, económico y político como irreal o utópico, como una fantasía improductiva y desechable.

Los efectos psíquicos de esta movilización militar de nuestros cuerpos son devastadores: del frenesí pasamos a las crisis de ansiedad o los ataques de pánico que dejan vía libre a la depresión. La Organización Mundial de la Salud alerta de que alguien se suicida cada 40 segundos alrededor del mundo, una tasa de mortalidad mayor que la provocada por guerras y homicidios. No creo, además, que el incremento de más de un 60% de los índices globales de suicidio desde la década de 1970 pueda leerse de forma independiente al hecho de que estos últimos decenios han coincidido con la imposición mundial del modelo neoliberal. A pesar de nuestra fama de país alegre, España es uno de los líderes mundiales en consumo de antidepresivos y ansiolíticos.

Este malestar difuso, este estar-mal que nos angustia se vive de manera privada o, más bien, privatizada: mientras trituran nuestras vidas vendidas al mejor postor nos hacen sentir culpables si no somos capaces de conseguir individualmente lo que se supone que tenemos que querer. Es decir, aprobación social y una pretendidamente infinita capacidad de consumo. Crece el vacío interior entre los ciudadanos de los países más ricos al tiempo que se extiende el expolio criminal de los territorios más empobrecidos. “La miseria de la abundancia coexiste con la abundancia de la miseria”, escribe Santiago López Petit, un pensador que insiste en que el malestar puede convertirse en la nueva cuestión social, en el asunto que nos empuje a subvertir el actual estado de cosas. Pero para ello debemos atrevernos a politizar ese malestar, exponiendo su carácter socioeconómico, evitando convertir nuestra vida en otra marca lista para ser consumida en unas redes sociales que más que unir atrapan. “La unidad de movilización corre en el corredor de la muerte con el currículum en la mano hacia la meta”.

¿Es esto vivir?, se preguntaba ya en el siglo XVI el joven Étienne de la Boétie en su Discurso sobre la servidumbre voluntaria. Esta pregunta que abre la puerta tanto a la indignación como a la imaginación política no ha perdido ni un ápice de su vigencia en nuestros días.

Juan Dorado

viernes, 25 de octubre de 2019

Los caminos del viento


Querido Stig: Ojalá seamos dignos de tu desesperada esperanza.

Ojalá podamos tener el coraje de estar solos y la valentía de arriesgarnos a estar juntos, porque de nada sirve un diente fuera de la boca, ni un dedo fuera de la mano.

Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra conciencia o violan nuestro sentido común.

Ojalá podamos merecer que nos llamen locos, como han sido llamadas locas las Madres de Plaza de Mayo, por cometer la locura de negarnos a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

Ojalá podamos ser tan porfiados para seguir creyendo, contra toda evidencia, que la condición humana vale la pena, porque hemos sido mal hechos, pero no estamos terminados.

Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.

Ojalá podamos mantener viva la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza, nazca donde nazca y viva cuando viva, porque no tienen fronteras los mapas del alma ni del tiempo”

(Carta de agradecimiento, al recibir el Premio Stig Dagerman, en Suecia, el 12 de septiembre, 2010)

E. Galeano


Invencibles

Nada podrá contra esta avalancha del amor.
Contra este rearme del hombre en sus más nobles estructuras. Nada podrá contra la fe del pueblo en la sola potencia de sus manos. 
Nada podrá contra la vida. 
Y nada podrá contra la vida, porque nada pudo jamás contra la vida.

------------------------------
Amor, nosotros somos invencibles.
De historia y pueblo estamos hechos.
Pueblo e historia conducen al futuro.

Nada es más invencible que la vida;  su viento infla nuestras velas.

Así triunfarán pueblo, historia y vida cuando nosotros alcancemos la victoria.

Amanece ya en la lejanía de nuestras manos.
Y la aurora se despierta en nosotros,
porque somos los constructores
de su casa, los defensores de sus luces.

Ven con nosotros que la lucha continua.
Levanta tu orgullo miliciano, muchacha.

¡Nosotros venceremos, mi dulce compañera!

Otto René Castillo

jueves, 24 de octubre de 2019

No es a quién amamos sino cómo lo hacemos

No somos distintos por amar a personas del mismo o distinto sexo o a todas ellas, a una o a muchas, sucesiva o simultáneamente, con fugacidad o con compromiso, con intensidad, con extensión o con ambas, más jóvenes o más viejas, sexual, platónica o amistosamente; todo eso es irrelevante y no nos califica.

Lo que sí nos califica es cómo lo hacemos: con generosidad o con orgullo, con cuidados o con exigencia, con respeto o con deseo de dominación, con autenticidad o con imposturas, con valentía o con miedo, en libertad o con posesión y dependencia.

Al final, una vez más, sólo hay dos clases de personas en el mundo: las que piensan en quien tienen al lado y aquellas a quienes el o la de al lado se la trae, en realidad, al fresco, por mucho que afirmen amarlo.

