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lunes, 9 de octubre de 2017

Ausencia. Joseph Brodsky



Querida, era muy tarde hoy cuando salí de la casa

para aspirar un poco de aire fresco del océano.

Se quemaba el ocaso como un abanico chino estremecido

y los nubarrones se elevaban como la cola

de un piano negro de concierto.

Veinticinco años atrás te ponían loca los dátiles,

dibujabas con tinta, cantabas un poquito,

te divertías conmigo y te fuiste con un ingeniero químico.

Las cartas dicen que hoy eres tenazmente tonta,

que te ven en las iglesias de provincia

y en las de la capital.

Vas a las misas por amigos comunes

que no volverán a tu vecindad.

Y estoy contento de que no haya en el mundo

tanta distancia como la que nos separa a los dos

No me entiendas mal. Ya nada me une

a tu cuerpo, a tu nombre, a tu voz.

Nadie los ha destruido. Fíjate.

Pero por lo menos para olvidar una vida

uno requiere de otra y para mi eso fue cosa vivida.

Tuviste suerte también, ¿dónde más sino en la fotografía

seguirás siendo siempre joven, sin arrugas, ligera?

pues el tiempo enfrentado a los recuerdos

se da cuenta de su falta de derechos.

Fumo en las sombras y aspiro el hedor de la marea.




Joseph Brodsky

jueves, 5 de octubre de 2017

Los hombres/ Maya Angelou



Cuando era joven, tenía la costumbre de mirar

detrás de las cortinas

a los hombres que iban y venían por la calle. Hombres viejos, borrachos.

Hombres jóvenes, más ácidos que la mostaza.

Los veía. Los hombres siempre

están yendo a alguna parte.

Ellos sabían que yo estaba ahí. Con quince

años, y famélica.

Se paraban debajo de mi ventana

con los hombros en alto, como los

pechos de una adolescente,

y la cola del traje palmeándoles

las nalgas,

los hombres.




Un día te toman con delicadeza

entre sus manos, como si

fueras el último huevo crudo de la tierra. Después

aprietan. Un poquito nomás. El

primer estrujón es agradable. Un abrazo rápido.

Suaves hasta tu indefensión. Un poquito

más. Y empieza a doler. Te arrancan una

sonrisa que patina en el miedo. Cuando

se acaba el aire,

el cerebro te explota, estalla breve y feroz

como la cabeza de un fósforo. Hecho trizas.

Es tu jugo

el que baja por sus piernas. Manchándoles los zapatos.

Mientras la tierra vuelve a enderezarse

y el gusto trata de retornar a la lengua,

tu cuerpo ya se cerró. Para siempre.

No existen llaves.




Después la ventana se cierra toda sobre

tu mente. Ahí, detrás

del oscilar de las cortinas, caminan los hombres.

Sabiendo algo.

Yendo a alguna parte.

Pero esta vez, nada más voy a

pararme y mirar.




A lo mejor.

lunes, 2 de octubre de 2017

Deseo que...

"Te deseo que tengas muchas dudas, una vida llena de interrogantes que te hagan pensar y tirar cosas que guardas pero que ya no te valen, que tu vida nunca se asiente más en pilares inamovibles, que el viento te afecte, te tumbe y que la desgracia pueda tocarte para que puedas descubrir realmente quién eres ."