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domingo, 12 de mayo de 2013

Invictus

 
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
***********************************

En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante, la amenaza de los años me halla,
y me hallará, sin temor.
Ya no importa cuan recto haya sido el camino,
ni cuantos castigos lleve a la espalda:
Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma.

W.E. Henley
 

miércoles, 8 de mayo de 2013

Recuerdos en un detalle

La vida nos empuja hacia adelante
y sin embargo,
a veces,
un pequeño detalle nos detiene en seco
y nos hace retroceder vidas..
Y los recuerdos golpean
y sudan lágrimas.

Oyes la maquinaria del presente
que comienza de nuevo a engrasar
y te despides..

Hasta la próxima.

El esqueleto de toda gran historia




"Si ustedes deciden venerar el dinero y las cosas materiales –dándoles el más importante significado en sus vidas-, entonces sentirán que nunca tienen lo suficiente. Es la vida. Veneren a su propio cuerpo y su belleza y su encanto sexual; y siempre se sentirán feos y cuando el tiempo y la edad se empiecen a mostrar, se habran muerto un millón de veces antes que ellos decidan olvidarte. A cierto nivel nosotros sabemos sobre estas cosas porque han sido codificadas en nuestras mentes en forma de “mitos”, “proverbios”, “clichés”, “fórmulas caducas”, “epítetos”, “parábolas”: el esqueleto de toda gran historia. Pero el truco está en cómo mantenemos toda esta verdad en la superficie de nuestra conciencia diaria. Venera el poder y te sentirás débil y con miedo y necesitarás aún más poder sobre los demás para poder mantener la bahía llena de miedo. Alaba tu intelecto para que los demás “te vean” muy astuto y terminarás sintiéndote un ser fraudulento y estúpido y siempre al borde de ser descubierto. Y así sucesivamente."

David Foster Wallace


Aquí texto completo:

Estaban estos dos peces jóvenes nadando a lo largo y sucedió que de pronto se encuentran con un pez viejo que venia en sentido contrario, y al ver a este par de peces, los saludó con un “hola chicos, ¿como esta el agua?” Los dos peces jóvenes continuaron nadando hasta que uno de ellos volteo la mirada hacia el otro y le dijo, “¿qué diablos es el agua?”

Esta es la costumbre “estandarizada” que existe en los Estados Unidos para los discursos de graduación: el desarrollo didáctico de pequeñas historias a modo de parábolas. Y este tipo de historia resulta ser una de las mejores y menos estúpidas dentro de las convenciones del género. Ahora bien, si ustedes están preocupados en estos momentos, pensando que yo estoy planeando presentarme a este lugar como si fuera ese viejo y sabio pez que les explica a ustedes los peces jóvenes, qué es el agua; por favor, no lo piensen de esa manera. Yo no soy ese viejo y sabio pez. La lección inmediata de la historia del pez radica en que la más obvia, ubicua, e importante de las realidades, suele ser la más difícil de ver y de hablar. Claro que establecida como una oración en inglés, esta se nos presenta como una banal perogrullada; pero el hecho es que en las trincheras del día a día de nuestra existencia como adultos, las perogrulladas banales pueden tener una importancia de vida o muerte. Y así es como yo se los quiero sugerir, en esta seca y tierna mañana.
Por supuesto que el más importante requisito en discursos como estos radica en que yo debo hablarles aquí sobre el significado de su educación en Artes Liberales. En tratar de explicarles por qué el grado que ustedes están a punto de recibir tiene un valor humano actual, en vez de una simple retribución material.