Sátira a Franco/ Miguel Hernández

"Tu famosa, tu mínima impotencia,
desparramar intento
sin detener el paso ni un instante.

Para lo tal, me apeo en mi paciencia,
pulso un acordeón llorón de viento
y socarrón de voz, y ya es bastante.

Tu cornicabreada decrepitud purgante
exige estos reparos de escritura,
y con ellos ayudo a someterte,
no al manicomio al tonticomio oscuro
que tu idiotez sin mezcla de locura,
pide hasta que la muerte
venga a sacar tu vida de este apuro.

Llevas el corazón con cuello duro,
residuo de una momia milenaria
concurso de idiotas,
que necesita la alabanza diaria
y descosido en la alabanza explotas.

Cocodrilito pequeñito, ñito,
lagartija de astucia,
mezquina subterránea, con el rabo marchito,
y la mirada alcantarilla sucia.

Tarántula diabética y escuálida,
forúnculo político y gramático,
republico de triste mierda inválida,
oráculo, sarcófago enigmático.

Demócrata de dientes para fuera,
altares solicita tu zapato
No hagas más reflexiones de topo y madriguera
en tu conejeril rincón de mentecato.

Humo soberbio, sapo que te hinches
cuando oyes un piropo:
disuélvete en berrinches
resuélvete, desaparece, topo.

España no precisa
tu vaciedad de calabaza neta,
tu mezquindad que duele y que da risa,
tu vejez inconcreta,
venenosa, indecisa.

No te toca la sangre de los trabajadores,
sus muertes no salpican tu chaleco,
no te duelen sus ansias, ni su lucha,
tu tiniebla trafica con sus puros fulgores
su clamor no haya en ti ni voz, ni eco,
tu vanidad tu mismo ruido escucha
como un sótano seco.

Hay ojos que derraman raíces amorosas.
Sobre tus ojos tienes uñas que a hacerse dueñas de las cosas
avanzan por tus sienes.

Necesitan incienso e incensario
tu secundaria vida,
tu corazón de espino secundario,
tu soberbia de zarza consumida.

Sobre tu pedestal o tu peana,
monumento de oficio,
cuando su salvación está cercana
quieres llevar un pueblo al precipicio.

Te rebuznó en el parto tu madre, y más valiera
a España que jamás te rebuznara
con esa cara de escobilla fiera,
de vieja zorra avara.

No llevarás mi pueblo al precipicio,
dictador fracasado, rey confuso,
y caerás por la punta de una bota
sobre tus flacos días puesta en uso".

Conviene recordar el poema de Miguel Hernández a propósito de la exhumación de Franco hoy día 24 de octubre de 2019 después de 44 años en el Valle de los Caídos, lugar de peregrinación de chusma y de fascistas. 
Calienta que sales, hijo de puta. 

