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sábado, 14 de septiembre de 2024

Seres jardín



Cartas de amor | de Antoine De Saint-Exupéry a Consuelo Suncín De Saint-Exupéry

"No se dan las gracias a un jardín.
Yo siempre he dividido a la humanidad en dos partes.
Hay seres-jardín y seres-patio. Estos pasean su patio consigo, lo sofocan a uno entre sus cuatro muros, y uno se ve obligado a hablar con ellos para hacer ruido. 
Es penoso, el silencio, en un patio. 
Pero por los jardines uno se pasea. Uno puede callarse y respirar. Se está a gusto. 
Y las sorpresas agradables aparecen solas. No hay nada que buscar. 
Una mariposa, un escarabajo, una luciérnaga se nos muestran. 
No sabemos nada sobre la civilización de la luciérnaga. Uno sueña. 
El escarabajo parece saber a dónde va. Tiene mucha prisa. 
Es asombroso, y seguimos soñando. 
Luego la mariposa. Cuando se posa sobre una flor espléndida, uno se dice: para ella es como si se posara en una terraza de Babilonia, un jardín colgante que se balancea… 
Luego uno se calla al ver tres o cuatro estrellas. 
Pero no le doy las gracias por todo esto. 
Usted es como es. 
Simplemente tengo ganas de pasearme todavía en su jardín..."

Tipos de tristeza

 

Hay un tipo de tristeza que viene de saber demasiado, de ver el mundo como realmente es.
Es la tristeza de entender que la vida no es una gran aventura, sino una serie de pequeños, insignificantes momentos, que el amor no es un cuento de hadas, sino una emoción frágil y fugaz, que la felicidad no es un estado permanente, sino una rara y fugaz vista de algo que nunca podremos sostener.
Y en ese entendimiento, hay una profunda soledad, una sensación de estar aislado del mundo, de otras personas, de uno mismo. 

Virginia Woolf

Dejen que se curen, carajo


Uno tiene que curarse primero. 
Te andan obligando a disfrutar el momento, a soltar lo que te hace mal, 
a dejarte fluir con las circunstancias y a entregarle todo al Universo 
para que suceda lo que convenga. 
Uno primero tiene que curarse. 
Dejen de mentirle a la gente rota que todos sabemos 
que a nadie deja de sangrarle la herida por poner las patas en el agua 
y acariciar al perro mientras se les agradece la existencia a las tostadas que comemos todas las mañanas. 
La gente pide magia para que no duela y entonces se lo cree, 
y después los ves por ahí sintiendo culpa por no tener los huevos necesarios para salir a bailar 
y reírse a carcajadas mientras acaba de enterrar en el medio del pecho al amor de su vida. 
Termínenla. 
La gente rota guarda pedazos de vida que necesita sanar. 
Necesitan abrazos que se acomoden como mantas capaces de apretarles bien los cuerpos hasta que dejen de supurar. 
Tienen que dejar de supurar. 
Tienen que sanar. 
Están lastimados, no son boludos. 
No necesitan escuchar lo que hace rato están tratando de hacer y no pueden. 
A veces no se puede viejo, no se puede. 
Es que la vida a veces duele. Duele. 
Las pérdidas, los desengaños, los desencuentros, los abandonos, las decepciones, los sueños frustrados, las promesas incumplidas… Duele. 
Todo eso duele. 
Entonces antes de meter las patas en el agua y sacarse un selfie acariciando al perro, tienen que sanar. 
Y para sanar hay que saber frenar. 
Mirar lo que nos sacudió el cuerpo y el bocho y frenar. 
Frenar para ver, para entender, para reconstruir y también muchas veces para terminar de destruir. Córtenla con esas boludeces de que el que no se anima no es valiente, 
agitando esa pseudo libertad que se supone hay que poner en marcha 
porque mañana puede ser que se termine el cuento. 
Dejen de molestar a la gente que está haciendo su duelo, 
que se está encontrando con su pena con su soledad y sus vacíos. 
Respeten. No sean mentirosos. 
Todos sabemos que a veces simplemente no se puede. No se puede. 
Esa gente se está sanando. Se está enfrentando a sus fantasmas y a sus tormentas porque para poder salir a bailar con la música a todo lo que da, primero hay que saber curarse. 
Eso es la vida. 
Asumirlo es el paso necesario para poder pararse cuando se pueda y como se pueda. 
No apuren a la gente. Dejen que se curen, carajo. 
Y después quizá sí. 
Con menos dolor, con la herida ya sanada y con el cuerpo más liviano, 
que pongan las patas donde las quieran poner, que cumplan esa cuenta pendiente por hacer, 
que llamen a quien tengan que llamar, perdonar a quien no pudieron perdonar y que si se les canta el culo le agradezcan al Universo y a las tostadas por todo lo que les da. 
Pero dejen que la gente se sane. Dejen que se curen, carajo.
 