Entonces empecemos hablando de este simple y poderoso cliché que se da dentro del género de los discursos de graduación, cual es aquel que dice que la educación en Artes Liberales no trata tanto de cómo llenarlos de conocimiento, sino, cito, “enseñarles a ustedes cómo pensar.” Y si ustedes fueran como yo, cuando era estudiante universitario, no les hubiera gustado para nada escuchar esto, se sentirían un poco hasta insultados, bajo el reclamo de que en realidad no necesitan a nadie que les enseñe cómo pensar; toda vez que han sido aceptados en una universidad lo suficientemente buena y prestigiosa como para estar probándoles qué tan bien saben pensar. Pero les voy afirmar a ustedes que este cliché sobre las Artes Liberales resulta no ser tan insultante como podría creerse, porque la educación realmente significante en lo que se supone vamos a adquirir en un lugar como este, no tiene que ver tanto con la capacidad del pensar, sino por el contrario, con nuestra elección sobre qué vamos a pensar. Si su total libertad de elegir en relación sobre qué pensar, les resulta demasiado obvio como para perder el tiempo en hablarlo; les voy a pedir que piensen en el pez y el agua y que pongan en paréntesis, sólo por unos cuantos minutos, su escepticismo acerca del valor de lo totalmente obvio.

Aquí les tengo otra de esas historias breves y didácticas. Están dos tipos sentados en un bar de uno de esos lugares salvajes y remotos de Alaska. Uno de ellos es religioso, el otro es ateo y están discutiendo la existencia de Dios, con esa especial intensidad que resulta luego de la cuarta cerveza. El ateo dice: “Fíjate, no es que no tenga una razón actual para no creer en Dios. No es que no haya nunca experimentado todo este asunto de Dios y la oración. Sucede que el mes pasado de pronto me vi atrapado, lejos del campamento, en una de esas tormentas de nieve y no podía ver nada, y estaba absoluta y totalmente perdido, y había cincuenta grados bajo cero, y entonces lo decidí e intente hacerlo: me arrodillé en la nieve e imploré por Dios… Dios, si hay un Dios, estoy perdido en esta tormenta de nieve, y voy a morir pronto si tú no me ayudas!” En el bar, el tipo religioso miro al ateo con total perplejidad: “Bueno, entonces ahora debes creer”, le dijo. “Después de todo, aquí estas, sano y salvo.” El ateo puso sus ojos en blanco como si el religioso fuese un tonto y le respondió: “No hombre, todo lo que sucedió fue que de pronto aparecieron un par de esquimales y me mostraron por donde era el camino de regreso al campamento.”

Es muy fácil entender esta historia bajo cierto tipo de análisis estandarizado dentro de las Artes Liberales: una misma experiencia puede significar dos cosas completamente diferentes, en dos personas diferentes, que tienen a su vez dos modelos de creencias diferentes y dos caminos diferentes para construir sus propios significados a partir de la experiencia. Y porque apreciamos la tolerancia y diversidad de creencias, de ninguna manera en nuestro análisis del tipo "Artes Liberales", vamos a reclamar que la interpretación de uno de ellos es la verdadera y la del otro la falsa o mala. Lo cual esta bien, salvo que nunca terminamos reflexionando sobre el origen de estos patrones y creencias individuales, en el sentido que vienen del interior de estas dos personas. Como si las más básicas orientaciones de una persona en relación al mundo y al sentido de su experiencia, estuvieran de alguna manera enraizadas a su ser, al igual que su estatura física o la talla de sus zapatos; o como en el caso del lenguaje, que es absorbido por la cultura. Como si la construcción de significados no fuera un asunto de elección personal y producto intencional de una decisión consciente. A todo esto hay que agregar el asunto de la arrogancia. El tipo que no es religioso está totalmente en estado de sujeción y seguro de sí mismo, para descartar la posibilidad que los esquimales tengan algo que ver con su ruego a Dios pidiendo ayuda. Y es cierto, también existen muchas personas religiosas que se muestran absolutamente arrogantes con respecto a sus propias interpretaciones. Y probablemente son mas repulsivos que los ateos, al menos para la gran mayoría de los que nos encontramos aquí reunidos, y el hecho es que el problema del dogmatismo religioso es exactamente el mismo que se muestra en la genesis del ateo: arrogancia, certeza ciega, y una mentalidad limitada que es como una prisión tan absoluta o completa que el prisionero no termina ni de darse cuenta de que esta encerrado.