sábado, 19 de octubre de 2019

Las mujeres estamos rotas

Os voy a contar algo: Las mujeres estamos rotas. Puede que alguna no lo esté, pero casi todas estamos rotas y recompuestas. Por completo o en gran o menor medida, de forma visible o invisible, conscientes de ello o no. Estamos rotas. Podemos pasarnos la vida localizándonos los agujeros de las entretelas y zurciendo, cosiendo, recomponiendo allá donde encontramos un rasgón. A veces sabemos que estamos rotas y no nos encontramos dónde. A veces lo encontramos y no sabemos cómo repararnos. A veces no sabemos que lo estamos. Y a menudo no recordamos, no estamos seguras de cuándo y cómo y por qué nos rompimos, pero nos cosemos zurcidos variopintos y tantas veces invisibles.
Estamos rotas, pero generalmente no nos hemos roto nosotras ni las circunstancias. Lo normal es que nos haya roto alguien, generalmente un hombre o varios, y no por desamor o desengaño romántico, no. Por maltrato, abuso psicológico o abuso sexual de algún tipo, pues no sólo la penetración contra la pared de un callejón oscuro, en un portal, una fiesta o en un dormitorio presuntamente seguro supone violación o abuso. Hay mil y una formas de abusar sexualmente de una mujer y las perpetran hasta los niños porque a eso nacen, eso ven como normal en el mundo al que arriban.
En la abrumadora mayoría de los casos nos rompe alguien cercano, incluso un familiar, incluso un padre. Un tío que nos sienta en las rodillas y nos mete la mano infantil en su bragueta como quien juega a hacer cosquillas, un amigo de la familia que nos abraza más fuerte de la cuenta y nos clava su erección en el estómago o nos besa con un leve roce de la lengua en la comisura del labio cuando nadie mira, un hermano mayor que usa nuestro cuerpo como campo de pruebas de su pubertad emergente. Todos ellos, un padre, incluso, se nos meten en la cama en silencio y no encuentran resistencia. Porque somos muy jóvenes, incluso muy pequeñas para saber qué significa, porque son nuestros adultos cercanos y protectores, y no estamos muy seguras de que esté sucediendo nada malo, y queremos ser buenas, que para eso nos educan a las mujeres, y no malinterpretar, no molestar, no dar lugar a, no provocar nada ni que nadie piense que lo hemos hecho. Y normalizamos. Y callamos. Y asumimos que esa es la vida.
También pueden ser un grupo de pares en un colegio, levantando la falda a una compañera sujeta por otro niño para curiosear y saber qué se esconde en las bragas de una niña, o para demostrarle que ellos mandan, que tocan lo que quieran, que para eso son niños. Sí, los niños del patriarcado también demuestran su pequeña testosterona. O un novio impaciente que se niega a parar cuando se lo decimos, o un amigo que nos acusa de calentar cosas que no pensamos comernos. El novio de nuestra madre, el padre de nuestra amiga, el entrenador, el vecino, el exhibicionista del parque, el profesor de religión, el entrevistador de una empresa a cuya oferta de trabajo optamos, el jefe, el hijo del jefe, el amigo del jefe, el marido, el hermano del marido, que siempre que puede nos pega el magreo correspondiente. No son todos los hombres, pero los que son, lo son siempre, lo hacen muchas veces. Así que, al final, por mera estadística, sí somos todas las mujeres.
Hemos visto esos rotos en el cine y en la cultura terapéutica. Podemos imaginar el trauma y la culpa, la fractura simbólica que puede suponer algo así. Pero no podemos imaginar todas las fracturas invisibles que se nos forman y no es tan sencillo reparar. Niñas que pierden la confianza en quienes las protegen -es decir, en su mundo entero-, que aprenden a tener miedo de los hombres y con razón, que se convencen de que han hecho algo para merecerlo, mujeres que, de adultas, no logran relacionarse de manera fluida con los hombres porque hay una precaución latente que no se logra identificar ni superar, aunque sí se tenga consciencia del abuso.
Mujeres que no soportan el olor a cloro de las piscinas cubiertas, aunque no recuerdan que fueron violadas en un vestuario cierta tarde de sus trece años en la que se entretuvieron al recoger sus cosas. Otras que no toleran la cercanía de alguien que las abusó de jóvenes y tampoco saben por qué. La psique sabe sepultar muy bien aquello que es incapaz de procesar sin romperse y no volver a emergerlo nunca, o bien hacerlo al cabo de tantos años que una se queda perpleja. Algunas no pueden llevar una minifalda cómodamente sin sentir que tienen la vagina expuesta y accesible, pero no lo relacionan con la angustia de aquel día en que pasó el ritual de iniciación del grupo de pares del barrio y dejó que le metieran la mano bajo la falda los tres que fueron escogidos por la botella giratoria, total, cosas de jóvenes que no van a ningún sitio. Otras no pueden sentarse con las piernas abiertas como hay quien tiene vértigo a las alturas. Muchas no saben que no es que estén obesas, es que tienen un trastorno de la conducta alimentaria, ya sea bulimia o anorexia, que es una de las maneras en la que asoman las secuelas de tantos abusos que atentan contra el propio cuerpo, conocidos o no. Unas no quieren ni oír hablar del sexo. Otras lo buscan con llamativa compulsión. Entre medias, todos los tonos de gris.
Culpa, miedo, desvaloración, depresión, dolor, inseguridad, anorgasmia, obesidad, miles de adaptaciones del carácter, también llamadas pedradas, a fin de sobrevivir psíquica y emocionalmente. Las secuelas invisibles son innumerables y las formas que tenemos de repararlas, reconstruirnos y seguir adelante también. Aceptación, negación, reproducción del maltrato, sublimación en algo hermoso. Tantos procesos y maneras como mujeres abusadas hay en el mundo y todas suponen una proeza y un acto de supervivencia.
Así que cuando os preguntéis qué nos mueve, por qué somos como somos, qué nos afecta o duele, cuál es nuestra pedrada, antes de tacharnos de locas recordad que cada mujer es un mundo, al igual que cada hombre. Pero, a diferencia de vosotros, el 80% de nosotras estamos rotas por algún sitio sólo por el hecho de haber nacido mujeres, y a eso hay que sumarle las mismas fracturas y problemas que el resto del mundo, el masculino. Estamos rotas y recompuestas con mucho esfuerzo, contad con ello. O contribuid a que las nuevas generaciones de hombres dejen de romper mujeres.

Del muro de Zoe Guevara. 

jueves, 10 de octubre de 2019

Perdonar

"Perdonar es liberar a un prisionero y descubrir que el prisionero eras tú"

(Lewis B. Smedes, teólogo y profesor de ética estadounidense)

lunes, 7 de octubre de 2019

La maquinaria del desamor/Julio Cortázar


Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.

Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.

Por ahí un papelito
que solamente dice:

Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.

Y este fragmento:

La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.






Qué vanidad imaginar

que puedo darte todo, el amor y la dicha,

itinerarios, música, juguetes.

Es cierto que es así:

todo lo mío te lo doy, es cierto,

pero todo lo mío no te basta

como a mí no me basta que me des

todo lo tuyo.




Por eso no seremos nunca

la pareja perfecta, la tarjeta postal,

si no somos capaces de aceptar

que sólo en la aritmética

el dos nace del uno más el uno.




Por ahí un papelito

que solamente dice:




Siempre fuiste mi espejo,

quiero decir que para verme tenía que mirarte.




Y este fragmento:




La lenta máquina del desamor

los engranajes del reflujo

los cuerpos que abandonan las almohadas

las sábanas los besos




y de pie ante el espejo interrogándose

cada uno a sí mismo

ya no mirándose entre ellos

ya no desnudos para el otro

ya no te amo,

mi amor

domingo, 6 de octubre de 2019

Las ovejas negras


"Las llamadas 'Ovejas Negras' de la familia son, en realidad, buscadores natos de caminos de liberación para el árbol genealógico.
Aquellos miembros del árbol que no se adaptan a las normas o tradiciones del Sistema Familiar, aquellos que desde pequeños buscaban constantemente revolucionar las creencias, yendo en contravía de los caminos marcados por las tradiciones familiares, aquellos criticados, juzgados e incluso rechazados, esos, por lo general, son los llamados a liberar el árbol de historias repetitivas que frustran a generaciones enteras.

Las 'Ovejas Negras', las que no se adaptan, las que gritan rebeldía, reparan, desintoxican y crean una nueva y florecida rama... Incontables deseos reprimidos, sueños no realizados, talentos frustrados de nuestros ancestros se manifiestan en su rebeldía buscando realizarse. El árbol genealógico, por inercia, querrá seguir manteniendo el curso castrador y tóxico de su tronco, lo cual hace de su tarea una labor difícil y conflictiva... Que nadie te haga dudar, cuida tu 'rareza' como la flor más preciada de tu árbol. Eres el sueño realizado de todos tus ancestros".


Bert Hellinger

El centro del tiempo

"Hay un lugar donde el tiempo está detenido. Las gotas de lluvia cuelgan inmóviles en el aire. Los péndulos de los relojes flotan a medio vaivén. Los perros alzan sus hocicos en aullidos silenciosos. Los transeúntes están congelados en calles polvorientas, con las piernas alzadas y como sostenidas por hilos. Los aromas de los dátiles, los mangos, el cilantro, el comino permanecen suspendidos en el espacio.

Cuando un viajero se aproxima a ese lugar desde cualquier dirección, se mueve cada vez más lentamente. Los latidos de su corazón van distanciándose cada vez, se ralentiza su respiración, desciende su temperatura corporal, se reducen sus pensamientos, hasta que llega al centro exacto y se detiene. Ese es el centro del tiempo. El tiempo viaja hacia el exterior en círculos concéntricos; en el centro está inmóvil, y se mueve a mayor velocidad a medida que el diámetro aumenta.

¿Quién querría hacer una peregrinación hasta el centro del tiempo? Los padres con sus hijos, los amantes".

"Hay quien dice que es mejor no acercarse al centro del tiempo. La vida es una copa de tristeza, pero es noble vivir, y sin tiempo, no hay vida. Hay quien disiente. Prefieren una eternidad de alegría, no les importa que esté fija e inmóvil, como una mariposa en un estuche."


Los sueños de Einstein
Alan Lightman
Traducción de Andrés Barba

sábado, 5 de octubre de 2019

Quiéreme entera

Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche…
Y madrugada en la ventana abierta.
Si me quieres, no me recortes:
quiéreme toda… o no me quieras.

D.M. Loynaz

miércoles, 2 de octubre de 2019

Los hijos/ Eduardo Galeano



"Hace once años, en Montevideo, yo estaba esperando a Florencia en la puerta de la casa. Ella era muy chica; caminaba como un osito. Yo la veía poco. Me quedaba en el diario hasta cualquier hora y por las mañanas trabajaba en la Universidad. Poco sabía de ella. La besaba dormida, a veces le llevaba chocolatines o juguetes.

La madre no estaba aquella tarde, y yo esperaba en la puerta de la casa el ómnibus que traía a Florencia de la jardinería.

Llegó muy triste. No hablaba. En el ascensor hacía pucheros. Después dejó que la leche se enfriara en el tazón. Miraba el piso.

La senté en mis rodillas y le pedí que me contara. Ella negó con la cabeza. La acaricié, la besé en la frente. Se le escapó alguna lágrima. Con el pañuelo le sequé la cara y la soné. Entonces volví a pedirle:

- Andá, decime.

