"Estabas profundamente dormida. Por la ventana entraba el sol primaveral de Manhattan y se derramaba sobre tu cuerpo desnudo. Una dulce brisa hacía danzar las cortinas con delicadeza. Me incorporé para apoyarme en el respaldo de la cama y encender un cigarro. Todo era fulgor y magia, aquella mañana, en aquel espantoso piso. Solos, toda la belleza del mundo y yo, envueltos en dragones de humo Marlboro.
Mientras, en el piso de Bruce, mi vecino, comenzó a sonar aquella canción de Bill Evans, "Peace Piece", que se filtraba suavemente a través de las ventanas abiertas y las finas paredes. Por unos instantes, acunado por aquellas maravillosas notas de piano, olvidé que te irías al día siguiente y para siempre. Te juro que lo olvidé. Y entonces entendí, y esto no lo olvidé jamás, que tan solo somos recuerdos en la vida de aquellos que se niegan a olvidarnos.
Solo eso.
Tan solo eso.
Después me dormí, abrazándote por detrás, deseando que aquel momento no terminase nunca"
Raymond Chandler
Mientras, en el piso de Bruce, mi vecino, comenzó a sonar aquella canción de Bill Evans, "Peace Piece", que se filtraba suavemente a través de las ventanas abiertas y las finas paredes. Por unos instantes, acunado por aquellas maravillosas notas de piano, olvidé que te irías al día siguiente y para siempre. Te juro que lo olvidé. Y entonces entendí, y esto no lo olvidé jamás, que tan solo somos recuerdos en la vida de aquellos que se niegan a olvidarnos.
Solo eso.
Tan solo eso.
Después me dormí, abrazándote por detrás, deseando que aquel momento no terminase nunca"
Raymond Chandler