El punto aquí es que yo pienso que esto es un aspecto de lo que el mantra de las Artes Liberales nos dice, “enseñarnos a cómo pensar”; es lo que realmente supone que dice: el de ser un poco menos arrogantes, el de tener alguna conciencia critica sobre mi ser y mis certezas… porque un inmenso porcentaje de cosas que automáticamente damos por ciertas, resultan totalmente falsas y engañosas. Y yo aprendí todo esto de una manera penosa y difícil y les pronostico a ustedes -que hoy se gradúan-, lo mismo.

A continuación un ejemplo de algo totalmente equívoco y que sin embargo tendemos de manera automática a dar por cierto: todo lo que está alrededor de mi propia e inmediata experiencia soporta la profunda creencia de que somos el centro absoluto del universo; soy la más importante, brillante y realista de las personas existentes. Y raramente solemos hablar de este tipo de naturaleza básica y egocéntrica, porque es socialmente tan repulsiva, pero muy en el fondo, es casi la misma para todos nosotros. Es esa disposición innata (1) que se nos instala solidamente desde el instante mismo en que nacemos. Piénsenlo de esta manera: no ha existido en sus vidas una sola experiencia en donde no hayan estado en el centro absoluto. El mundo tal como ustedes lo experimentan se encuentra justo frente a ustedes, o atrás, o a la izquierda o a la derecha; esta en sus televisores, en sus pantallas del ordenador, o donde sea. Los pensamientos y sentimientos de las otras personas tienen que ser comunicados de alguna manera; pero los suyos propios son tan urgentes, inmediatos y reales.

Ustedes captan esta idea. Pero por favor no se sientan preocupados por el hecho de que yo podría estar preparándome ahora para predicarles sobre cómo ser compasivos y otras directrices como las llamadas “virtudes”. Esto no es un asunto de virtud, es un asunto que tiene que ver con mi elección a realizar mi trabajo que consiste de alguna manera en alterar o liberarme de mi estado natural, que es esto que nos viene dado por la naturaleza, que resulta ser profunda y literalmente egocéntrica; y con interpretar y ver todo a través de un lente propio.

Las personas que pueden ajustar esta natural disposición innata de esa manera, son usualmente descritas como “bien adaptadas”, por lo que desde ya les sugiero que no estamos ante un término accidental.

Dado aquí este posicionamiento académico, una pregunta obvia es: qué tanto de este trabajo de ajuste de nuestras disposiciones innatas envuelve el intelecto y conocimiento actual. La respuesta, que no es una sorpresa, dependerá de qué tipo de conocimiento estemos hablando. Probablemente la más peligrosa cuestión que envuelve la educación académica, al menos en mi caso, es que esta facilita mi tendencia a sobre-intelectualizar una serie de cosas, a perderme en pensamientos abstractos en vez de simplemente prestar atención a lo que está sucediendo frente a mí. En vez de prestar atención a lo que esta sucediendo dentro de mí.
Y como estoy seguro que ustedes muchachos lo saben, es extremadamente difícil mantenerse alertas y atentos antes de quedar hipnotizados por el constante monólogo que se genera en nuestras cabezas. Lo que ustedes no saben aun, es cuáles son los riesgos que esta lucha lleva implícitos.

Desde mi propia graduación hace veinte años, he venido poco a poco entendiendo todos estos riesgos y he podido constatar que ese cliché de artes liberales que dice “enseñándoles cómo pensar” ha quedado corto por una más profunda e importante verdad: “Aprendiendo cómo pensar”, es decir aprendiendo cómo ejercitar algún control sobre en qué y en cómo pensar. Significa estar lo suficientemente conscientes e informados en la elección de a qué vamos a prestar atención y en la elección de cómo vamos a encontrar un sentido desde la experiencia. Porque si ustedes no pueden ejercitar este tipo de elección en sus vidas adultas, entonces se encontrarán totalmente perdidos. Piensen en ese viejo cliché que dice “La mente es una excelente sirviente pero una pésima maestra”. Este, como muchos clichés, tan pobre e intrascendente a simple vista, expresa en el fondo una gran y terrible verdad. Y no es poco menos que accidental que la mayoría de adultos que se suicidan con un arma de fuego, se disparan en la cabeza. Ellos disparan a ese terrible maestro. Y la verdad es que la mayoría de estos suicidas ya estaban muertos mucho antes de halar el gatillo. Y yo suscribo que este es el real y no despreciable valor que la educación en artes liberales supone ser: de cómo mantenernos alejados de esas confortables, prosperas y respetables vidas adultas que están muertas: inconscientes y esclavos de sus propias mentes y disposiciones innatas; a ser únicos, íntegros y a estar imperiosamente solos, día a día.