Lorena Pronsky

miércoles, 6 de septiembre de 2023

Ten legs, eight broken


To the spider,
he shadowed creature in the corner of the room
I hate you.
You scared me just as your brothers and sisters did before you,
and i will tell you what i told them,
you are a trespasser that does not belong here.
you entered without knocking.
Roamed freely like this is your home and decorated my walls with unwanted, silk webs without asking.
You may not be the only killer here, but only one of us is innocent,
and it's not you.

The spider says to me, it's brittle body squashed and dying,
It's not you, either.
There is venom infused in my fang-shaped maws,
but i was born this way.
What's your excuse?
If you could count your murders, how long would you be counting?
Am i really this threatening?

I thought human hearts were bigger that mine, but you have killed with malice instead of marrow of your bones and poison bubbling behind your scowl.

And i'm sorry for scaring you,
but i didn't know being seen would cost me my life.

Maybe
If you didn't fabricate the prickly feeling of my legs creeping upon your skin while I crawled across the living room floor,
If the webs I weaved were made of cotton candy and captured clementines, cherries, and sweet peas rather than struggling wings and blood;
If i had a pink tongue, push fur, a wagging tail, and fur legs instead of eight
If i had only two eyes, and they were glittering stars and not supermassive block holes;
If i was the same but looked different;
maybe you wouldn't hate me.

Maybe you wouldn't have loved me, either, and maybe you still wouldn't have let me stay,
but maybe you would've shown me the door or a window.
Maybe you would've shown me mercy.
(But you are still standing, and I am still sorry).

I think
maybe,
no matter how reluctant,
mercy would've been enough.

domingo, 3 de septiembre de 2023

Las amistades desaparecidas/ Javier Marías



La otra noche me forcé a llamar a una vieja amiga (lo es desde hace cuarenta y tantos años), para por lo menos hablar con ella, ya que en los últimos tiempos nos vemos poco. Poco, pero todavía nos vamos viendo, lo cual ya es mucho, pensé, en comparación con lo que me sucede con decenas de amistades, o les sucede a ellas conmigo.

Me temo que nos ocurre a todos, y en algunos momentos produce vértigo acordarse de las personas dejadas por el camino, o –insisto– que nos han dejado a nosotros orillados, colgados o en la cuneta. Uno sabe a veces por qué.


Curiosamente, las cuestiones políticas son, en España, frecuente motivo de ruptura o alejamiento. Si dos amigos divergen en exceso en sus posturas, es fácil que acaben reñidos sin que se haya dado entre ellos nada personal. Cabe la posibilidad de no sacar esos temas, pero es una alternativa siempre forzada: en el intercambio de impresiones se crea un hueco incómodo y que tiende a ocupar cada vez más espacio, hasta que lo ocupa todo y no hay forma de rodearlo, ni de disimular. Se charla un poco de fútbol, de la familia, del trabajo, pero la conversación se hace embarazosa, ortopédica, sobre ella planea el independentismo vehemente que uno de los dos ha abrazado, o su entrega a la secta llamada Podemos, o su conversión al PP, por ejemplo. Cosas que el otro no puede entender ni soportar.


Hay ocasiones más sorprendentes en las que uno también sabe por qué: porque presenció una mala época del amigo, que éste ya dejó atrás; porque le prestó o dio dinero, o lo vio en momentos de extrema debilidad. Hay quienes, lejos de tenerle agradecimiento, no perdonan a otro el haberse portado bien, o el haberles sacado las castañas del fuego. Cuando echamos una mano, del tipo que sea, en realidad nunca sabemos si estamos creándonos un amigo o un enemigo para el resto de la vida, y eso es particularmente arriesgado hoy en día, cuando hay tanta gente necesitada de manos para sobrevivir. Por propia experiencia, cada vez que echo una, me pregunto si recibiré gratitud por ella o una inquina invencible e irracional, un desmedido rencor. Supongo que el mero hecho de pedir ayuda –más aún de recibirla– representa para algunos individuos una humillación intolerable que harán pagar precisamente al que se la presta. Al que estuvo en condición de ofrecérsela y por lo tanto en una posición de superioridad. Aunque éste no la subraye en modo alguno, aunque dé todas las facilidades y reste importancia a su generosidad, hay personas que nunca perdonarán al testigo de su penuria, de su desmoronamiento o de su decadencia temporal. De su fragilidad.

