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domingo, 29 de enero de 2017

Cállate y escucha.- Sara L. Méndez



Poder decir algo interesante, eso me gustaría. Decir un grito espantoso y dar un susto de muerte, por ejemplo. Un chillido que despertase conciencias dormidas o pulverizase corazones de piedra. Pero esta voz no es tan fuerte ni tan nueva y lo que diga será una opinión más de tantas como las que se escuchan a todas horas. Sería un ruido más entre el ensordecedor murmullo de este enjambre de abejas laboriosas y zumbonas. Alguna servilleta arrugada y sucia de lágrimas de impotencia en la papelera u otro fantasma deambulando perdido en las redes por las que nos dejamos arrastrar buena parte de días y noches. Tener algo que decir original o no decir nada. Y no hay nada nuevo bajo el sol, así que cállate, me digo. Aprende de ese árbol que no necesita hablar. Y de tu perro, que no tiene vanidad. Suplica porque te sea concedido el silencio del caracol que se arrastra con dignidad de caracol. Los envidio.

Porque el silencio dice más que las palabras cuando de tantas que se amontonan pierden el sentido. Y ya hay exceso de palabras e imágenes de demasiados opinantes, influencers, youtubers, expertos, tuiteros o tertulianos varios, lo que sean. Incluso hay demasiadas palabras mías, demonios. “Todo el mundo tiene una opinión, igual que un culo” dice el dicho. De tanto ruido empiezan a explotar las cabezas y vomitan rabia y dolor salpicando a cualquiera que ande cerca. Y es contagioso. La gente habla y habla y grita y grita y no dice nada. O poco, seamos justos. O basura, que también.


Se documenta la vida como si la vida fuese una serie de fotografías o de videos o de citas prestadas o robadas. Quién sabe ya que es lo importante cuando nadie se atreve a verse en los ojos del otro. Ni en los propios. Se confunde lo real con la ficción o la ficción se empieza a convertir en realidad. O se convierte la realidad en ficción a través del filtro de cámaras y teclados. ¿Cómo distinguirlo en este mundo esquizofrénico? ¿Eres ese tú o eres el de la foto en la que no te reconoces porque ya no te miras ni siquiera en el espejo si no es a través de los filtros de tu smartphone? ¿Ese hombre se está ahogando de verdad en el Gran Canal de Venecia o es una actuación para disfrute de los presentes y ser grabada en un vídeo viral que hará “arder las redes”? ¿Lucimos un lazo por el cáncer de mama y lloramos en cada deceso de famoso opinando hasta la náusea sobre su vida y su muerte de la que no sabemos nada? ¿Lamentamos el asesinato de otra mujer mientras nos suicidamos lentamente en busca de una falsa perfección que no existe? ¿Nos mesamos los cabellos recordando el Holocausto judío en su aniversario dando la espalda a los genocidios que tienen hoy lugar delante de nuestras narices? ¿Somos unos hipócritas o estamos perdiendo la humanidad en una guerra sibilina contra la humanidad? No lo sé, enmudezco a pasos agigantados y solo puedo decir “por favor, cállate y escucha un rato el silencio”. O la música, vale. O, ¡por todos los cielos!, reíd.




Dame cercanía y calor que si lo que quiero son palabras me abro un libro..

viernes, 20 de enero de 2017

Abdicar de la vida

"Actualmente trabajamos más horas que un esclavo romano, pero creemos que vivimos en una sociedad superlibre. No tenemos tiempo de ver a los amigos, de reflexionar en voz alta con ellos, ni de estar con nuestros hijos, estar de verdad. Hay que madrugar, no tenemos tiempo de hacer el amor con la persona que hemos elegido: la pasión se marchita. 
Lunes, martes, miércoles, jueves.... La rutina engulle nuestra vida a cambio de algún capricho, otro jersey negro que luciremos en la oficina, un mes de vacaciones, un coche nuevo para el atasco del domingo. 
Siento amargarte el desayuno, pero ¿eso es vivir?... ¿Abdicar de la vida para que tus hijos abdiquen el día de mañana de la suya? Mi gato vive mejor."