Todo esto les podrá sonar hiperbólico o como si fuera una abstracción sin sentido. Por lo que les sugiero ir a lo concreto. El hecho simple es que ustedes graduados aun no tienen la menor idea de lo que realmente significa el “día a día”. Sucede que a nadie se le ocurre hablar en los discursos de graduación de gran parte del estilo de vida adulta de los americanos. Partes en donde están involucrados el aburrimiento, la rutina y las pequeñas frustraciones. Los padres y personas mayores que se encuentran aquí presentes saben a lo que me estoy refiriendo. A manera de ejemplo, digamos que estamos en un día promedio en la vida de un adulto, y nos levantamos por la mañana para dirigirnos a ese centro de trabajo que es nuestro gran reto, y nos quedamos trabajando duro por nueve, diez horas y cuando el día llega a su fin estamos cansados y estresados y todo lo que deseamos es llegar a casa y tener una buena cena y tal vez relajarnos por un par de horas, para después meternos al sobre temprano, porque debemos levantarnos al día siguiente para hacerlo todo de nuevo una y otra vez. Pero en estos momentos recordamos que no hay comida en casa –no hemos tenido oportunidad de hacer las compras debido a nuestro exigente trabajo- por lo que ahora luego del trabajo, debemos meternos en nuestros coches y conducir al supermercado. El día laboral ha terminado y el trafico es muy intenso, por lo que llegar a la tienda toma más tiempo que el usual, y cuando finalmente llegamos, el supermercado está abarrotado; es la hora del día que también otros trabajadores tratan de hacer sus compras, y la tienda se ve horrible, con sus luces fluorescentes y su estilo “pop-corporativo” o “Muzak” destruye almas ; y es más que el último lugar donde quisiéramos estar en estos momentos, pero no podemos entrar y salir con la rapidez que quisiéramos. Y tenemos que deambular por los pasillos de esta sobreiluminada y abarrotada tienda, en busca de nuestros alimentos; y tenemos que maniobrar con nuestra vetusta carretilla y por supuesto cruzarnos con todas esas personas que también deambulan cansadas y apuradas con sus carretillas; y los viejos con su glacial lentitud; y las personas espaciosas; y los chicos con ADHD. Todos bloqueándote tu paso por los pasillos, pero nosotros nos aguantamos mordiéndonos los dientes y tratamos de ser educados, solicitándoles que nos permitan pasar para finalmente conseguir todos nuestros productos y encontramos que no hay suficientes líneas abiertas para pagar a pesar que es la hora punta y las pocas líneas están repletas de gente. Lo que nos parece estúpido y nos hace enfurecer, pero no podemos descargar nuestra furia sobre la frenética mujer que trabaja en la caja registradora, que se encuentra sobrecargada en un trabajo cuyo tedio e insignificancia diarias sobrepasan la imaginación de cualquiera de los aquí presentes en este prestigioso college…

Pero en todo caso, finalmente nos encontramos listos para pagar y pagamos por nuestra comida no sin antes esperar que una maquinita autentique nuestra tarjeta o cheque para que finalmente nos digan “que tenga un buen día”, en una voz que es y suena como la voz absoluta de la muerte.