Me contó que su mejor amiga le había dicho que no la quería. Lloramos juntos, no sé cuánto tiempo, abrazados los dos, ahí en la silla.

Yo sentía las lastimaduras que Florencia iba a sufrir a lo largo de los años y hubiera querido que Dios existiera y no fuera sordo, para poder rogarle que me diera todo el dolor que le tenía reservado."


lunes, 30 de septiembre de 2019

La sociedad que hemos creado

Vivimos en manos de personas que han perdido completamente el contacto con la realidad. Sociópatas que, desde sus torres de marfil y sus carreras políticas crónicas, fagocitan con debates estériles el espacio, no solo político, sino también cultural y social de toda una nación. Asistes, entre la incredulidad y el asco, a conversaciones en un bar de un polígono industrial donde un obrero defiende a grito pelado el derecho a la gestación subrogada o a una discusión entre una mujer jubilada con una vecina sobre Cataluña, en un barrio de la periferia murciana.

Esta clase política que sufrimos, aupada por los medios y las redes sociales, ha conseguido crear una realidad paralela donde los bajos sueldos, el paro, el elevadísimo porcentaje de españoles que viven en riesgo de pobreza o la muerte del ascensor social, ya no tienen cabida. Vivimos en una arcadia con problemas nuevecitos y modernos, un feminismo cool y posmoderno que genera tantos lemas y términos nuevos como poco se ocupa de la raíz real de la desigualdad por sexos, un ecologismo de salón que ha convertido la urgencia en una película Disney sobre el Asperger, una educación donde el esfuerzo, la calidad y la igualdad de acceso o la dignificación del profesorado han pasado a un segundo plano de modo que se considera que son los padres los que deben "elegir" la educación de sus hijos, como el que va a una frutería (póngame 3 kilos de educación finlandesa).

Los problemas sociales, de clase, los que realmente siguen jodiendo nuestras vidas, han pasado de moda, las ideologías resultan anacrónicas, lo que es justo aburre. Todo debate social que no pueda salir en una sección de tendencias de una revista mass media no cala. La lucha contra la precariedad duró lo que unas europeas. La indignación, para seguir viva, necesita divertir y si algo se vuelve repetitivo, el espectáculo desaparece. Las injusticias se disuelven, como lo hizo Britney Spears, los pantalones de campana o la Guerra en Siria.

En esta realidad paralela, lo único que sabemos es que lo sabemos todo y por eso opinamos de todo. Las soluciones ya no importan mientras hayan miserables irresponsables que sigan creando debates con gancho, para tapar los dramas que de verdad asolan nuestras vidas. No tenemos ya políticos, sólo publicistas que dan al rebaño, lo que el rebaño les ha permitido dar. Ya no somos ciudadanos, para ellos somos un target. El lenguaje debe ser sencillo, la capacidad crítica es un anacronismo. Estamos sedientos de eslóganes, de campañas. Adoramos los problemas de usar y tirar.
Y además, ¿quién quiere una vida mejor pudiendo tener la razón?

Dani Méndez.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Lobo estepario/ Herman Hesse

Yo, lobo de la estepa, voy trotando
sobre un mundo cubierto por la nieve;
de un abedul sale volando un cuervo,
más no veo ni un corzo ni una liebre.
¡Que decir de las corzas!: ¡Me apasionan!
¡Ah, que fruición si me encontrara alguna!:
Apresarla en mi garras con mis dientes,
es para mi el deleite más sublime,
¡Como amaría yo a mi hermosa presa!:
hundiría mis dientes en su carne,
bebería hasta el fin su sangre clara
y aullaría después, solo, en la noche.
Si no, una liebre me satisfaría:
huele de noche bien su tibia carne…
Pero ¿Es que huyen de mi todas las cosas
que pueden hacer grata la existencia?
Ya blanquean los pelos de mi rabo,
mi vista ya no es clara como antaño…
Y ahora troto, soñando con las corzas
o, acaso, por lo menos, con las liebres,
oigo al viento en las noches invernales,
con nieve calmo el fuego de mis fauces
y llevo al diablo en mi alma miserable.

viernes, 6 de septiembre de 2019

El Imperio del Consumo/ Eduardo Galeano


La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio.

Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado. El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food. La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald’s, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald’s no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald’s dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero. El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald’s de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald’s viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama laMacfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados e McDonald’s, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas. 

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios. Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiene den las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio. 

Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial. 

El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje. Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas. 

