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lunes, 9 de octubre de 2017

Ausencia. Joseph Brodsky



Querida, era muy tarde hoy cuando salí de la casa

para aspirar un poco de aire fresco del océano.

Se quemaba el ocaso como un abanico chino estremecido

y los nubarrones se elevaban como la cola

de un piano negro de concierto.

Veinticinco años atrás te ponían loca los dátiles,

dibujabas con tinta, cantabas un poquito,

te divertías conmigo y te fuiste con un ingeniero químico.

Las cartas dicen que hoy eres tenazmente tonta,

que te ven en las iglesias de provincia

y en las de la capital.

Vas a las misas por amigos comunes

que no volverán a tu vecindad.

Y estoy contento de que no haya en el mundo

tanta distancia como la que nos separa a los dos

No me entiendas mal. Ya nada me une

a tu cuerpo, a tu nombre, a tu voz.

Nadie los ha destruido. Fíjate.

Pero por lo menos para olvidar una vida

uno requiere de otra y para mi eso fue cosa vivida.

Tuviste suerte también, ¿dónde más sino en la fotografía

seguirás siendo siempre joven, sin arrugas, ligera?

pues el tiempo enfrentado a los recuerdos

se da cuenta de su falta de derechos.

Fumo en las sombras y aspiro el hedor de la marea.




Joseph Brodsky

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