Y a continuación tenemos que llevar nuestras fofas y endebles bolsas de plástico llenas de alimentos en esa carretilla, que además tiene una de las rueditas que gira locamente hacia la izquierda, durante todo el recorrido por una atestado, sucio y agujereado parque de estacionamiento para a continuación intentar cargar el coche de tal manera que nada se salga de las bolsas y así evitar que los productos rueden a lo largo y ancho de la maletera, en el camino de retorno a casa; y a continuación debemos conducir todo el trayecto a casa en un lento, pesado e intenso trafico de hora punta tipo “SUV”, etcétera, etcétera.

Por supuesto que todos los aquí presentes han realizado esta actividad, pero nadie lo ha incorporado como parte de su rutina, día tras semana tras mes tras año. Y así será y más triste, molesto y como una rutina sin sentido aparente. Excepto que este no es el punto. El punto se da en estas situaciones de agobio, porque es ahí donde la posibilidad de elección aparece. Porque las congestiones del trafico, los corredores abarrotados y las largas líneas para pagar, me dan tiempo para pensar y si no tomo una decisión consciente sobre cómo pensar y a qué prestar atención, me voy a sentir miserable y amargado cada vez que deba detenerme en el supermercado; porque mi disposición innata me dice que en situaciones como esas todo se da en relación a mí: mi molestia, mi fatiga, mi deseo de estar en casa.

Y nos va a parecer que los demás, como cualquier otra persona, están "en mi camino", ¿y quién diablos son todas estas personas que se cruzan en mi camino? Y miren qué repulsivas son la mayoría de ellas, que estúpidas, torpes e inhumanas e insensibles que se ven todas ellas en la fila para pagar; o qué enojados y rudos me parecen esas personas hablando en sus teléfonos celulares en medio de todas estas filas. Y miren qué profundamente injusto es todo esto: he trabajado duro durante todo el día y estoy hambriento y cansado y ni siquiera puedo llegar a casa a cenar y descansar por culpa de toda esta gente. O por supuesto, si me encuentro en una forma más socialmente consciente del tipo "artes liberales", siempre dentro de mi determinación innata; me podría pasar el tiempo durante el trafico del fin de día, molesto y amargado por todo ese inmenso y estúpido carril de carretera abarrotado de SUVs y Hummers y pick-ups V12 quemando y malgastando egoístamente su combustible desde esos tanques de cuarenta galones; o puedo fijarme en el hecho de que esos "stickers" patrióticos o religiosos de los parachoques, siempre resultan encontrarse en los más grandes y distinguidamente egoístas vehículos, conducidos por los mas horribles, desconsiderados y agresivos conductores que usualmente los encontramos hablando desde sus celulares al tiempo que van cerrando a los demás vehículos con tal de ganar sus veinte estúpidos metros, hacia adelante en la congestión vehicular... y puedo pensar en cómo los hijos de nuestros hijos nos van a despreciar por malgastar todo ese combustible del futuro y probablemente arruinar el clima; y de qué engreídos, estúpidos, egoístas y desagradables fuimos todos; y de cómo todo esto los jodió; y de esto y lo otro...

Fíjense, si yo elijo pensar de esta manera, bien, muchos de nosotros así lo hacen -salvo que elegir pensar de esta manera tiende a ser una forma tan simple y automática, que no implica ser el resultado de una elección. Pensar de esta manera es aplicar nuestra determinación innata. Es esta forma automática e inconsciente por la que experimento todo el aburrimiento, frustración y otros aspectos de la vida saturante adulta; sólo cuando opero en esa creencia automática e inconsciente de que soy el centro del universo, mis sentimientos y necesidades inmediatas, son las que determinarán mis prioridades frente al mundo.