La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, losshoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo? La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a unshopping center del tamaño del planeta

sábado, 24 de agosto de 2019

Felicidad y tristeza

Un famoso escritor francés dijo que era muy difícil hablar de la felicidad.  "La reconozco al escuchar el ruido de cuando se va". De esta frase sacamos la conclusión de que la que no se va nunca es la tristeza... 

viernes, 2 de agosto de 2019

FFF or Fucking Fast Fashion

Esta es la industria del fastfashion. De la ropa a 4,95€.  De H&M, Primark y todas las multinacionales que fabrican en Bangladesh,  en India, en China o en cualquier país del segundo, del tercer o del cuarto mundo. Estos monstruos codiciosos no contentos con confeccionar en países con un coste bajísimo de fabricación, necesitan obtener mejores márgenes a costa de la esclavitud de los trabajadores y de perpetuar su miserables condiciones de vida. Todo para vender ropa barata y de mala calidad que acabará en la basura en unos pocos lavados generando toneladas de residuos, contaminando los ríos con sus tintes, apropiándose y destruyendo los recursos naturales, todo con el beneplácito de gobiernos corruptos vendidos al poder económico.


Y toda esta descomunal industria psicópata legitimada por consumidores sin conciencia ética ni ecológica que viven en la sociedad liberal del 'sálvese quien pueda', del 'yoismo' y el  'Carpe diem'.

*Trailer del documental TRUE COST. 

domingo, 14 de julio de 2019

Contra la seducción/ Bertolt Brecht

No os dejéis seducir:
no hay retorno alguno.

El día está a las puertas,
hay ya viento nocturno:
no vendrá otra mañana.

No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
porque no os bastará
cuando hayáis de perderla.

No os dejéis consolar.
Vuestro tiempo no es mucho.

El lodo, a los podridos.
La vida es lo más grande:
perderla es perder todo.

viernes, 12 de julio de 2019

Oda a la inmortalidad/ William Wordsworth


“Aunque el resplandor que
en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.

Aunque mis ojos ya no
puedan ver ese puro destello
Que en mi juventud me deslumbraba

Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porqué la belleza subsiste siempre en el recuerdo.

En aquella primera
simpatía que habiendo
sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la
muerte.

Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras, a sus
alegrías y a sus temores, la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.”

domingo, 7 de julio de 2019

Eres mi única patria/ Juan Gelman



"Ya que navegas por mi sangre

y conoces mis límites,

y me despiertas en la mitad del día

para acostarme en tu recuerdo

y eres furia de mi paciencia para mí,

dime qué diablos hago,

por qué te necesito,

quién eres, muda, sola, recorriéndome,

razón de mi pasión,

por qué quiero llenarte solamente de mí,

y abarcarte, acabarte,

mezclarme en tus cabellos

y eres única patria

contra las bestias del olvido"

jueves, 27 de junio de 2019

Diálogo DARK 2X07

El ser humano es una criatura singular.
Todos sus actos los motiva el deseo
pero su carácter lo forja el dolor.


Y por más que intente reprimir el dolor
y contener el deseo
no logra liberarse del eterno grillete de sus sentimientos.


Mientras la tormenta brame en su interior
no encontrará la paz ni en la vida ni en la muerte.


Y así, día tras día se verá zarandeado por ella.

El dolor es su barco
El deseo su brújula.

De lo que es capaz el hombre...

martes, 18 de junio de 2019

La culpa es de uno/ Mario Benedetti

Quizá fue una hecatombe de esperanzas
un derrumbe de algún modo previsto
ah, pero mi tristeza solo tuvo un sentido
todas mis intuiciones se asomaron
para verme sufrir
y por cierto me vieron

hasta aquí había hecho y rehecho
mis trayectos contigo
hasta aquí había apostado
a inventar la verdad
pero vos encontraste la manera
una manera tierna
y a la vez implacable
de desahuciar mi amor

con un solo pronóstico lo quitaste
de los suburbios de tu vida posible
lo envolviste en nostalgias
lo cargaste por cuadras y cuadras
y despacito
sin que el aire nocturno lo advirtiera
ahí nomás lo dejaste
a solas con su suerte
que no es mucha

Creo que tenés razón
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo

Hace mucho muchísimo
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno

Ahora estoy solo
francamente solo

Siempre cuesta un poquito
empezar a sentirse desgraciado
antes de regresar
a mis lóbregos cuarteles de invierno
con los ojos bien secos
por si acaso

Miro cómo te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.

lunes, 17 de junio de 2019

Fidelidad/ Vinicius de Moraes



De todo a mi amor estaré atento
antes, y con tal celo, y siempre, y tanto
que aun enfrente del mayor encanto
de él se encante más mi pensamiento.

Quiero vivirlo en cada vano momento
y en su honor he de esparcir mi canto
y reír mi risa y derramar mi llanto
a su pesar o a su contento.

Y así, cuando más tarde me procure
quién sabe la muerte, angustia de quien vive
quién sabe la soledad, fin de quien ama

Que yo pueda decirme del amor (que tuve):
que no sea inmortal, puesto que es llama,
pero que sea infinito mientras dure.