Otras veces alguien se aparta porque al otro le va demasiado bien y es un recordatorio de lo que no tenemos. O porque le va demasiado mal y es un recordatorio de lo que a cualquiera nos puede aguardar.


En España hay que andarse con pies de plomo a la hora de mostrar los logros y los fracasos, la alegría y la desdicha. Un exceso de lo uno o lo otro es siempre un peligro, se corre el riesgo de quedarse solo y abandonado. Creo que era Mihura quien decía que un escritor afortunado debía hacer correr el bulo de que estaba gravemente enfermo, para permitir que se lo mirase con piedad y rebajar el resentimiento por sus éxitos: “Ya, pero se va a morir”, es un consuelo que atempera la envidia.

Pero demasiadas veces no sabemos por qué se desvanece una amistad. 

Por qué las cenas semanales, o incluso la llamada diaria, se han quedado en nada, quiero decir en ninguna cena ni una sola llamada. Sí, aparecen nuevos amigos que desplazan a los antiguos; sí, nos cansamos o nos desinteresamos por alguien o ese alguien por nosotros; sí, un ser querido se torna iracundo, o lánguido y perpetuamente quejoso, o exige invariablemente sin aportar nunca nada, o sólo habla de sus obsesiones sin el menor interés por el otro. De pronto nos da pereza verlo, nada más. No ha habido riña ni roce, ofensa ni decepción. Poco a poco desaparece de nuestra cotidianidad, o él nos hace desaparecer de la suya. 
Y falta de tiempo, claro está, el aplazamiento infinito. Esos son los casos más misteriosos de todos. Quizá los que menos duelen, pero también los que de repente, una noche nostálgica, nos causan mayor incomprensión y mayor perplejidad.


miércoles, 13 de julio de 2022

Lecciones de amistad

Hay amigos, pocos amigos, de esos que aparecen muy de vez en cuando en tu vida y que vuelven a ponerse en contacto porque se han enterado por ahí que tu pareja te ha dejado o que has pillado COVID. Muchas veces ejercen de inesperada luz para convertir lo que parecía un pozo sin fondo, en un túnel con salida.


Son personas que van por el mundo sin otra mochila que la lealtad sincera y cálida. Colosos de la cotidianeidad que, sin querer, te hacen sentir mal porque, al compararte con ellos, te descubren lo egoísta y pusilánime que puedes llegar a ser.

Si no contactas con ellos no se enfadan, porque si algo les caracteriza es creer sinceramente que la lealtad jamás se pide, solo se ofrece. Y no puedes evitar pensar en lo esforzadas y sacrificadas que deben ser sus vidas, hasta que un día te das cuenta que siempre has estado equivocado.

Estos seres extraordinarios van ligerísimos de carga. Tienen sus dramas y sus problemas, claro que sí, pero en realidad, no le deben nada al futuro o al pasado. Si creen en el valor de la lealtad es porque creen en el valor del hoy, del estar aquí, de generar momentos que merezcan la pena sin pedir a cambio más que le dediques, durante unas horas, el mismo tiempo que ellos ponen en ti.

Los abandonas cruelmente o sin querer, en tu insoportable narcisismo, y ellos vuelven, sin condiciones y queriéndote con esa fidelidad insobornable con la que una abuela ama a su nieto primerizo. Qué estúpidos somos: cuánto tiempo dedicamos a aquellos y aquello a lo que no importamos lo más mínimo. Qué poco esfuerzo dedicamos a los que darían todo por nosotros sin pedirnos que nosotros lo demos por ellos.

Esa gente es, en si misma, una lección de vida.

No hay nada más valioso que la amistad, ni tan siquiera la vida, porque la vida sin la amistad no tiene sentido alguno.


Dani Méndez 

viernes, 24 de junio de 2022

Solo le pido a dios

Solo le pido a dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
Vacía y sola sin haber hecho lo suficiente

Solo le pido a dios
Que lo injusto no me sea indiferente
Que no me abofeteen la otra mejilla
Después que una garra me arañe esta suerte

Solo le pido a dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente

Solo le pido a dios
Que el engaño no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente

Solo le pido a dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente

Solo le pido a dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
Toda la pobre inocencia de la gente.

https://youtu.be/KqMszVPa6e4