No soporto a los tibios de corazón. Los aborrezco, es algo visceral y racional al mismo tiempo. Tibios de corazón, indiferentes y cobardes. Y me refiero a una cobardía estructural, no al miedo insuperable. Los cobardes morales ni siquiera se plantean abandonar su zona de ensimismado confort. Estoy convencida de que el porcentaje de individuos de verdad malvados que hay en el mundo es pequeño, quizá muy pequeño, incluso ínfimo. Los auténticos culpables de que la vida pueda ser tan cruel y de que la Tierra se convierta en un valle de lágrimas son los tibios de corazón, porque esos sí que son legión, esos son muchísimos; esos quizá sean, por desgracia, la mayoría de los seres humanos, y son quienes no se enfrentan a los energúmenos, quienes no protegen a los indefensos, quienes permiten con su callosa indiferencia que el Mal campe a sus anchas. Son los niños que dejan que un matón torture a un compañero de clase, los padres que prefieren no enterarse, los oficinistas que admiten el acoso a un colega, los vecinos que hacen oídos sordos al ruido de golpes y llantos que se cuela a través de las paredes, o que secundan a un presidente despiadado y se niegan a poner una rampa en el portal que permitiría salir a la calle al vecino en silla de ruedas. Toda esa gentuza es la peor. Alfredo Llopico, un amigo con quien hablé de esto, me mandó dos citas maravillosas. Una es del Apocalipsis, en donde Jesús dice: “Conozco tus obras, sé que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras lo uno o lo otro! Por tanto, como no eres frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca”. Y la otra es de la Divina Comedia, de Dante, en donde, en el ‘Canto III del Infierno’, encontramos que las almas más despreciables son aquellas “que vivieron sin merecer alabanzas ni vituperio (…) que no fueron rebeldes ni fieles a Dios, sino que sólo vivieron para sí”. Siempre hemos sabido que los culpables del horror del mundo son los tibios de corazón. Malditos sean.
http://elpaissemanal.elpais.com/columna/rosa-montero-malditos-los-tibios/
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