------------

De tudo, ao meu amor serei atento
Antes, e com tal zelo, e sempre, e tanto
Que mesmo em face do maior encanto
Dele se encante mais meu pensamento

Quero vivê-lo em cada vão momento
E em seu louvor hei de espalhar meu canto
E rir meu riso e derramar meu pranto
Ao seu pesar ou seu contentamento

E assim quando mais tarde me procure
Quem sabe a morte, angústia de quem vive
Quem sabe a solidão, fim de quem ama
Eu possa me dizer do amor (que tive):
Que não seja imortal, posto que é chama
Mas que seja infinito enquanto dure.

domingo, 9 de junio de 2019

Canción de las cosas simples


Uno se despide insensiblemente

de pequeñas cosas,

lo mismo que un árbol

que en tiempo de otoño

se queda sin hojas.




Al fin la tristeza

es la muerte lenta

de las simples cosas,

esas cosas simples

que quedan doliendo

en el corazón.




Uno vuelve siempre

a los viejos sitios

donde amó la vida,

y entonces comprende

como están de ausentes

las cosas queridas.




Por eso muchacha

no partas ahora

soñando el regreso,

que el amor es simple,

y a las cosas simples

las devora el tiempo.




Demórate aquí,

en la luz mayor

de este mediodía,

donde encontrarás

con el pan al sol

la mesa tendida.




Por eso muchacha

no partas ahora

soñando el regreso,

que el amor es simple,

y a las cosas simples

las devora el tiempo.


Mercedes Sosa

domingo, 2 de junio de 2019

La máquina. Eduardo Galeano


-Tengo frío.
-Ponete así. Me gusta tenerte así.
-La pierna. Acá. Así.
-¿Estás bien?
-¿Y vos?
-Muy.
-Ah.
-¿De qué te reís?
-Para mí, fue una sorpresa. Quiero decir: después. Me parecía increíble que el mundo no hubiera cambiado. Me miré al espejo y yo tampoco había cambiado y me mordía los labios. Quise estudiar y no pude. Quise estar con mis amigas y no pude. Quise escribir cartas, quise trabajar. Quise dormir y tampoco pude.
-¿De eso te reís?
-No me bañé. Tenía tu olor en todo el cuerpo.
-¿De eso?
-No, no. Después te digo.
-Ahora.
-No, después.
-No me interesa.
-Entonces te lo digo. Lo bien que me caés. Eso.
-¿Eso? ¿Y entonces yo?
-¿Qué?
-Mucho más que eso. Contigo no siento miedo de nada.
-Mirá que no soy una santa. Me como las uñas. Te advierto.
-El miedo es una porquería.
-Y sí. Pero, ¿quién no siente miedo?
-¿Vos sentís?
-No tires ahí la… No seas chancho.
-¿Miedo de qué? ¿De que estemos así, como estamos?
-No sé. O sí sé. Siento, como cualquiera.
-Pero juntos, no. Juntos estamos a salvo. Al miedo lo ponemos bajo la suela del zapato y crash: lo aplastamos como a una porquería.
-Oigamé, Pirata. Prometamé, Pirata.
-La escucho. Prometo.
-¿En serio?
-Sí.
-Nunca vamos a dejar que esto se pudra. ¿Eh? No vamos a permitir nunca que esto se pudra.
-¿Nada más que eso? Es fácil.
-No.
-¿No qué?
-No es nada fácil.
-Si usted lo dice.
-Y nunca nos vamos a lastimar. ¿Nos prometemos eso? Es peligroso.
-¿Dejar el cuero en el alambrado?
-Algo así. Puede ser.
-Tanta alegría. Es un regalo. ¿Por qué nos vamos a joder? No me gusta que te pongas solemne.
-¿Qué hora es? Uy, hace dieciocho horas que estamos por levantarnos.
-Nos vamos a enfermar.
-Tendríamos que levantarnos.
-Nos vamos a evaporar.
-¿No íbamos a ir al cine?
-¿Cuándo fue eso? ¿Ayer? ¿Anteayer?
-¿No ibamos a bajar a comer?
-Sí. Tendríamos que levantarnos.
-Esto es mejor que Buster Keaton.
-Esto es mejor que todo.
-No hay nada que…
-Ponete así. Así. Me gusta dormir así.
-Vas a dormir.
-No. Zonzo. Quiero que te quedes. Quedate. Quiero.
-Yo también quiero. Cuando era chico, me alcanzaba con querer una cosa con muchas ganas, para que ocurriera. Cerraba los ojos, pensaba con todas mis fuerzas en eso que quería y zácale: ocurría.
-Cuándo yo era chica, lo que quería era un telescopio.
-¿Uno de esos grandes, que usan los astrónomos?
-Uno enorme. Yo lo había visto en el museo. Como no tenía telescopio, siempre me parecia que se había escapado alguna estrella.
-¿Y eso te importaba?
-Vivía deseando que se viniera la guerra. Una guerra bien grande, para mezclarme con los japoneses y robarme el telescopio. Alguien iba a romper los vidrios a patadas y yo iba a aprovechar y me iba a escapar corriendo con el telescopio entre los brazos. Pero solita no me animaba.
-Hubieras probado.
-¿Y vos?
-¿Yo? Yo era católico, cuando chico.
-¿Como es creer en Dios Mariano? Nunca creí.
-Como creer en la revolución, me imagino. Te da la misma alegría y la misma sensación de no estar solo. Cuando era chico, yo no sentía miedo nunca. Pero un buen día… No, nada.
-Me gusta escucharte.
-Nada.
-Andá, no seas malo.
-Dame un cigarrillo.
-Esperá, no apagues.
-Quiero decir que un buen día lo buscás y no está. Quiero decir: perdés a Dios como se pierde una cosa. Algo que se cae del bolsillo. Como se pierde un encendedor, así.
-Para mí, Dios era un señor de barba que metía miedo a los demás.
-Para mí no.
-Ya veo.
-Era mucho más que eso, para mí. Todavía no sé con qué se rellena ese agujero.
-Ahora es usted el que se puso solemne, Pirata.
-Puede ser, perdona.
-Pero… Mariano. Estás triste. Te vino la tristeza.
-No.
-¿No qué?
-No estoy triste.
-Sí estás.
-Sí. Estoy.
-No hay que hablar tanto.
-No.
-Uno no debería.
-Se arruina todo por culpa de las palabras.
-Sí.
-Mirá.
-¿Qué?
-Los pájaros, en la ventana.
-Hace rato que vienen pasando.
-Se va a venir tormenta, me parece, y nos vamos a mojar.
-Sí. Al irnos, nos vamos a mojar.

