En mis noches de no viajar a la cerrazón de mis párpados,
en los latires de mi alma deshuesada de huesos huecos,
en mis dolores con sabor al parto del albor de los tiempos,
en los escondites donde busco mi yo secreto,
en mis noches que son mujeres diablesas de ordeno y mando,
en mis dormires con sabor a placenta, a preparto,
en mis caminares sonámbulos de peregrino aletargado
al grito de «¡apártense que me caigo!»,
siento unos ojos con clavos por pupilas follándose mi espalda,
tatuando mi piel con palabras que dicen: «te estoy mirando».
Te estoy mirando y babeo babosas bastardas
esperando que tropieces
para comerme tu corazón.
Cuando estés de rodillas
mi lengua se hará piedras y te lapidaré.
Sonrío.
Sonrío ahora sólo para mí.
Sonrío sin gesto, sin mueca, sin nada que no sea pintar
mi cara con un lápiz de besos.
Sonrío porque de todos los ojos clavados en mi espalda
con los que he compartido camino
esperando que tropiece, mi corazón ya se hizo costra, amigo.
Amigo parásito.
No podéis hacerme daño, ya no.
Quiero volver a creer en el hombre.
Con mis fallos por bandera y mis éxitos olvidados
renaceré para mirarme a los ojos y saber
que puedo seguir soñando con paseos de viejos de la mano,
con amaneceres hundidos en abrazos largos,
con palabras que pesen sin contratos de por medio,
con charlas que a la nada lleven y que la nada traigan,
con eclipses que por un segundo oscurezcan mi nostalgia
con amores de verdad
con sexo del bueno por supuesto.
Si no, no son amores,
son cuentos de trovador, de titiritero venido a menos,
de marioneta estéril de movimiento.
Quiero volver a creer en mí,
En los abrazos de pecho a pecho,
en mi presente, en mi estomago,
en mi fuerza, en mi condición humana.
Quiero limpiar mi mente de venenos traicioneros,
que mi alma sea de nuevo el timón de mi velero.
Ser lo que nunca fui y lo que siempre he sido sin saberlo,
ser brasa, llama, rescoldo, broza reencarnada.
Quiero ser una única alma con el resto de las almas que me hablan.
Con las mudas también que aunque no digan palabras
les tiembla la garganta.
Quiero sentir como en mi parto pretérito
la fuerza de los primeros pasos,
el desconcierto con sabor a
«ya estoy aquí,
que tiemblen los cimientos de mi futuro
que ya los sujetare yo
a la medida de mi paso».
Soñaré con ser todos la misma alma,
el mismo latir, el mismo cauce del río,
y hasta el mismo río.
Soñaré con eyacular en el mar mis esperanzas
y las vuestras desde el mismo pene.
Y en el salitre de la vagina del gran azul engendrar
un niño grande que nos cante nanas, nos dé calor,
cuando ya seamos grandes hombres libres, presos respetables.
Soñaré con que la codicia cumpla integra su condena,
cadena perpetua para todo lo que no sea
remar hacia la paz eterna.
Soñaré en mis sueños, escupiéndolos a los cuatro vientos.
Soñaré hermanos para no morir sin haber vivido.
Soñaré para renacer en infinitas vidas y ser inmortal.
Soñaré con cumplir todos años a la vez
para iluminar el mundo con dulces velas de colores,
para soplar deseos a millones cerrando los ojos.
Sí, cerrando los ojos
sin contar los deseos
que si no,
no se cumplen.
Durmamos esta noche cogidos de las manos,
compartamos nuestros sueños,
pesadillas, temblores y paseos sonámbulos.
Y mañana, al despertar,
seamos todos hermanos.
Me columpio en los hilos de mi saliva al escupir al cielo,
mi silla vuelca.
Caigo en un charco de sueños
que se hacen pesadillas cuando despierto.
Me alejo. Me giro. Me revuelvo. Y en mi reverso
sonrío al ver a un niño grande contándole cuentos
al amuleto que cuelga de su pecho.
Y entonces
miro en mis adentros, en mis recovecos,
sabiendo que conociendo mi interior
el mundo será un lugar pequeño.
Me columpio en los hilos de mi saliva al escupir al cielo,
mi silla vuelca.
Caigo en un charco de sueños
que se hacen pesadillas cuando despierto.
Me alejo. Me giro. Me revuelvo. Y en mi reverso
sonrío al ver a un niño grande contándole cuentos
al amuleto que cuelga de su pecho.
Y entonces
miro en mis adentros, en mis recovecos,
sabiendo que conociendo mi interior
el mundo será un lugar pequeño.
Hay un lugar.
Sé que hay un lugar
dentro de mi sangre piel y huesos,
donde los cansancios se mueren cuando me levanto,
donde la fuerza no caduca y el engaño
sabe raro como el abuso barato,
donde las resacas con ojeras
forman parte de tu calendario pasado.
Sé que hay un lugar
donde dios abrió sus ojos
en los albores del sol naciente,
donde las noches traen luz,
donde los días quieren anochecer
sintiendo ser la misma cosa,
sintiendo ser amantes otra vez.
Sé que hay un lugar
donde los cimientos son viento
en silencios que aman mundos,
donde cantan luces de colores,
donde llueven gotas de vino,
donde viven niños sin hambre
en cuevas hechas de aire.
Donde la derrota se extinguió
en destinos escritos con caricias,
donde escribir es desnudar tu alma,
donde ríes lágrimas en tu boca,
donde lloras sonrisas en tus ojos,
donde llorar y reír son hermanos,
donde alguien nunca será nadie jamás.
Sé que hay un lugar
con espaldas sin nada marcado
donde se reza por el vecino,
donde la igualdad tiene su iglesia,
donde la verdad es religión,
donde la honestidad es doctrina,
donde sueñas antes de nacer,
donde vuelves porque nunca naciste.
Sé que hay un lugar
dónde no tengo que ser yo
por serlo sin quererlo
en fuegos que consumen heridas
en hogueras que sólo dan luz
en la pureza de no tener valor,
donde sin respirar duermes caliente.
Sé que hay un lugar
donde las almas hacen corros
alrededor de la misma ilusión,
donde la ilusión es una niña bonita
en brazos de un único dios,
donde el viento lo puedes ver,
donde la eternidad tiene rostro.
Sé que hay un lugar
donde estoy sentado al sol
esperándome comiendo pipas.
Haciendo montones de cáscaras,
resecos ya los labios.
Sonriendo.
Sólo para decirme a mi mismo:
– ¿Por qué has tardado tanto, grandullón?
– ¿Por qué?
¿Por qué, dices?
Porque estaba dando vueltas de peonza
desgastando la punta de mis latires
en una celda sin cerrojo, ni rejas, ni carcelero.
Sin sentencia.
Porque estaba perdido a la deriva
flotando en un mar en cólera, seco de liquido,
seco de corales de peces de colores
en las mareas agrestes de mis pasos,
haciendo equilibrios
en los desiertos de mi bosque encantado.
Aún no he llegado.
Es mi sombra lo que ves.
Yo aún tardaré un rato largo en llegar
si los tropiezos que yo mismo invento
no logran de nuevo frenar mi ascenso.
Guárdame unas pipas que llegaré con sed.
Y no se le niegan pipas a un sediento.