Antonio Fornés.

lunes, 16 de enero de 2017

Domingo de soledad

El domingo es ese día donde no se sabe cuál soledad es más grande: la de quien vive sin nadie a su alrededor o la de quien se rodea de gente para no estar consigo mismo..

viernes, 13 de enero de 2017

Be nice

El mundo está lleno de gente agradable.
Si no puedes encontrar una, sé una. 

martes, 10 de enero de 2017

Suplicaréis clemencia



"Debo confesar que me impresiona
vuestra capacidad para ir tirando,
capear el temporal y ser felices
con cuatro extremidades, cinco sentidos,
y aguantar ochenta y dos años de media.

Admito que quisiera tener vuestra solvencia
para coger el aire y expulsarlo
sin apenas darnos cuenta,
y ese discurrir fluido y calmo
entre las cuatro estaciones de siempre.

Es verdad que envidio vuestra destreza
para abrir el paraguas cuando llueve
y el estoicismo con que esperáis
los medios de transporte en los andenes.

Con toda la humildad que me permite
el asco que me dais, quiero saber, de una vez,
cómo lo hacéis vosotros
para no moriros de pena."




Víctor Martín Iglesias. 

viernes, 6 de enero de 2017

Qué fue de los cantautores?- Luis Pastor




Eramos tan libertarios,
casi revolucionarios,
ingenuos como valientes,
barbilampiños sonrientes
lo mejor de cada casa.
Oveja negra que pasa
de seguir la tradición
balando a contracorriente
de la isla al continente.
Era la nueva canción.

Éramos buena gente,
paletos inteligentes,
barbudos estrafalarios,
obreros, chicos de barrio,
progres universitarios,
soñando en una canción,
y viviendo la utopía
convencidos de que un día
vendría la revolución.

Aprendiendo a compartir
la vida en una sonrisa,
el cielo en una caricia,
el beso en un calentón,
fuimos sembrando canciones
en esta tierra baldía,
y floreció la poesía
y llenamos los estadios
y en muchas fiestas de barrio
sonó nuestra melodía.

Tardes y noches de gloria
que cambiaron nuestra historia.
Y este país de catetos,
fascistas de pelo en pecho,
curas y monjas serviles,
grises y guardias civiles,
funcionarios con bigote
y chusqueros con galón,
al servicio de una casta
que controlaban tu pasta
tu miedo y tu corazón.

Patriotas de bandera,
españoles de primera,
de la España verdadera
aquella tan noble y fiera
que a otra media asesinó
brazo en alto y cara al sol,
leales al movimiento
a la altura y al talento
del pequeño dictador
que fue Caudillo de España
por obra y gracia de dios.

Toreando en plaza ajena
todo cambió de repente,
los políticos al frente
de comparsa y trovador.
Se cambiaron las verdades:
"tanto vendes tanto vales",
y llegó la transición:
La democracia es la pera.
Cantautor, a tus trincheras
con corona de laurel
y distintivo de honor
pero no des más la lata
que tu verso no arrebata
y tu tiempo ya pasó.

¿Qué fue de los cantautores?
Preguntan con aire extraño
cada cuatro o cinco años
despistados periodistas
que nos perdieron la pista
y enterraron nuestra voz.
Y así van para más de treinta
con la pregunta de marras
tocándome los bemoles

Me tomen nota señores
que no lo repito más:
Algunos son diputados,
presidentes, concejales,
médicos y profesores,
o ejerciendo asesoría
en la sociedad de autores.
Otros están y no cantan,
otros cantan y no están.
Los hay que se retiraron,
algunos que ya murieron
y otros que están por nacer.

Jóvenes que son ahora
también universitarios,
obreros, chicos de barrio
que recorren la ciudad.
Un Cd debajo el brazo,
la guitarra en bandolera,
diez euros en la cartera,
cantando de bar en bar.
O esos raperos poetas
que es su panfletos denuncian
otra realidad social.

