"Hay experiencias en la amistad que no nombramos lo suficiente porque se escapan del imaginario romántico que tenemos de los vínculos entre mujeres.
Nos han enseñado a reconocer la traición amorosa, la manipulación de pareja o incluso la violencia psicológica y física más explícita y clara. Pero hay otras formas de violencia (más sutiles, muy íntimas) que ocurren donde menos deberían ocurrir: en una amistad que se nombra sororidad.
Hay vínculos en los que una amiga se presenta como “hermana”, “confidente”, “persona de confianza”, pero en la práctica opera desde una rivalidad mimética devastadora.
René Girard describe la rivalidad mimética como ese impulso por desear lo que la otra es, lo que la otra encarna, lo que la otra representa.
No lo que la otra tiene tan solo: lo que la otra es.
Y cuando este impulso aparece en una amistad marcada por personas llenas de inseguridad, fragmentación interna o una identidad frágil, se convierte en algo denominado "apropiación simbólica sistemática".
No hablamos de inspiración, admiración o coincidencias.
Hablamos de apropiarse de los espacios que otra ha creado; de copiar ideas, discursos, proyectos, y hasta bromas lingüísticas o vivencias; de ocupar lugares simbólicos que no pertenecen a quien irrumpe.
Hablamos de alguien que va adoptando tus expresiones, tus proyectos, tus vínculos, tus relatos, como si fueran un depósito disponible donde abastecer su identidad vacía.
Una especie de canibalización simbólica.
No hablamos de amigas que se hacen amigas de tu círculo.
Hablamos de quién ocupa el centro de tu propia existencia y quién es desplazada hacia los márgenes.
En la amistad, esta violencia se vuelve especialmente cruel, porque se sostiene sobre un lenguaje de cariño, de complicidad, de intimidad emocional.
La disonancia es radical:
¿cómo puede alguien que te nombra “hermana” ocupar tus lugares, ridiculizarte en lo sutil, apropiarse de tus proyectos, replicar tu trayectoria, suplantar tus ideas o incluso tus relatos vitales?
Sara Ahmed habla de las relaciones que no permiten respirar: aquellas donde la otra persona se introduce en tu vida no para acompañarte, sino para instalarse en tus ropas.
Para sustituir, no para convivir. En estas dinámicas, el yo queda reducido, se encoge, se vuelve borroso. La identidad se difumina porque la otra ha empezado a habitarla.
Y la indefensión aprendida a hacerse carne de shock.
No puede ser, no puede ser, te preguntas internamente sin poder salir de ahí.
Muchas maestras han descrito formas en que las mujeres pueden quedar atrapadas en vínculos donde la otra no acompaña: ocupa.
No convive: coloniza.
No comparte: absorbe.
Todas coinciden en una idea: hay relaciones en donde una mujer puede convertirse en territorio apropiado por otra, donde la subjetividad se vuelve materia prima para la identidad ajena.
Quien vive esto desde el otro lado suele pasar por el desconcierto, la culpa, la vergüenza y la duda permanente:
¿Será para tanto?
¿Estaré exagerando?
¿Por qué me siento tan empequeñecida y borrada de mis espacios creados en una relación que se supone que es de amistad?
¿Dónde están ahora los que eran mis amigos?
El daño profundo a tu identidad, la soledad que genera y la falta de apoyo del entorno ( está última parte es fundamental) duele tanto porque no solo se vive el maltrato de una supuesta amistad, sino también la traición silenciosa del grupo, que te deja cargando con la etiqueta de “susceptible” o “loca”.
Cuando en una red social alguien manipula y excluye, muchas personas se callan o se alinean con quien perciben más fuerte/líder, aunque no sea justo.
Eso te coloca en el rol de “la rara” o “la exagerada”, no porque lo seas, sino porque es más fácil para el grupo negar el conflicto que responsabilizarse.
En tu historia, prima, quizá no fue solo una amiga insana: fue todo un escenario de desconfirmación colectiva, que deja huella muy dolorosa en la confianza básica hacia los demás.
Y sin embargo, hay un momento milagroso (político, reparador) en el que descubres que no estabas sola.
Que otras mujeres vivieron lo mismo con esa persona.
Que no era tu sensibilidad, ni tu exageración, ni tu fragilidad.
Que hay un patrón. Que hay teoría. Que tiene nombre.
Que está “hermandad” que se convierte en un dispositivo de borradura no fue algo que te ocurrió a ti nada más.
Y lo digo con toda la seriedad política que esto merece: hay amistades que, si no consigues alejarte a tiempo, te rompen por dentro.
Te vacían.
Te enloquecen.
No metafóricamente: psíquicamente. Ese es el nivel de violencia simbólica que se vive.
Hablar de estas experiencias importa porque todavía no tenemos suficiente lenguaje para nombrarlas.
Porque muchas mujeres han tenido que abandonar espacios de amistad, de trabajo o de creación por este tipo de dinámicas invisibles.
Porque no siempre la violencia se grita; a veces desgasta en silencio, apropiándose de lo que somos hasta dejarnos sin sitio en nuestra propia vida.
Hasta el punto de que tu familia afectiva ya no lo es, la casa de seguridad en la que has vivido tiene otra llave y tu recorrido profesional es nombrado por otra persona como suyo.
Hablar de esto, entenderlo y compartirlo es recuperarte, volver a ti.
Es necesario.
Escucha, prima, el patrón de mimetización / apropiación de una mujer que se vincula contigo para absorber tu red social, tus relatos, incluso tu identidad profesional es muy típico en vínculos donde hay envidia grave y apropiación de lo que el otro representa.
Pero salir de la indefensión aprendida, del silencio y el shock tras la devaluación, intento de esquilmarte o maltrato nos URGE.
Esta es nuestra premura.
En nombre del "amor" se gestan monstruos.
Y sí, en este mundo también hay depredación.
Y salir del patrón de "los demás me hacen mal" y darte cuenta cómo te desproteges, regalas lo tuyo y entregas todo tu capital sin valorarlo, te esquinas cuando alguien te empuja simbólicamente, uno de los aprendizajes fundamentales de la madurez.
La bondad sin capacidad de defensa es la posición más favorable para que te coman.
Y felinas voraces hay".
María Sabroso.
Nota: Por fin alguien puso palabras para retratar la vivencia de aquella mujer que me llamaba "socia amiga hermana".
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| India. Octubre 2023 |