El asunto es que existen obviamente diferentes caminos de cómo pensar estos tipos de situaciones. En todo este tráfico, todos estos vehículos atascados y paralizados en mi camino: no es imposible que alguna de estas personas montadas en sus SUV's hayan estado involucradas en algún horrible accidente automovilístico en el pasado y en la actualidad encuentran en el manejar, una experiencia tan traumática que su terapeuta les haya recomendado conducir una inmensa y pesada SUV y así se puedan sentir lo suficientemente seguras en el volante; o que el Hummer que me acaba de cerrar el paso en la carretera, tal vez este siendo conducido por un padre de familia cuyo pequeño hijo este mal herido o enfermo en el asiento de al lado, y lo esta llevando raudamente al hospital y por lo tanto tiene una razón más grande y legitima que yo, para conducir de esa manera; y soy yo en realidad, quien se esta cruzando por su camino. O me puedo ver forzado a elegir en consideración, la probabilidad de que todas las personas que conforman esas filas para pagar en el supermercado se encuentran, al igual que yo, tan frustradas y aburridas, y de que algunas de estas gentes de hecho tienen una vida mas dura, tediosa y dolorosa que la mía, en general. Y así sucesivamente.

Nuevamente, por favor no vayan a pensar que yo les estoy dando aquí un consejo moral; o que yo les estoy hablando de cómo ustedes "deberían de" pensar; o de que todos esperan de ustedes, que hagan esto de manera automática, porque a decir verdad, todo esto es duro y requiere de mucha voluntad y esfuerzo mental, y si ustedes son como yo, algunos días no estarán en condiciones de hacerlo, o sencillamente no desearan hacerlo. Pero la mayoría de los días, si ustedes están lo suficientemente conscientes para darse la oportunidad de hacer una elección, podrán elegir mirar diferente a esa mujer gorda, insensible y sobredimensionada que le acaba de pegar un grito a su niño en la línea para pagar... que tal vez ella no es así en realidad; que tal vez ella se viene pasando tres noches seguidas sin dormir, tomada de la mano de su marido que esta agonizando de cáncer a los huesos, o tal vez que esa misma mujer es la empleada de más bajo salario del Departamento de Transporte Publico, que justo ayer fue quien ayudo a tu esposo a resolver uno de esos problemas de tipo "pesadilla", a través de un cierto e insignificante acto de benevolencia burocrática. Por supuesto que nada de esto parece ser probable, pero tampoco resulta imposible: todo depende de lo que queramos considerar. Si ustedes están automáticamente seguros de lo que entienden por realidad, y quién y qué es lo que realmente importa -si desean operar en el modo de su determinación innata- entonces ustedes, al igual que yo, probablemente consideraremos esas posibilidades absurdas e irritantes. Pero si por el contrario, ustedes han aprendido cómo pensar y cómo prestar atención, entonces sabrán que existen otras opciones. Estará actualmente bajo el poder de ustedes el experimentar esas situaciones infernalmente abarrotadas, calientes y lentas, como no solamente significativas, sino además sagradas, con el fuego mismo que ilumina las estrellas: compasión y amor, la unidad que subyace a todas las cosas. No es que las cosas místicas sean las necesariamente validas: la única cosa que es Verdad con V mayúscula, es que ustedes tendrán que decidir cómo es que intentarán ver estas cosas. ESTA-Y YO LO SUSCRIBO- ES LA LIBERTAD QUE SUBYACE A TODA EDUCACIÓN REAL, LA DE APRENDER CUANDO SER "BIEN ADAPTADOS": USTEDES TIENEN QUE APRENDER DE MANERA CONSCIENTE QUÉ ES LO QUE TIENE SIGNIFICADO Y QUÉ ES LO QUE NO LO TIENE.