¿Y mujeres? Ni se sabe.
Y sobre todo si hablamos
de las primeras gloriosas
que tuvieron los ovarios
y el coraje necesario
de subirse a un escenario
de aquella España casposa.

¿Qué fue de los cantautores?
Aquí me tienen señores
como en mis tiempos mejores
dando al cante que es lo mío.
Y aunque en invierno haga frío
me queda la primavera,
un abril para la espera
y un Grandola en el corazón.

¿Qué fue de los cantautores?
Aquí me tienen señores
aún vivito y coleando
y en estos versos cantando
nuestras verdades de ayer
que salpican el presente
y la mierda pestilente
que trepa por nuestros pies.

¿Qué fue de los cantautores?
De los muchos que empezamos,
de los pocos que quedamos,
de los que aún resistimos,
de los que no claudicamos,
aquí seguimos.
Cada uno en su trinchera
haciendo de la poesía
nuestro pan de cada día.
Siete vidas tiene el gato
aunque no cace ratones.

Hay cantautor para rato.
Cantautor a tus canciones.
Zapatero a tus zapatos.

Sentirse amado- Heike Freire


jueves, 5 de enero de 2017

Pipas- Hovik Keuchkerian

En mis noches de no viajar a la cerrazón de mis párpados, en los latires de mi alma deshuesada de huesos huecos, en mis dolores con sabor al parto del albor de los tiempos, en los escondites donde busco mi yo secreto, en mis noches que son mujeres diablesas de ordeno y mando, en mis dormires con sabor a placenta, a preparto, en mis caminares sonámbulos de peregrino aletargado al grito de «¡apártense que me caigo!», siento unos ojos con clavos por pupilas follándose mi espalda, tatuando mi piel con palabras que dicen: «te estoy mirando». Te estoy mirando y babeo babosas bastardas esperando que tropieces para comerme tu corazón. Cuando estés de rodillas mi lengua se hará piedras y te lapidaré.  Sonrío. Sonrío ahora sólo para mí. Sonrío sin gesto, sin mueca, sin nada que no sea pintar mi cara con un lápiz de besos. Sonrío porque de todos los ojos clavados en mi espalda con los que he compartido camino esperando que tropiece, mi corazón ya se hizo costra, amigo. Amigo parásito. No podéis hacerme daño, ya no. Quiero volver a creer en el hombre. Con mis fallos por bandera y mis éxitos olvidados renaceré para mirarme a los ojos y saber que puedo seguir soñando con paseos de viejos de la mano, con amaneceres hundidos en abrazos largos, con palabras que pesen sin contratos de por medio, con charlas que a la nada lleven y que la nada traigan, con eclipses que por un segundo oscurezcan mi nostalgia con amores de verdad con sexo del bueno por supuesto. Si no, no son amores, son cuentos de trovador, de titiritero venido a menos, de marioneta estéril de movimiento. Quiero volver a creer en mí, En los abrazos de pecho a pecho, en mi presente, en mi estomago, en mi fuerza, en mi condición humana. Quiero limpiar mi mente de venenos traicioneros, que mi alma sea de nuevo el timón de mi velero. Ser lo que nunca fui y lo que siempre he sido sin saberlo, ser brasa, llama, rescoldo, broza reencarnada. Quiero ser una única alma con el resto de las almas que me hablan. Con las mudas también que aunque no digan palabras les tiembla la garganta. Quiero sentir como en mi parto pretérito la fuerza de los primeros pasos, el desconcierto con sabor a «ya estoy aquí, que tiemblen los cimientos de mi futuro que ya los sujetare yo a la medida de mi paso». Soñaré con ser todos la misma alma, el mismo latir, el mismo cauce del río, y hasta el mismo río. Soñaré con eyacular en el mar mis esperanzas y las vuestras desde el mismo pene. Y en el salitre de la vagina del gran azul engendrar un niño grande que nos cante nanas, nos dé calor, cuando ya seamos grandes hombres libres, presos respetables. Soñaré con que la codicia cumpla integra su condena, cadena perpetua para todo lo que no sea