viernes, 31 de mayo de 2019

Dice el árbol

Yo soy tu amigo y te digo
por favor, no me hagas daño;
mas, si es necesario, sea,
pero sólo el necesario.

Estoy para darte frutos,
tal vez solamente pájaros,
sombra, si la necesitas,
rumor, si te gusta el cántico.

Algún día podré ser
la ventana de tu cuarto,
la mesa para tu pan,
la mecedora, tu arado,
la ayuda de tu jornal
o el lecho de tu descanso.

Cuando cantas una nana,
yo, de cuna, estoy cantando;
a veces crujen mis ramas
para acompañar el canto.

Tal vez, si llegas a viejo,
me necesites de báculo.
Puede ser que en los inviernos,
cuando haya nieve en el campo,
mis brazos les den calor
a los tuyos y a tus manos.

Y yo he de ser, aunque es triste
el tener que recordarlo,
el último compañero
que te llevará en sus brazos.

Siendo más fuerte que tú
-y en completo desamparo
a los fríos del invierno
y a las llamas del verano-,
si me ofendes, no te ofendo,
si me dañas, no te daño,
si me tiras, no me quejo
al contrario:
cuántas veces
-y eso que lo diga el sándalo-,
el cuchillo que me hiere
lo devuelvo perfumado.

¿Que te hacen falta mis frutos?
Yo te los doy de buen grado.
¿Que te hacen falta mis ramas?
Corta, por tanto, mis brazos.
¿Que necesitas mi tronco?
No te apene el derribarlo.
Para tu servicio crezco
y para tu bien me abato.
A cambio, sólo te pido:
por favor, no me hagas daño;
mas, si es necesario, sea,
pero sólo el necesario.

¿Qué estorbo en un sitio? Piensa,
antes de darme el hachazo,
hasta qué punto es verdad
que puede estorbar un árbol.

¿Tienes que cortar dos ramas?
Por favor, no cortes cuatro.
Que si el daño que me haces,
cuando es por tu bien, no es daño,
y no sólo en paz lo acepto
sino con placer lo paso,
el que me haces sin causa
ese sí que me hace daño.

Yo soy tu amigo y te digo:
por favor, no me hagas daño;
mas, si es necesario, sea,
pero sólo el necesario.

Manuel Benítez Carrasco

viernes, 17 de mayo de 2019

Quise ser hombre


Una vez quise ser hombre
para casarme con mi hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación mueren un poco.

Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos, sino de poesía,
vino tinto, relojes parados,
unicornios azules.

Para decirle a Josefina
cuánto admiro su forma de entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola
y le tiene miedo a los temblores.

Quise ser hombre,
para amarlas a todas y no sentir más
el frío de sus lágrimas en mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.

Quise ser hombre
para invitarlas a volar el periférico,
a bailar descalzas,
para llevarlas del brazo hasta una cama
donde no tengan que fingir orgasmos.

Pero soy mujer y, aunque puedo
compartir con ellas la poesía,
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de caricias prolongadas,
volar el periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma…

No es suficiente.
No les alcanza.

Porque, desde niñas, aprendieron
que los hombres son un premio al que hay que amar,
sin importar si ellos las aman.

- Rosa María Roffiel