Porque aquí encontramos otra verdad más. En la trincheras de la vida diaria adulta no existe eso que llamamos ateísmo. No existe tal cosa como no alabar algo. Todos tenemos que alabar. La única elección que tenemos esta en a qué alabar. Y una razón extraordinaria para elegir algún tipo de Dios o entidad espiritual –llamémoslo J. C, Allah, Yahvé o la Diosa Madre WICCAN, o las Cuatro Nobles Verdades, o un intangible set de principios éticos- es que cualquiera de estas entidades de alabanza, tarde o temprano, terminarán comiéndolos vivos. Así, si ustedes deciden venerar el dinero y las cosas materiales –dándoles el más importante significado en sus vidas-, entonces sentirán que nunca tienen lo suficiente. Es la vida. Veneren a su propio cuerpo y su belleza y su encanto sexual; y siempre se sentirán feos y cuando el tiempo y la edad se empiecen a mostrar, se habran muerto un millón de veces antes que ellos decidan olvidarte. A cierto nivel nosotros sabemos sobre estas cosas porque han sido codificadas en nuestras mentes en forma de “mitos”, “proverbios”, “clichés”, “fórmulas caducas”, “epítetos”, “parábolas”: el esqueleto de toda gran historia. Pero el truco está en cómo mantenemos toda esta verdad en la superficie de nuestra conciencia diaria. Venera el poder y te sentirás débil y con miedo y necesitarás aún más poder sobre los demás para poder mantener la bahía llena de miedo. Alaba tu intelecto para que los demás “te vean” muy astuto y terminarás sintiéndote un ser fraudulento y estúpido y siempre al borde de ser descubierto. Y así sucesivamente.

Fíjense, lo mas insidioso de estas formas de alabanza no es que sean diabólicas o pecaminosas; sino que son inconcientes. Son disposiciones innatas. Son ese tipo de alabanza ante las cuales terminamos durmiéndonos y cayendo día tras día; volviéndonos más y más selectivos sobre qué es lo que vemos y de qué manera medimos el valor sin estar siquiera totalmente concientes de qué es lo que realmente estamos haciendo. Y el mundo no nos va a disuadir de operar con estas disposiciones innatas, porque el mundo de los hombres, el dinero y el poder no termina de susurrarnos quieta y alegremente en esa combustión de miedo, de vilipendio, de frustración y de deseo vehemente, que es la alabanza del yo. Nuestra cultura actual sujeta estas fuerzas en formas tales que ha generado extraordinarias riquezas, confort y libertades individuales. La libertad de ser los amos y señores de nuestros diminutos reinos del tamaño de nuestros cráneos, solos y en el centro de toda la creación. Este tipo de libertad se siente como muy recomendable. Pero por supuesto que hay diferentes tipos de libertad y el tipo más preciado es aquel del cual ustedes no van a escuchar hablar afuera en ese inmenso mundo de triunfos, logros, despliegues y exhibiciones. El verdadero tipo de libertad envuelve prestar atención, tomar conciencia, ser disciplinados, ser esforzados, y ser realmente capaces de preocuparse por las otras personas y sacrificarse por ellas, una y otra vez, y en una infinidad de insignificantes y displacenteras formas, todos los días. Esa es la verdadera libertad. La otra alternativa es la inconciente, son las disposiciones innatas, la “carrera de ratas”; esa sensación constante y corrosiva de haber tenido y haber perdido algo hasta el infinito.

Se que todo este asunto no les sonará agradable, con gracia o con un gran contenido inspirador. Lo que es -hasta donde yo puedo ver-, la verdad con una gran cantidad de porquerías retóricas dejadas de lado. Obviamente ustedes pueden pensar todo este tema como mejor les venga en gana. Pero por favor no lo descarten como si fuera uno de esos sermones que la “Dra. Laura” meneando los dedos, nos da... Nada de lo que les he hablado tiene que ver con moralidad, o religión, o dogmas, o esas maravillosas y grandes preguntas sobre la vida después de la muerte. La Verdad con V mayúscula tiene que ver con la vida antes de la muerte. Se trata de que lleguen a los 30 o tal vez a los 50 años sin desear volarse la cabeza de un tiro. Todo se trata de una simple toma de conciencia; de ser conscientes de lo que es real y esencial, y que se encuentra tan oculto a simple vista y a nuestro alrededor, al punto de tener que auto-recordarnos una y otra vez:

"Esto es agua".

"Esto es agua".

No se imaginan lo duro que es llevar a cabo todo esto: el estar vivos y además concientes en el mundo adulto del día a día. Lo que se traduce en un nuevo cliché: “la educación es un trabajo de toda la vida”. Y empieza en este momento.
Les deseo mucho más que la mejor de las suertes.

martes, 16 de abril de 2013

Ella amará a otro hombre


Ella amará a otro hombre.
Yo voy lejos, andando hacia el olvido.
Y puede suceder que alguien me nombre,
pero ella fingirá no haber oído.