remar hacia la paz eterna. Soñaré en mis sueños, escupiéndolos a los cuatro vientos. Soñaré hermanos para no morir sin haber vivido. Soñaré para renacer en infinitas vidas y ser inmortal. Soñaré con cumplir todos años a la vez para iluminar el mundo con dulces velas de colores, para soplar deseos a millones cerrando los ojos. Sí, cerrando los ojos sin contar los deseos que si no, no se cumplen. Durmamos esta noche cogidos de las manos, compartamos nuestros sueños, pesadillas, temblores y paseos sonámbulos. Y mañana, al despertar, seamos todos hermanos. Me columpio en los hilos de mi saliva al escupir al cielo, mi silla vuelca. Caigo en un charco de sueños que se hacen pesadillas cuando despierto. Me alejo. Me giro. Me revuelvo. Y en mi reverso sonrío al ver a un niño grande contándole cuentos  al amuleto que cuelga de su pecho. Y entonces miro en mis adentros, en mis recovecos,  sabiendo que conociendo mi interior el mundo será un lugar pequeño. Me columpio en los hilos de mi saliva al escupir al cielo, mi silla vuelca. Caigo en un charco de sueños que se hacen pesadillas cuando despierto. Me alejo. Me giro. Me revuelvo. Y en mi reverso sonrío al ver a un niño grande contándole cuentos  al amuleto que cuelga de su pecho. Y entonces miro en mis adentros, en mis recovecos,  sabiendo que conociendo mi interior el mundo será un lugar pequeño. Hay un lugar. Sé que hay un lugar dentro de mi sangre piel y huesos, donde los cansancios se mueren cuando me levanto, donde la fuerza no caduca y el engaño sabe raro como el abuso barato, donde las resacas con ojeras forman parte de tu calendario pasado. Sé que hay un lugar donde dios abrió sus ojos en los albores del sol naciente, donde las noches traen luz, donde los días quieren anochecer sintiendo ser la misma cosa, sintiendo ser amantes otra vez. Sé que hay un lugar donde los cimientos son viento en silencios que aman mundos, donde cantan luces de colores, donde llueven gotas de vino, donde viven niños sin hambre en cuevas hechas de aire. Donde la derrota se extinguió en destinos escritos con caricias, donde escribir es desnudar tu alma, donde ríes lágrimas en tu boca, donde lloras sonrisas en tus ojos, donde llorar y reír son hermanos, donde alguien nunca será nadie jamás. Sé que hay un lugar con espaldas sin nada marcado donde se reza por el vecino, donde la igualdad tiene su iglesia, donde la verdad es religión, donde la honestidad es doctrina, donde sueñas antes de nacer, donde vuelves porque nunca naciste. Sé que hay un lugar dónde no tengo que ser yo por serlo sin quererlo en fuegos que consumen heridas en hogueras que sólo dan luz en la pureza de no tener valor, donde sin respirar duermes caliente. Sé que hay un lugar  donde las almas hacen corros alrededor de la misma ilusión, donde la ilusión es una niña bonita en brazos de un único dios, donde el viento lo puedes ver, donde la eternidad tiene rostro. Sé que hay un lugar donde estoy sentado al sol esperándome comiendo pipas. Haciendo montones de cáscaras, resecos ya los labios. Sonriendo. Sólo para decirme a mi mismo: – ¿Por qué has tardado tanto, grandullón? – ¿Por qué?  ¿Por qué, dices? Porque estaba dando vueltas de peonza desgastando la punta de mis latires en una celda sin cerrojo, ni rejas, ni carcelero. Sin sentencia. Porque estaba perdido a la deriva flotando en un mar en cólera, seco de liquido, seco de corales de peces de colores en las mareas agrestes de mis pasos, haciendo equilibrios en los desiertos de mi bosque encantado. Aún no he llegado. Es mi sombra lo que ves. Yo aún tardaré un rato largo en llegar si los tropiezos que yo mismo invento no logran de nuevo frenar mi ascenso. Guárdame unas pipas que llegaré con sed. Y no se le niegan pipas a un sediento.