Querida, era muy tarde hoy cuando salí de la casa
para aspirar un poco de aire fresco del océano.
Se quemaba el ocaso como un abanico chino estremecido
y los nubarrones se elevaban como la cola
de un piano negro de concierto.
Veinticinco años atrás te ponían loca los dátiles,
dibujabas con tinta, cantabas un poquito,
te divertías conmigo y te fuiste con un ingeniero químico.
Las cartas dicen que hoy eres tenazmente tonta,
que te ven en las iglesias de provincia
y en las de la capital.
Vas a las misas por amigos comunes
que no volverán a tu vecindad.
Y estoy contento de que no haya en el mundo
tanta distancia como la que nos separa a los dos
No me entiendas mal. Ya nada me une
a tu cuerpo, a tu nombre, a tu voz.
Nadie los ha destruido. Fíjate.
Pero por lo menos para olvidar una vida
uno requiere de otra y para mi eso fue cosa vivida.
Tuviste suerte también, ¿dónde más sino en la fotografía
seguirás siendo siempre joven, sin arrugas, ligera?
pues el tiempo enfrentado a los recuerdos
se da cuenta de su falta de derechos.
Fumo en las sombras y aspiro el hedor de la marea.
Joseph Brodsky