Ella amará a otro hombre:
el tiempo pasa y el amor finaliza,
y es natural que lo que fue una brasa
acabe convirtiéndose en ceniza.

Aunque nadie lo quiera,
envejecen las vidas y las cosas,
y es natural también que en primavera
los rosales den rosas.

Es natural. Por eso,
ella amará a otro hombre, y está bien.
No sé si ya olvidó mi último beso,
ni me importa con quién.

Pero quizás, un día,
oyendo una canción,
sentirá que esa vieja melodía
le cambia el ritmo de su corazón.

O será algún vestido
que yo le conocí,
o el olor del jardín cuando ha llovido,
pero algún día ha de pensar en mí.

O puede ser un gesto,
un modo de mirar,
o ciertas calles, o un botón mal puesto,
o una hoja seca que voló al azar.

Y de alguna manera
endrá que recordarme, sin querer,
escuchando unos pasos en la acera
como los míos al atardecer.

Será en algún momento,
no importa cuándo o dónde, aquí o allá,
porque el amor, por parecerse al viento,
parece que se ha ido y no se va.

Y si en ese momento ella suspira
y él pregunta por qué,
le tendrá que inventar una mentira
para que nunca sepa por qué fue.

Y él no verá esa huella,
eso tan mío en lo que ya perdí;
y, aunque la pueda amar más que yo a ella,
ella no podrá amarlo más que a mí..!

Jose A. Buesa

domingo, 10 de febrero de 2013

Tu boca

Toco tu boca,
con un dedo toco el borde de tu boca,
voy dibujándola como si saliera de mi mano,
como si por primera vez tu boca se entreabriera,
y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar,
hago nacer cada vez la boca que deseo,
la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara,
una boca elegida entre todas,
con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara,
y que por un azar que no busco comprender
coincide exactamente con tu boca
que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras,
de cerca me miras,
cada vez más de cerca
y entonces jugamos al cíclope,
nos miramos cada vez más de cerca
y nuestros ojos se agrandan,
se acercan entre sí,
se superponen y los cíclopes se miran,
respirando confundidos,
las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
mordiéndose con los labios,
apoyando apenas la lengua en los dientes,
jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene
con un perfume viejo y un silencio.

Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo,
acariciar lentamente la profundidad de tu pelo
mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces,
de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Y si nos mordemos el dolor es dulce,
y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento,
esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura,
y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

Cap. 7 Rayuela. Julio Cortázar.
 

¿Qué pasaría si....?

¿Qué pasaría si un día
despertamos dándonos
cuenta de que somos mayoría?

¿Qué pasaría si de pronto
... una injusticia, sólo una,
es repudiada por todos,
todos los que somos, todos,
no unos, no algunos, sino todos?

¿Qué pasaría si en vez de
seguir divididos nos
multiplicamos, nos sumamos
y restamos al enemigo que
interrumpe nuestro paso?

¿Qué pasaría si nos
organizáramos y al mismo
tiempo enfrentáramos
sin armas, en silencio,
en multitudes, en millones de
miradas la cara de los
opresores, sin vivas,
sin aplausos, sin sonrisas,
sin palmadas en los hombros,
sin cánticos partidistas,
sin cánticos?

¿Qué pasaría si yo pidiese
por ti que estás tan lejos,
y tú por mí que estoy tan lejos, y ambos por
los otros que están muy
lejos y los otros por
nosotros aunque estemos lejos?

¿Qué pasaría si el grito
de un continente fuese
el grito de todos los continentes?

¿Qué pasaría si pusiésemos
el cuerpo en vez de lamentarnos?

¿Qué pasaría si rompemos
las fronteras y avanzamos
y avanzamos y avanzamos
y avanzamos?

¿Qué pasaría si quemamos
todas las banderas para
tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor
ninguna porque no
la necesitamos?

¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para
ser humanos?
 
M. Benedetti